CONTENIDO LITERAL

("HispaCón. La cosa en sí", artículo de Jaime Rosal del Castillo. Derechos de autor 1972, Jaime Rosal del Castillo)

UN POCO DE HISTORIA
Tras la lenta muerte del CLA, único organismo que durante un largo período de tiempo aglutinó a los aficionados a la SF de nuestro país, no se había vuelto a hablar de la posibilidad de organizar una Convención de SF a escala nacional. Recordemos que la última HispaCón se celebró en Barcelona en 1971 y que después de ella no quedaron muchas ganas de continuar con este tipo de reuniones, tal vez porque las conclusiones y proyectos de la misma jamás se llevaron a buen término. Con el CLA totalmente desintegrado, la Convención de 1972, que debía celebrarse en Madrid, no se llevó a cabo, rompiéndose de este modo el nexo de continuidad de aquellas reuniones.
Debido a estás circunstancias fueron muchos los fans que pensaron que nuestro decrépito fándom había pasado a mejor vida. Sin embargo, la semilla sembrada en la HispaCón del 69, nuevamente dio frutos; así, un grupo de aficionados de Madrid, trabajando en la sombra, nos sorprendió con la agradable noticia de que una nueva Convención iba a celebrarse el presente año, concretamente en el pasado mes de febrero.
La noticia no dejó de causar su impacto entre los miembros de ND, que, fans ante todo, nos trasladamos a Madrid para poder informar a nuestros lectores de tan singular acontecimiento. Después de cuatro largos años de mudez crónica, el fándom iba a manifestarse y, claro está, no era cuestión de perderse tan extraordinario suceso.
LA RECEPCIÓN
Llegamos a Madrid tras una paliza de seiscientos y pico de kilómetros con el ánimo rebosante de alegría. Sabíamos que la HispaCón 75 presentaba un programa concreto y apretado con sus correspondientes conferencias, mesas redondas, un concurso de relatos HispaCón 75 y sus manifestaciones folklóricas: dos proyecciones cinematográficas y una cena de despedida. ¿Qué iba a resultar de todo aquello? Pronto lo sabríamos.
El día 21 a las 6 de la tarde los congresistas fuimos recibidos por el comité organizador de la Convención en el local social del Club CCC, que, recientemente, ha creado una sección de SF. Tras la correspondiente bienvenida nos entregaron las escarapelas de congresista (eso de los distintivos ya es una costumbre muy arraigada en el fándom internacional y hay que respetar las costumbres) y una bolsa con documentación sobre los actos que iban a celebrarse así como ejemplares del fanzine Zikkurath y un número de la revista Vudú. Caras conocidas, caras desconocidas; había tantas y tantas cosas de que hablar... Nos las prometimos muy felices.
Roto el fuego, nos trasladamos al local del Centro Asturiano de Madrid donde oficialmente se inauguraría la Convención. Tras unas inspiradas palabras del Vicepresidente del Centro Asturiano, que dejó bien palpable su desconocimiento sobre la SF en general y sobre lo que allí se iba a desarrollar en particular, asistimos a una "muestra" de "arte" sobre temas fantacientíficos. La "muestra" se circunscribía exclusivamente al tema de la "espada & brujería", dibujos y dibujos de Conan y sus epígonos, hacían sombra a una serie de ilustraciones de mayor calidad evidentemente menos realzadas. Comprendí al punto que, si el señor Vicepresidente debía formarse una opinión de la SF a tenor de lo allí expuesto, tal vez sus palabras no hubieran sido del todo tan desafortunadas... Se nos anunció acto seguido que la conferencia que debía dar nuestro colaborador Carlo Frabetti sobre el tema "Ciencia Ficción y evasión" había sido prohibida por orden gubernativa, lo cual nos trajo de nuevo el mal sabor de boca de la abortada Convención de 1970. Así que abandonamos el local con el temor de que algún "Conan" amateur nos propinara un mandoble y no precisamente con una espada.
