CONTENIDO LITERAL

("Anfiteatro", cuento de Joaquín Doménech Segura. Derechos de autor 1975, Joaquín Doménech Segura)

Tras la larga espera, la rugiente multitud que llenaba el anfiteatro aulló de placer al deslizarse silenciosamente la compuerta acorazada situada en el interior del círculo de arena.
Los rostros de cien mil seres humanos se dirigieron hacia un solo punto. Unos segundos después, una silueta ya familiar se deslizó lentamente desde el interior de la compuerta, caminó hasta el centro del circulo y levantó sus brazos metálicos, saludando así por octava vez a la misma insaciable muchedumbre.
Spooky estaba allí de nuevo. El ídolo popular. Durante ocho largos días se había enfrentado en el gran anfiteatro con treinta y seis robots traídos desde los más lejanos puntos del Sistema Solar. Spooky se había batido con todos ellos, desde los ciclópeos A4 Denium hasta los diminutos pero temibles Procyon de Satumo.
Y había vencido. Un gran récord en el anfiteatro espacial.
No obstante, la supervivencia era dura y las posibilidades de seguir adelante disminuían progresivamente. Y Spooky lo sabía.
En el extremo opuesto del círculo de arena, se abrió otra compuerta y otro robot hizo aparición: un Mentor-Parabellum procedente de las colonias mineras de Júpiter.
La multitud enmudeció y unos chirridos electrónicos anunciaron el inicio del combate.
Spooky graduó sus visores especiales y puso en funcionamiento sus bancos de memoria. Parabellum avanzó hasta situarse a pocos metros de él. Súbitamente, Spooky lanzó un destello y una llamarada azul rozó el cuerpo de acero de Parabellum. Este proyectó hacia delante sus ocho tentáculos de aluminio. Ocho garras metálicas salieron disparadas. Spooky había calculado su trayectoria y se apartó a tiempo. Su abertura principal vomitó de nuevo y, esta vez, una intensa explosión sacudió el anfiteatro. El robot minero Mentor-Parabellum acababa de ser reducido a chatarra.
Un disparo resonó entre la multitud.
Las imágenes televisadas del corto combate atravesaron el espacio y llegaron hasta los más remotos rincones del Sistema. Muchos millones de seres permanecían pendientes de la lucha.
Segundos después, un nuevo robot apareció por la compuerta Norte. Un RR-200 equipado con blindaje térmico. Lentamente tomó posición y se dispuso a atacar. Spooky lo clasificó en milésimas de segundo. Sus bancos de memoria escogieron el mejor sistema de defensa y ataque a emplear con rapidez fulminante.
Un robot gladiador nunca vacila; ataca o se defiende, pero nunca vacila.
Spooky disparó de nuevo, pero el escudo protector de su oponente soportó perfectamente la abrasadora ráfaga. A su vez, RR-200 pasó a la ofensiva. Sus ventosas de plástico se agitaron y los cientos de diminutas ruedecillas dentadas que llevaba en el extremo de sus brazos retráctales empezaron a girar casi encima del cuerpo de Spooky. Y Spooky sabía que podían perforarle en pocos segundos. Disparó de nuevo, pero RR-200 resistió. Spooky se situó rápidamente en posición y lanzó una descarga a la máxima potencia. RR-200 escondió sus ruedecillas e hizo frente al ataque. Durante treinta segundos, Spooky martilleó a su enemigo con sus cuatro cañones térmicos, obligándole a permanecer inmóvil. Luego se detuvo bruscamente y esperó.
RR-200 reaccionó instantáneamente y salió catapultado con toda su fuerza hacia Spooky. Sus dos ventosas laterales se aferraron a éste y las ruedecillas empezaron a zumbar de nuevo.
Spooky se dejó envolver por las ventosas y cuando las ruedecillas cortantes rozaban su casco, disparó de nuevo.
El centro de control mental de RR-200 saltó en pedazos, alcanzado de lleno por la andanada de Spooky.
Un millar de ruedecillas dejaron de girar y RR-200 quedó inmóvil sobre la caliente arena. La vista casi se le nubló. Era su victoria número treinta y ocho.
La multitud prorrumpió en un griterío inmenso, ahogando así el estampido de un segundo disparo.
Pero el descanso fue breve.
La compuerta Norte lanzó un destello y un tercer robot apareció por ella. El último de aquél día. Spooky lo reconoció instantáneamente: un reluciente y esbelto At-Attack, procedente de los depósitos radiactivos de Deimos.
At avanzó sobre sus cadenas y lanzó una vibración. Spooky disparó instantáneamente en tres direcciones, pero falló. La sutil vibración había desviado sus sensores de dirección. At avanzó rápidamente pulverizando la ardiente arena del recinto con el peso de sus diez toneladas. Una de sus puntas fusoras se movió con precisión milimétrica y rozó la antena sensitiva lateral de Spooky. Este sintió como la antena dejaba de funcionar y decidió jugárselo todo a una carta. Disparó de nuevo con sus cuatro bocas y a la máxima intensidad. Pero los destellos azules levantaron solo arena.
At se movía demasiado rápido para poder abatirlo en esta forma.
Spooky sabía que con una antena sensitiva inutilizada y un cerebro demasiado lento para hacer blanco, sus posibilidades de vencer eran muy pocas.
Súbitamente, At se deslizó como un rayo e incrustó sus dos puntas fusoras en la parte superior de la "cabeza" de Spooky.
Este sintió entonces como sus circuitos cerebrales empezaban a fundirse. Un segundo después, su cerebro y sus bancos de memoria estallaron, lanzando pedazos de metal incandescente en todas direcciones. Sus brazos quedaron inmóviles, su cuerpo se tambaleó y rodó sobre la arena con. la cabeza fundida.
Spooky había sido aniquilado.
At saludó a la multitud con un movimiento de sus puntas fusoras. Un nuevo ídolo acababa de nacer. La gente lanzó una ovación estruendosa y se lanzó a la arena aclamándole. Sus pies pisotearon la quebrada mole de Spooky, a quién ya habían olvidado.
Un tercer hombre sintió el frío cañón del revólver en su nuca. Había hecho un buen trabajo con Spooky. Sin duda había sido el mejor robot que jamás proyectara y construyera en su corta vida de constructor de robots.
De cualquier forma, ésto carecía ya de importancia.
Sonó un disparo y rodó por el suelo con la cabeza atravesada por una bala.
En el anfiteatro no hay lugar para un constructor de robots derrotado.