CONTENIDO LITERAL

("Barrayar", comentario de Juan José Parera. Derechos de autor 1994, Juan José Parera)

En la contraportada del libro, con un interés lógicamente propagandístico figura lo siguiente: "Ezar, el anciano emperador de Barrayar, fallece dejando a lord Aral Vorkosigan como regente hasta la mayoría de edad de Gregor. Aral deberá enfrentarse a diversos complots contra el futuro emperador y su misma regencia. Junto a él, Cordelia Naismith, futura madre de Miles Vorkosigan, es la capitana de Beta que ha llegado a convertirse en la sorprendida esposa del regente de Barrayar, un imperio con unas costumbres radicalmente distintas a las suyas. A la amenidad de las aventuras que caracterizan la serie más famosa y popular de la reciente ciencia ficción, se añade ahora el punto de vista femenino que aporta la Ilegada de Cordelia como contrapunto necesario para juzgar y entender la compleja sociedad de los Vor.
Tras Las montañas de la aflicción (Hugo 1990 y Nebula 1989) y EI juego de los Vor (Hugo 1991), Lois McMaster Bujold ha logrado con Barrayar (Hugo 1992), su tercer premio Hugo consecutivo, un palmarés que sólo iguala Orson Scott Card en toda la historia de la ciencia ficción. Las populares aventuras de Miles Vorkosigan (su nacimiento, como no podía ser menos, está también gobernado por la aventura) son ya el paradigma de la más divertida y amena ciencia ficción de los años noventa y justifican el gran éxito popular de esta autora."
Esta pequeña reseña me viene al pelo. Por un lado, resume la historia que la novela nos va a desarrollar y por otro lado me da pie al comentario. Puedo ampliar que la novela también fue merecedora del premio Locus de 1992, por lo que la crónica se presenta difícil. ¿Qué puede añadirse a la opinión de los miles de votos de un Hugo? ¿En qué voy a poder contradecir a los agudos críticos de Locus que en no pocas ocasiones anticipan con sus premios los libros y autores que conseguirán algún otro prestigioso galardón? Quizá para ello deba comenzar por el principio.
Barrayar es una novela que pertenece a una serie. Estamos acostumbrados a que, en ciencia ficción entre otros géneros, las series que trazan los autores se inscriban dentro de ese subgénero al que clásicamente se denomina space opera. (Excepciones siempre tiene la regla, pero casi todas las series de ciencia ficción son space opera). También estamos acostumbrados a que las series adolezcan de una vertiginosa pérdida de calidad según prosiguen editándose las sucesivas continuaciones y, como colofón, disponemos de cierta disposición, más o menos acusada, a considerar la space opera como forma narrativa más orientada hacia la aventura estricta olvidando la expresión, el contexto de la historia o la verosimilitud de los planteamientos. Quizá, opiniones habrá para todos los gustos, la lectura de esta novela pueda conseguir romper en los lectores algunas o todas esas premisas o estipulaciones.
Bujold ha referido las aventuras de Miles Vorkosigan (en esta novela Miles es "virtual" pero no por ello deja de ser protagonismo indirecto de la misma), dentro de un universo coherente con todas las novelas que ha escrito. El doble filo que esto representa se encuentra resuelto sin problemas: No hay contradicciones entre unas obras y otras. Ni grandes incógnitas a despejar en los planteamientos argumentales. Es cierto que en todos los libros disponemos de un final en modo de epílogo que puede considerarse prólogo de otra posterior, sin embargo, la historia queda cerrada en los aspectos fundamentales planteados aunque se le deje al lector espacio suficiente para imaginar por que derroteros podría continuar los personajes, la descripción o el propio universo en el que se inscriben.
La coherencia en el ambiente es algo que los lectores muchas veces no agradecen básicamente porque no se percatan de su consistencia, lo cual es el mejor indicativo de su existencia. A través de unos grandes trazos se fijan los límites en los que nos hemos de mover; límites que por serlo no impiden la aparición de sorpresas, pero entre los que nos encontramos razonablemente seguros de que no va a presentarse, por un improbable pliegue de otra dimensión desconocida, una escuadrilla de seres redentores que explicarán y podrán en su sitio las posibles extravagancias que hayan ido apareciendo. Este es, además, un argumento muchas veces empleado por los más clásicos escritores de space opera.