LA CONVENCIÓN EN SÍ
El día 22 a las diez de la mañana y también en el Centro Asturiano, se proyectó la cinta de Kinji Fukasaku Batalla más allá de las estrellas, película perteneciente a la serie B, que nos sirvió de excusa a los menos madrugadores para que pudiéramos presentarnos en el Centro Asturiano a las doce de la mañana, hora en que daría comienzo la mesa redonda presentada por Francisco Arellano sobre "Géneros marginales de la Ciencia Ficción". La convención en sí iba a dar comienzo.
La exposición de Arellano, bastante clara y concisa, derivó hacia la consideración de la "espada & brujería" como parte integrante de la SF, lo que en otras palabras equivaldría a considerar la SF como un género eminentemente evasivo. Esta postura fue francamente defendida por Carlos Sáiz y Miguel Ángel Arenas (organizadores directos de esta edición de HispaCón). Hubo alguien que consideró que la única posibilidad de dirimir la cuestión era elaborar una estricta definición de SF. Carlo Frabetti hizo entonces uso de la palabra para puntualizar que tal intento estaba fuera de lugar, con una frase bastante gráfica que no dudo en transcribir "Esto sería igual que si en un congreso de Avicultura los congresistas se entretuvieran intentando definir la gallina"; esta intervención dio al traste con cualquier otro intento definitorio. El tema "espada & brujería", que constituyó una especie de pesadilla colectiva durante las precedentes reuniones, fue momentáneamente apartado de la mesa cuando Luis Vigil tomó la palabra para exponer que tal género no era sino una moda impuesta por los intereses de las editoriales americanas y que como tal debía considerarse como un mal menor dentro del contexto general de la SF. Por otra parte, Vigil demostró que esta moda seudoliteraria ya había sido superada en USA y que en nuestro país se estaba sufriendo la inevitable secuela de la misma, "nuevas corrientes -dijo Vigil- han surgido en los EE.UU. que merecen mayor consideración por nuestra parte"...
Se estaba refiriendo a la new thing, de la que el señor Salcedo, interrumpiendo, opinó que era "una basura". Al parecer su opinión era compartida por uno de los organizadores de la convención, para el cual merecían mayor atención las space operas que "ciertas formas de expresión que se apartan del clasicismo"; nos aconsejó también que leyéramos con mayor detenimiento las novelas de "a duro" (aunque ahora valgan tres) que al parecer y según su opinión eran los arcanos guardianes de la SF clásica. Aquí, librándome de la "presa" con la que Vigil me mantenía clavado en mi asiento, me levanté y pedí la palabra. "Si la SF es una literatura -dije más o menos- debemos exigirle ante todo la calidad que cualquier obra literaria debe tener para ser considerada como tal". Y arremetí por el mismo sendero, "recomendar la lectura de consumo, novelas de "a duro" de SF, equivale a fomentar la mala opinión que de ella tienen los ajenos al género".
Una vaga impresión que siempre he tenido, y que se ha puesto de manifiesto en esta Convención, es que el lector de SF lee exclusivamente SF, sea cual sea su precedencia, manteniéndose al margen de las corrientes literarias de vanguardia. Buena prueba de ello es la postura de rechazo que cierto sector reaccionario presenta frente a la "new thing".
Por fin Vigil me hizo sentar de nuevo amordazándome para que pudiera oir a Jesús Cuadrado, invitado a la Convención como informador, que pidió la palabra para dejar bien sentado que la "new thing" era una nueva forma de expresión y no una temática. Cuadrado apoyó mi posición, originando la indignación del señor Salcedo, que arremetió de nuevo contra los escritores de la "nueva cosa" y muy en especial contra Harlan Ellison.
