CONTENIDO LITERAL

("Caballero dragón [el]", comentario de Héctor Ramos. Derechos de autor 1995, Gigamesh)

Podría ser que la lectura de Fuga al paraíso nos dejase exhaustos moralmente. Para alternar sabores, es recomendable suavizar el paladar con una novela como El caballero dragón, segunda parte de aquella vigorosa La torre abominable, que continúa con las aventuras de James Eckert, esta vez establecido como barón de Bois de Malencontri y Riveroak en una Gran Bretaña donde los dragones y los magos existen, pero sometidos a leyes que rigen su existencia en todos los ámbitos, al igual que todo ser vivo o cultura.
Gordon R. Dickson escribió esta segunda entrega doce años después de la primera y, en mi opinión, guiado del lógico empeño de los escritores humanos de dar satisfacción al vacío de su estómago explotando las ideas que les resultan fructíferas en otros libros. Utiliza la vitalidad de los personajes de la primera novela, el modelo argumental de viaje hacia un castillo desde donde el mal controla a sus súbditos, e incluso la exasperante ansia de totalidad que permite a los irresponsables unir el resultado de una batalla al de una guerra, el de un examen al de un curso, el de un individuo al de toda la humanidad. Sin embargo, se escapa de la etiqueta de "continuación interminable", puesto que efectúa una apertura de campo de acción que obliga a entrar en nuevos aspectos de esa Edad Media tan sugerente de La torre abominable. A pocos autores se les ha ocurrido reflexionar -de forma frívola, eso sí- en el conocimiento de los dragones tanto como a Dickson, y eso le lleva a crear toda una ciencia de la diplomacia que le servirá a James Eckert para no ocasionar incidentes en sus desplazamientos entre países con el cuerpo de un dragón. Asimismo, lo que vamos a leer esta vez va a centrarse en una gesta de caballeros, más que en los problemas de un matemático de nuestro siglo perdido en la Edad Media.
La soltura del argumento contrasta con la longitud excesiva de la obra, y a veces es necesario confiar en que el ingenio de Dickson se invente alguna nueva situación para no dejarnos a mitad del libro con la sensación de que el resto ya lo conocemos, pero a los entusiastas de la primera parte puede resultarles entretenido seguir leyendo las aventuras de James Eckert.