A falta de mejor definición (existen probablemente dos definiciones por cada lector), el space opera es como un western tecnológico espacial (aquí tienes otra más y es solamente una de las mías). La primacía se encuentra en la pistola rápida, la persecución veloz, la imponente frase susurrada en el momento de la muerte, la mirada seca o el puñetazo certero. Pues bien, este space opera disfruta también de esos condimentos aunque la diferencia estriba en que no son los primarios. Los malos, siendo malos como les corresponde, no lo son de manera intrínseca al modo en que las aventuras de psicópatas nos tienen acostumbrados: son contrarios; y el hecho de que su espacio de movimientos se desarrolle en los mismos parámetros que los protagonistas de la historia, hace que sean coincidentes y por tanto enfrentables. En su condición de no protagonistas atisbamos o intuimos sus principales características a través de las opiniones y experiencias de aquellos que sí han sido detallados en su descripción por la importancia que comportan en el desarrollo de la novela; y en su condición de contrarios deben reaccionar, por sus propias pautas, pero oponiéndose al fluir de los acontecimientos en un intento, vano debe serlo aunque con implicaciones futuras, de torcerlo a su favor o en favor distinto del perseguido por los que sí son los protagonistas de la historia.
La presentación de Miquel Barceló (de imprescindible lectura, como la práctica totalidad de las que realiza) se refiere a Barrayar como una obra previa al desarrollo de la historia de Miles Vorkosigan haciendo que el énfasis recaiga sobre diferente protagonista, en este caso sobre su madre Cordelia Naismith, para resaltar en el conjunto argumental un punto de vista distinto. Es muy difícil contradecir a Miquel, aunque voy a matizarlo. Cordelia dispone en la historia de su propio protagonismo y además personifica ese otro punto de vista. Es decir, Cordelia como perteneciente a la sociedad betanesa dispone de referencias distintas que en principio nos son desconocidas y, a ráfagas, nos muestra pequeñas ventanas de su mundo con dos funciones: la segunda de ellas es la de recrear las diferencias (pág. 13, "Resultaba difícil creer que la gente del lugar siguiese quemando materia vegetal sólo para liberar calor."; pág. 83, "... bandejas servidas por criados humanos..."), que es a lo que Miquel se refiere. La primera de las funciones, la principal desde mi punto de vista, es la de mostrarnos como está conformada y por que su manera de actuar sigue determinada línea (pág. 205, "¿Cuál es la alternativa? ¿Sentarme junto a este charco de barro y llorar hasta que nos capturen?"). La calidad de la narración se vislumbra sobre todo en la forma en que podemos esperar las próximas acciones de Cordelia cuando ya la conocemos suficientemente y en cómo las cosas pequeñas, cotidianas, a veces incluso un poco forzadas en su entrada, tienen más valor que la historia global que cualquiera pueda resumir en dos patadas.
Al fin y al cabo, la existencia de un regente, un emperador, una corte de nobles, un ejército con oficiales dispuestos a dejarse la piel y unos soldados disciplinados, dan mucho juego para todo tipo de intrigas, complots, escaramuzas, incluso se permite hacer cierto guiño indirecto a Star Trek cuando proclama que los betaneses tienen "una tendencia racional", en clara referencia a la tendencia emocional de los bayarrareses, como si de Vulcano y Tierra fuesen unos y otros. Tiene también una pareja enamorada, otra que se enamorará, amor paterno-filial de curtidísimos militares, prostíbulos y peleas callejeras. Desde luego el que incluso sólo busque una novela de entretenimiento quedará colmo con está.
Así, como al principio se decía, a los miles de votos de un Hugo pocas cosas pueden añadirse salvo que Barrayar rompe esa relación entre serie y decadencia argumental, space opera y aventura rígida. Y tan sólo dos últimas referencias: supongo que será por su formación farmacéutica por lo que Bujold se inventa el tóxico "gas de soltoxina" y su venenoso antídoto. Y también supongo que será por su pasión por los caballos por lo que aparecen, de la forma más natural, los equinos a reparar entuertos: un conversación que está abocada al fracaso, una precipitada huida o una relación humana que se había quedado atascada.