Dado que la conversación estaba derivando hacia el terreno de lo personal, el moderador de la mesa rogó que nos ciñéramos al tema concediendo la palabra al presentador para hacernos una exposición de un tema muy caro a la SF: las utopías, las antiutopías y las ucronías. Y de aquí surgió nuevamente la discusión sobre la "nueva cosa", puesto que el presentador, Francisco Arellano, pasó a hablarnos sobre la novela de Dick El hombre del castillo (Ed. Minotauro, Buenos Aires). Carlos Sáiz elaboró una encarnizada crítica de esta obra de Dick achacándole la cantidad de "puntos sueltos" que el autor dejaba a lo largo de su narración. El doctor Romeo, asistente de honor a esta Convención, haciendo hincapié en que no lo decía de forma peyorativa, observó que Dick es un adicto al LSD y que su obra debía considerarse teniendo en cuenta este factor. Tomó la palabra Cuadrado para observar que otros grandes genios de la literatura universal han sido adictos, caso de Poe (alcohólico), casos de Baudelaire o de Quince (fumadores de opio). Pero no pudo terminar sus consideraciones, puesto que el señor Salcedo, un tanto exaltado, volvió a la carga para decirnos que los escritores de "nueva cosa" no valían nada y que El hombre en el castillo era una basura, y tal vez para calmar a Salcedo o tal vez porque el tiempo se nos echaba encima (eran más de las dos de la tarde), el moderador, haciendo gala de su diplomacia, sugirió dar por terminada la primera mesa redonda de la Convención, propuesta que los asistentes acogimos de muy buen grado ya que la mayoría estábamos desfallecidos. Así que nos fuimos a comer.
Por la tarde a las cinco tuvo lugar la segunda proyección cinematográfica, Hace un millón de años, de Don Chaffey, que tenía el aliciente de mostrarnos a la despampanante Raquel Welch muy ligerita de ropa y haciendo la troglodita. Sin embargo, fueron muchos los que no se dejaron seducir por los "encantos paleolíticos" y prefirieron emplear este tiempo en seguir una costumbre muy hispana: la siesta. Después de la película, el Doctor Álvarez Villar nos regaló los oídos con una docta conferencia "Sicoanálisis y Ciencia Ficción", en la que se despachó muy a su gusto hablándonos de su relato "La espiral del alma" (publicada en ND nº 9) y que a muchos les sirvió como prolongación del sueñecito comenzado dos horas antes.
ÚLTIMAS ESCARAMUZAS, DESPEDIDA Y ClERRE
El día 23 prosiguió la batalla, iniciándose puntualmente a las diez de la mañana de nuevo en el Centro Asturiano. Tras la prolongada siesta de la tarde anterior y el sueño reparador de la noche pasada, los congresistas, con un aspecto inmejorable, se aprestaban con bríos reforzados al combate.
"Corrientes de la Ciencia Ficción en el Mundo" fue el tema de la primera mesa redonda de la mañana, que dirigiría Carlos Sáiz, quien abordó el tema comenzando a hablarnos por el principio, valga la redundancia: Verne, Wells y papá Hugo. Prosiguió recreándose en los clásicos americanos, haciendo grandes elogios del triunvirato Asimov, Van Vogt, Heinlein, para llegar cronológicamente al año 1958, en el que, para él, se produciría una escisión en la SF. De una parte los partidarios de la "new thing" y de otra los de la "espada & brujería". Esta afirmación me dejó bastante perplejo, como a la mayoría de los asistentes, que no acertamos a comprender en qué se basaba. Pero lo que ya rayó en la cuchufleta general fue que el señor Salcedo se empeñó en atribuir la paternidad de la "new thing" a Ray Bradbury. Frabetti, conocedor del tema a fondo, hizo uso de la palabra para presentarnos a Bradbury como un discípulo del peor Hemingway sensiblero y machacón, provocando casi un soponcio entre los elementos reaccionarios presentes en la sala. Afortunadamente no se hallaba allí José Luis Garci y la cosa no pasó a mayores; sin embargo, Luis Vigil tuvo que distribuir, oportunamente, terrones de azúcar impregnados de Agua del Carmen entre los desmayados. El coloquio prosiguió y puesto que se estaba hablando de la función crítica de la SF, Vigil aprovechó para sugerir que si la SF tradicional cumplía con una misión crítica aceptada, uno de los enfrentamientos que planteaba la "new thing" era servir de aparato crítico donde no cabían aceptaciones por parte del sistema.
Concluyó así el primer round de la mañana.
En el intermedio el Vicepresidente del Centro Asturiano aprovechó de nuevo para dirigirnos la palabra manteniéndose en su línea de desconocimiento de lo que allí estábamos tratando. Sus palabras fueron acogidas con visible tolerancia por parte de los asistentes, quedando probado una vez más que el aficionado a la SF es de naturaleza paciente.
