CONTENIDO LITERAL

("Jugando en las sombras de la luz", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1997, Armando Boix)

Si en España ganarse la vida escribiendo es realmente insólito, hacerlo con obras que, en muchos casos, pertenecen al género de la ciencia ficción ya es para doblar campanas. Tal es el caso de Jordi Sierra i Fabra, prolífico autor con cientos de novelas y libros de ensayo, y más de una decena de premios importantes -el último el Libro de Oro de Ediciones SM a la novela juvenil con más de cien mil ejemplares vendidos, por El joven Lennon-. Jordi Sierra i Fabra, de cuyas incursiones en el fantástico podemos recordar su trilogía iniciado con En un lugar llamado Tierra (1983), Edad: 143 años (1990) o Relatos galácticos (1991), regresa al género con una de sus últimas novelas -es difícil seguirle la cuenta-, este Jugando en las sombras de la luz.
Por lo anteriormente expuesto me gustaría decir que se trata de una historia genial, pero sinceramente no puedo hacerlo. Su punto de arranque es un guerrero sin nombre y sin memoria que de pronto adquiere consciencia en un lugar que no conoce y donde un sinfín de enemigos extraños intentarán aniquilarle. ¿Quién es ese guerrero? ¿Dónde se encuentra? ¿Quién y por qué desea destruirle? Estas incógnitas, aunque sobre el papel se resuelvan al final de la novela, apenas intrigarán al lector mínimamente perspicaz, que al poco de empezar la lectura ya se habrá hecho una idea bastante aproximada de la solución al pretendido misterio. Pero que la historia no sorprenda no sería malo si el relato tuviera un desarrollo interesante, pues nada nuevo hay bajo el sol. Lo realmente malo es que la idea base serviría como mucho para un relato y no una novela, y que la narración está construida como un simple encadenado de episodios de acción sin demasiado calado, pese al pretendido final trascendente que Sierra mete con calzador.
Sí, ya sé que Jugando en las sombras de la luz es una novela juvenil, pero eso no justifica renunciar a una cierta complejidad y a una mayor riqueza argumental y de estilo (vean, por ejemplo, Luces del norte, en esta misma sección). Escribir para jóvenes no es hacerlo para lectores de segunda, sino para un público despiadado que no dudará un momento en echar a un lado la novela como no la encuentre interesante. Como muy bien dice César Mallorquí, "no se puede bajar la guardia y ser condescendiente. Un muchacho de 14 años está perfectamente capacitado para leer y entender cualquier cosa".