CONTENIDO LITERAL

("Año de Drácula [el]", comentario de Albert Solé. Derechos de autor 1995, Gigamesh)

La aparición en castellano de la penúltima novela de Kim Newman es motivo de una doble proclamación: por un lado hay que alegrarse, porque con ello se remedia la lamentable estulticia que mantenía inédito aquí a uno de los mejores y más originales novelistas que han surgido en los últimos años; y, por otro lado, hay que lamentarse de que todo parezca indicar que esta novela de Newman haya sido publicada gracias al poder talismánico que le otorga el contar con el Conde en su título y a ninguna otra razón, lo cual convertiría este Newman en flor de un día y seguiría privando al lectorado español de ensayos tan memorables y productivos como Nightmare Movies y de novelas tan potentes, salvajemente imaginativas y entretenidas como Jago, Bad Dreams, Drachenfels o Comeback tour.
Hecha esta salvedad preliminar, hay que advertir que este Newman por fin puesto al alcance de los estantes nacionales tiene otro doble significado a la hora de analizarlo. Por un lado, ofrece una muestra muy representativa del modus operandi newmaniano: tomar de manera aparentemente dispersa y aleatoria un montón de personajes y símbolos de la cultura popular e incrustarlos en una trama de ficción propulsada a base de imaginación en estado puro, que puede llegar a lo delirante en algunas ficciones de Newman peculiarmente anfetamínicas (como la secuencia de novelas que reúne un Elvis reconvertido en super-agente del bien, un Hannibal el Caníbal rebautizado como "el Demonio de Tasmania" al servicio de las fuerzas del mal más letal, y un monstruo tan colosal que en vez de pulgas tiene Godzillas). Por otro lado, también ofrece un mapa de los peligros que acechan a semejante procedimiento literario. La premisa inicial de Newman empleada por este caso es de una fascinación irresistible: la reina Victoria se ha prendado de un enigmático caballero transilvano y se ha casado con él, y el resultado práctico es que Drácula se ha convertido en el Monarca-Consorte primero y en el verdadero Monarca-Amo de Inglaterra después, embarcando al continuo victoriano en una singladura horripilante que puede tener como fin la conversión del mundo en un nido de vampiros feudales y víctimas-despensa sacadas de la gleba. Ay, el peligro que Newman debe esquivar a cada paso es el de que las posibilidades de tal empresa se vuelvan tan deslumbrantes que acaben echando por la borda la necesidad de contar algo que no sea un mero desfile de estrellas invitadas y efectos especiales.... y en esta ocasión acaba cayendo en él. Newman saca al escenario prácticamente a todo quisque, desde Sherlock Holmes hasta Fu Manchú pasando por un tal doctor Henry Jekyll, y hay tanto reparto al cual filmar que la acción avanza a trancas y barrancas y todos hacen mutis por el foro cuando prácticamente todavía no hemos tenido tiempo de identificarles. Con todo, estoy planteando un reproche menor que probablemente pasará totalmente desapercibido a quien entre en contacto con Newman por primera vez gracias a Timun Mas: el viaje en la montaña rusa de vampirismo victoriano y el poderosísimo clímax final, tan altamente cinematográfico como es habitual en Newman, acaban configurando una propuesta atractiva, interesante y del todo inusual. Ojalá no sea más que el primer eslabón en una ya imprescindible e inaplazable operación "lanzamiento Newman" dentro de nuestro sufrido país...