A las doce sonó la campana del segundo round: "Estado actual de la Ciencia Ficción en España" Dirigía la mesa Agustín Jaureguízar, quien demostró palpablemente (llegó con una voluminosa maleta cargada de libros) que el aficionado a la SF en nuestro país debía gastarse un promedio de unas mil pesetas mensuales, si quería estar al corriente de lo que las editoriales publicaban en castellano sobre el tema que nos ocupa.
Acto seguido se habló de los autores españoles. Hablaron los editores; Luis Vigil expuso los problemas con los que las editoriales tropiezan a la hora de encontrar originales de calidad en castellano. Tomó la palabra Salcedo para decir que todo lo que Nebulae había publicado de escritores españoles era una verdadera basura. Habló Carlo Frabetti para lamentarse de la acusada falta de calidad literaria y de originalidad de que adolecían los relatos que él recibía para la sección experimental de ND. Hablé yo para puntualizar sobre el criterio de selectividad empleado por Frabetti a la hora de efectuar sus selecciones, conviniendo en que tal vez era excesivamente estricto. Habló Arellano para preguntarse por qué los escritores hispanos estaban tan visiblemente influenciados por Lovecraft, y se convino en que tal vez fuera una forma de escapismo para huir de los cánones de una censura estricta y eludir el compromiso. Sáiz se quejó de que los escritores españoles no tenían la oportunidad de escribir novelas largas (¿estaría pensando en una space opera?). Hablamos, hablamos y hablamos... y el tiempo se nos echó de nuevo encima, quedando sobre el tapete una serie de cuestiones muy importantes que debían considerarse sobre el tema.
Por la tarde, a las cinco, en los locales del Club CCC, se procedió al coloquio del que debían haberse sacado las conclusiones de esta Convención. Tomó la palabra nuestro buen amigo Martínez Montalbán para proponer que en la próxima HispaCón se estableciera un programa más definido a fin de que los asistentes no se enfrascaran en divagaciones que sólo conducían a perdidas de tiempo innecesarias. La propuesta fue aceptada por unanimidad.
Se propuso la candidatura de Barcelona para la celebración de la HispaCón 76, aceptándose por unanimidad y nombrándose un Comité Permanente formado por Luis Vigil, Carlo Frabetti y un servidor. Se nombraron comisiones paralelas de trabajo a fin de ir centrando los temas a tratar en la próxima Convención y la edición de un boletín de información que vaya manteniendo al corriente a los asistentes de las actividades que van a desarrollarse en la del 1976. Se decidieron fechas: los días 18, 19, 20 y 21 de marzo de 1976 (así que iros preparando). Se propuso que, de algún modo, se tratara de crear un verdadero Premio Nacional de SF que intentaría otorgarse durante la próxima Convención en Barcelona. Este hipotético premio se otorgaría en dos versiones: una a la labor realizada durante el año tal como se hizo en la HispaCón del 69, que sería votado por los asistentes a la Convención, como se hace con los Hugos, y otros premios nacionales a cuento, novela corta y novela, otorgados por un jurado integrado por personalidades del mundo de las letras y expertos en SF; de este modo se paliaría la calidad literaria en abstracto y el contenido en SF de las narraciones presentadas. Hubo un guasón que propuso "sotto voce" que la Convención de este año recibiera el título honorífico de SalcedoCón 75... Propuesta denegada.
Por último, y como acto final de la Convención, al que lamentablemente no pude asistir, tuvo lugar una cena de despedida en el transcurso de la cual se entregaron los Premios del Concurso de Relatos HispaCón 75, concedidos por un jurado integrado por Carlos Sáiz, Leopoldo Sanjuán, José Luis Collantes y, ¡como no! José Antonio Salcedo, que recayeron en las narraciones de Jorge Fernández Higueras, Joaquín Doménech Segura y Jesús Gómez García que podéis leer en este número.
Y eso es todo. Puntualizar que la Convención, con sus defectos y virtudes, ha contribuido una vez más a que los aficionados al género del país hayan podido encontrarse de nuevo, y que lo verdaderamente importante es la buena voluntad de un grupo de fans que con esta serie de actos han estimulado a nuestro fándom sacándole de ese prolongado letargo del que muchos dudábamos pudiera restablecerse.