CONTENIDO LITERAL

("Pavana", comentario de Editorial Miquel Barceló. Derechos de autor 1980, Editorial Miquel Barceló)

Vayamos por partes.
¿Quién es Keith Roberts? Algún que otro Roberts es conocido del fan hispano, Frank (ND 67), Jane (ND 71), podrían sonar. Pero creemos que no Keith que es en realidad un personaje de primer orden en la SF inglesa. Redactor jefe de Impulse, colaborador de New worlds, ha sido uno de los grandes innovadores de la literatura especulativa en el mundo anglosajón.
En el A readers guide to SF se le cita como "otro de esos distintos, llenos de ideas, inteligentes y a menudo poéticos escritores contemporáneos ingleses de SF" (pág. 146). Se le compara a Watson y Priest, de quienes es casi seguro que Kandama os hablará.
Es dibujante y creador publicitario con una vida discreta y apagada. Pero escribe bien. Muy bien.
Empezó con The furies en la gran tradición británica de las desgracias que se abaten regularmente sobre la Humanidad, como excusa para describir una sociedad post-cataclísmica. Era en 1966. Y dos años más tarde publicó Pavane que ha sido comparada con El hombre en el castillo de K. Dick y el Cántico por Leibowitz de Miller.
Pavane es una de las más bellas novelas escritas sobre el tema de la ucronía, o si queréis sobre los "mundos paralelos". Trata de un mundo (o mejor de una Inglaterra...), en la que la Reina Isabel; la Iª, la Grande ha sido asesinada en 1588. Pero mejor dejar que sea el mismo Roberts el que os lo cuente. Aquí tenéis el Prólogo de la novela:
Durante una cálida noche del año 1588, en el palacio real de Greenwich, en las puertas de Londres, una mujer moría; en su pecho, en su abdomen, las balas de un asesino. Su rostro estaba arrugado, sus dientes ennegrecidos y la muerte no le confería ninguna dignidad. Elizabeth I, la Gran Elizabeth, reina de Inglaterra, ya no existía.
La cólera de los ingleses no tuvo límites. Bastaba una sola palabra, un murmullo; un joven inocente, despedazado por la multitud, solicitaba la bendición del Papa... Los católicos ingleses, sangrados por las sanciones, manteniendo indefectiblemente el luto por la reina de Escocia, sin olvidar la sangrienta Rebelión del Norte, tuvieron que enfrentarse a nuevos progroms. A regañadientes, para asegurar su supervivencia, tomaron las armas contra sus compatriotas, mientras que el incendio originado en las masacres de Walsinham se extendía a todo el país, y las sombrías llamas de los "autos de fe", se mezclaban con la luz de los incendios. La noticia llegó a París, a Romas, hasta la fortaleza de El Escorial, donde Felipe II pensaba continuamente en su campaña de Inglaterra. La noticia de que el país estaba desgarrado por una guerra intestina, llegó a los bajeles de la Armada Invencible, y, en la costa flamenca, al ejército de invasión de Parma. Durante un día entero, mientras Medina-Sidonia recorría con pasos largos el puente de la San Martin, la suerte de medio mundo quedó suspendida. Después tomó su decisión. Uno a uno los galeones y las carracas, las galeras y los pesados "urcas" pusieron proa hacia el Norte, hacia Hastings y hacia el antiguo campo de batalla de Santlache, donde ya una vez, siglos antes, se había escrito la Historia. En las alteraciones que siguieron, Felipe se instaló en el trono de Inglaterra, en Francia, los partidarios de Guise, animados por las victorias obtenidas al otro lado de La Mancha, acabaron deponiendo a la Casa de los Valois, ya debilitada. La guerra de los "Trois Henri", terminó con el triunfo de la Santa Liga; La Iglesia recuperó su poder de antaño.
El botín para el vencedor. Una vez asegurada la autoridad de la Santa Iglesia Católica, la nueva nación británica desplegó sus fuerzas al servicio de los Papas, aplastando a los protestantes de los Países Bajos, destruyendo la fortaleza de las ciudades libres de Alemania, en el curso de las interminables guerras luteranas. Los colonos del continente norteamericano quedaron bajo la tutela española; Cook plantó en Australia la bandera azul cobalto de Pierre.
Incluso en Inglaterra, de un extremo al otro de un país, en parte antiguo, en parte moderno, dividido como en los tiempos primitivos por las barreras de la lengua, de clase y de raza, los castillos de la Edad Media declinaron sólo muy lentamente. Inmensas extensiones de bosques que no habían conocido todavía el hacha del leñador, abrigaban criaturas de otra era. Para algunos, estos años fueron los años de plenitud, de la voluntad de Dios realizada sobre la Tierra. Para otros, fueron una nueva era de tinieblas, asediada por cosas muertas y por otras, de las que era mejor olvidar su existencia, osos y gatos salvajes, linces y hadas.
Por encima de todo ello, se extendía el largo brazo de los Papas castigando recompensando; la Iglesia militante ejercía su supremacía. Pero, hacia la mitad del siglo XX, se oían murmullos de descontento cada vez con mayor frecuencia. Una vez más la rebelión se palpaba en el aire.

