CONTENIDO LITERAL

("Pastores de estrellas", comentario de Héctor Ramos. Derechos de autor 1995, Gigamesh)

Más recomendable, dentro de la colección Espiral, es su alentadora segunda entrega, Pastores de estrellas, de Daniel Mares. Contiene dos relatos: el que da título al volumen y "Tal vez soñar". El último nos describe el tipo de personaje irónico que parece gustar al autor para sus juegos literarios. Esta vez se trata de un cazarrecompensas de baja estofa que se ve demasiado acuciado por un encargo que en principio parecía sencillo. Las enmarañadas motivaciones del asunto son suficientes para provocar una lectura absorbente y vivaz.
Es curioso comprobar cómo, al igual que en Lovelock, se emplea como método narrativo la existencia de un ingenio registrador de escenas que acompaña al protagonista; en el libro de Card y Kidd era un ser vivo que acaparaba el protagonismo, y aquí se limita a ser una instalación cerebral denominada "psicograbador neural". Lo importante es cómo se sirve Mares de este recurso para crear una paradoja de la narración: es objetiva porque no hace más que referir lo sucedido a una persona, pero desde una fuente que no es ella misma; es subjetiva porque la fuente que recoge los datos está en el interior de la mente del protagonista, y por lo tanto aparecen también sus pensamientos y su visión de las circunstancias. Pues bien, esta perfecta trabazón va a emplearla Mares para llevarnos a un final que no podría alcanzarnos con el mismo impacto si fuera otro el método elegido.
"Pastores de estrellas" vibra con el tono de los grandes space operas de nuestro género en un espacio más reducido. Copia el espíritu de los imperios galácticos añadiendo la inseguridad del dominio de la escasa élite en que se ha convertido la raza humana con el tiempo. En este relato se observa la relación inversamente proporcional tamaño-poder, dándose los casos sorprendentes de que razas numerosas se rijan por la escasa capacidad de acción de sus individuos, como los gadi, y de que el ser más miserable del universo sea también el más poderoso, el emperador terrestre. Es una historia impresionante por la condensación de sus diversas líneas de lectura, a las que el autor ha sabido domar con una técnica propia de maestros consagrados. Ciertamente ambos relatos estarán en las mentes de próximas candidaturas a premios, y no sabría elegir uno de ellos en primer lugar, porque tanto uno como el otro tienen la virtud de no poseer fisuras en su afán por imaginar.