Con este planteamiento sería fácil una referencia directa y casi exclusiva al tema religioso, en un sentido, eso sí, contrario al de Miller, (cuyo Cántico por Leibowitz, aparece en cuento en 1955 y como novela en 1960). Pero Roberts, aún no desdeñando el tema, prefiere situarse a mayor nivel literario e intelectual y mostrarnos primordialmente el mundo que corresponde a esta situación ucrónica, hacia la mitad del siglo XX. Las referencias a la .Iglesia y su poder retardatorio serán, evidentemente, constantes; pero el autor prefiere centrarse en el larvado despertar de un mundo que lucha por derribar las cadenas de la ignorancia y la superstición.
Sobre carreteras asfaltadas de hierro circulan las locomotoras movidas a vapor, ya que la conocida bula Petroleum Veto limita la circulación de vehículos propulsados por gasolina. La transmisión de mensajes se realiza con grandes semáforos de brazos móviles de más de 30 metros. Y en los castillos, aún a principios de este 1985 de la ucronía se prepara la Revolución científica, esta forma de "magia" que amenaza al poder con los extraños demonios de la química y la electricidad... Junto a ello, las viejas tradiciones paganas de los druidas y magos, resucitan una espiritualidad encorsetada por las limitaciones farisaicas de una Iglesia, que utiliza lo espiritual como encubridor de sus reales intereses económicos y de dominación.
Paso a paso, Roberts nos ofrece un mosaico de este universo paralelo tan distinto, (¿distinto?); al nuestro. De la mano de la "Lady Margaret", la vieja locomotora, nos acercamos al tema de los transportes y también al de los bandidos de carreteras, que .asolan este mundo de técnica pobre y rudimentaria, donde la economía se halla limitada por las escasas posibilidades de intercambio.
Después, Roberts nos ofrece un emotivo relato sobre el "clan de los señaleros", grupo social reducido y de élite encargado de las comunicaciones. Estas se realizan con grandes semáforos cuyos brazos, (que llegan a tener 30 metros y más), se mueven según un código secreto del clan para transmitir las noticias importantes de este mundo. Conocemos la historia de Rafe Bingland que logrará ingresar en el clan y cumplirá con orgullo su labor. El final de este capítulo-relato nos comienza ya a sugerir el poder de recuperación de las viejas tradiciones locales y la creencia en los Antiguos.
En el siguiente capítulo, una vez esbozada la situación técnica y económica, Roberts pasa a la realidad político-ideológica. El "Hermano Juan", es el hábil dibujante de una orden de impresores, encargado de ilustrar y plasmar las sesiones de la Corte de Salvación, nuevo nombre para una vieja y conocida organización: La Inquisición. El conocimiento directo de las sesiones de tormentos y las atrocidades contempladas, así como su precaria justificación ideológica, le llevarán a separarse de su antigua vida y llegará a alzar un grupo de insurrectos contra el poder omnipotente de Roma y el Papado. Es la primera muestra de las profundas lesiones que tal mundo posee en su interior y de un primer fermento de su destrucción.
Los dos últimos capítulos nos hablan del ambiente de los Señores en los castillos y de como Eleanor de Corfe Gate se enfrentará al representante del Papa Juan, en la primera muestra de la Rebelión de los Castillos. La aparente derrota del primer intento de la Rebelión no será en realidad más que el inicio del cambio. Corfe Gate destruida por la primera reacción del Papado, quedará, en el futuro, como lugar histórico y donde un joven leerá, como en un rito, las palabras explicativas del viejo senescal de Lady Eleanor: John Faulkner, que, entre otras cosas le explicará el sentido del Signo, que ha presidido la Revolución: una especie de cangrejo geométrico encerrado en un círculo:
Dos flechas van dirigidas hacia el exterior, continuaba la carta, y otras dos hacia el interior, encarándose. Las últimas indican el fin de todo Progreso; lo sabíamos cuando grabamos el Signo por primera vez, hace ya muchos siglos. Después de la fisión, la fusión; he aquí el progreso que los Papas no han dejado nunca de combatir, en la esperanza de pararlo.
Las vías de la Iglesia, eran misteriosas, y su política nunca fue clara Los Papas sabían, como sabemos nosotros que, una vez conocida la electricidad, los hombres se sentirían atraídos por el átomo. Cuando dispusieran de la fisión, descubrirían la fusión. Porque una vez, antes de nuestro tiempo y antes de la memoria humana, existió una gran civilización. Hubo una Venida, una Muerte y una Resurrección; una Conquista, una Reforma y un Ejército. Existió el fuego y un Armageddon. En este mundo antiguo se nos conocía con nombres diversos: Los Antiguos, Las Hadas, Los Habitantes de las Colinas. Pero nuestro saber no se perdió.

En conjunto la obra es comparable a las mejores ucronías de la SF, como El hombre en el Castillo de Philip K. Dick y Lo que el tiempo se llevó (Bring the Jubilee), de Ward Moore. Cabe confesar nuestra debilidad por tal tipo de obras. que permiten la realización de la experiencia de la creación literaria de un mundo y una sociedad distintas, pero que no dejan de estar basadas en ciertos elementos de nuestra realidad de cada día o de nuestra historia inmediata. Así se ligan la fantasía en los temas y el tratamiento más propios de la SF, con referencias de tipo realista que pueden acercar tales obras a un mayor ámbito de público.
En el caso de Roberts, el tratamiento del tema es brillante y de un alto contenido lírico. El mundo que nos describe se nos hace entrañable y querido desde el primer momento, ya que pese a la diversidad superficial, sigue manteniendo las constantes de fondo que hacen a nuestra realidad ser como es.
Una gran obra que, los editores hispanos o sudamericanos harían bien en traducir. Mientras esperamos, vamos a recomendaros a los políglotas que intentéis leerla. Además del original inglés existe traducción en francés, con el mismo título en Le livre de Poche que además es barato... No os defraudará.