CONTENIDO LITERAL

("Refugio [el]", comentario de Pedro Jorge Romero. Derechos de autor 1994, Pedro Jorge Romero)

Esta es la primera novela de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal en cuatro años. Una versión anterior fue presentada con el título El escondite al premio Ultramar en 1991. El premio fue suspendido, pero se dice que esta hubiese sido la ganadora si el premio hubiese seguido su curso normal. No es sorprendente, es difícil escribir, y esa primera versión ya era una magnífica novela. Pero Juan Miguel Aguilera y Javier Redal no pueden dejar nada en paz, no pueden evitar reflexionar sobre lo hecho intentando mejorarlo. después de todo, Javier Redal y Juan Miguel Aguilera son algo más que buenos autores de ciencia ficción: son espléndidos lectores de ciencia ficción: Ia ciencia ficción que han leído les ha servido para aprender como debían construir sus novelas, por ejemplo, Juan Miguel Aguilera confiesa haber leído 12 veces La paja en el ojo de Dios, (en esto se parecen a Umberto Eco, que antes de ser novelista fue un atento lector de novelas). Su proceso de creación es el de perfeccionamiento continuo, intentando que su obra se acerque cada vez más a las obras de ciencia ficción que a ellos les gustaría leer. Ya decía Juan Miguel Aguilera en la entrevista publicada en Bem 10: "Nosotros vamos aprendiendo de una novela a otra".
El refugio es un paso más en ese proceso. Se trata de nuevo de una novela de ciencia ficción que cuida especialmente los aspectos científicos. E1 universo descrito es vasto y las consecuencias de la trama afectarán no sólo al pasado sino también al futuro de la humanidad. El arranque de la acción es simple de resumir, pero sólo puede comprenderse por completo hasta el final.
La acción comienza quinientos millones de años en el pasado. Una guerra acaba de librarse y el maltrecho perdedor prepara sus planes de venganza. Un salto nos lleva hasta el siglo XXI. En el 2024 se descubren en Marte los restos de una civilización remota. En el 2029 una extrañas plantas extraterrestres aparecen por todo el planeta. En el 2034 la Tierra es atacada por medio de una tormenta de positrones. En Marte se preparan lo planes para enviar una expedición al cometa Arat que se sospecha que está relacionado con la catástrofe. La nave espacial Hoshikaze -un artefacto biológico en forma de erizo de mar creado por medio de la tecnología de los extintos marcianos- debe ser pilotada por delfines. Aquí entra la protagonista principal, Susana Sánchez, que descifró el lenguaje de los delfines y ayudo a entender el de los marcianos. El resto del libro relata la expedición primero a Arat y luego a Júpiter.
Todo muy ambicioso. Lo primero que sorprende del libro es la escala a la que todo está hecho. En la primeras 100 páginas hay ideas para escribir 20 novelas de ciencia ficción -y otras 20 con lo que se dice en el resto-. La mayor parte de ellas son aventuradas hipótesis biológicas que dan a la novela un sabor especial. Es relativamente simple encontrar una novela de ciencia ficción dura que utilice la física como soporte, la biología suele ser más rara y por tanto más exótica. Todo además está contado con una cierta ironía, que es la marca de fábrica de Javier Redal y Juan Miguel Aguilera. Baste un ejemplo, cuando un personaje intenta aprender a manejar unas gigantescas máquinas reflexiona:
Fácil, Como decían en el Zen, "el águila no vuela; abre sus alas, y siente que está volando". Es una bella frase. Pero Lucas no conocía declaraciones de águilas al respecto. (p.120)
Pero el punto fuerte de la combinación Juan Miguel Aguilera y Javier Redal es su habilidad para conectar las imágenes científicas con los intereses humanos. Todas las especulaciones más o menos científicas se dan en datos y cifras. Lo autores hacen todo lo posible por justificar lo que sucede. Por ejemplo, cuando la Tierra va a ser destruida por la tormenta de positrones así comienza el capítulo cero de la novela:
Desde su punto de origen, el denso haz de positrones se dirigió al sistema solar interno. Su velocidad era el 99,9999% de la de la luz, tan cerca de ella que, para un observador que se moviera con el haz, un metro equivalía a un milímetro y medio, y un día a cinco segundos. Las oscilaciones aleatorias del campo magnético solar, y algo más, impidieron que se mantuviera enfocado en un solo punto, pero a pesar de eso... (p. 47)
Pero inmediatamente Juan Miguel Aguilera y Javier Redal nos dan la impresión, lo que esa tormenta de positrones realmente significa para los protagonistas humanos de la obra. Como lo vería alguien si realmente estuviese ahí. Valga como ejemplo la destrucción de la estación espacial Shin Nihom (Nuevo Japón):
Shin Nihom estalló, arrojando sus robles centenarios al espacio, como si se tratara de un puñado de bonsais arrastrados por un tifón. Kobayashi Kunio, el famoso multimillonario, contempló el increíble espectáculo de toda aquella belleza que él mismo había colaborado a construir, destrozada, arrancada por un poderoso huracán que los lanzaba girando al vacío, a la muerte.
¡Qué maravilloso haiku podría componerse ante este espectáculo!, pensó un segundo antes de morir. (p. 48)
No es sorprendente. Ya en aquella entrevista en BEM nos contaban como escribían sus obras. Decía Juan Miguel Aguilera:
[...] la mayor parte de las escenas empiezan con una imagen. Una imagen absurda en ocasiones, pero que excita mi sentido de la maravilla. Algo así como: "ballenas flotando en un gigante gaseoso". Javier coge eso, y lo justifica impecablemente, desde el punto de vista científico (BEM 10, p. 6)
Es fácil ver que los talentos de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal se complementan a la perfección. Juan Miguel Aguilera es diseñador gráfico y Javier Redal un poseedor de una envidiable cultura. Simplificando uno podría decir que Juan Miguel Aguilera ve por nosotros mientras Javier Redal justifica para nosotros. Ese conjunto de talentos crea una unión holística donde "el todo es mayor que la suma de las partes".
Pero, como decía ya Stanislaw Lem, el sentido de la maravilla se reduce en muchos casos a la resolución de un puzzle: el autor crea un universo más o menos complejo y se pone a contar en él una historia que podría contarse perfectamente sin ese escenario. Aquí vuelve a servirles bien sus instintos de lectores a Javier Redal y Juan Miguel Aguilera. La historia que nos narran, sólo puede entenderse en el contexto del universo que han creado. El viaje de El refugio es uno de descubrimiento, pero donde aparte de replantearse el pasado de la humanidad, es preciso replantearse su futuro. El último capítulo de la novela muestra el nacimiento de un nuevo tipo de ser humano como resultado de los acontecimientos anteriores. Al contrario que en muchas otras novelas, lo que se descubre al final de El refugio no empobrece a la humanidad, sino que la enriquece.
El resultado final es ciertamente impresionante. Se cierra el libro pensando que se ha leído una magnífica novela. Uno no puede dejar de admirar la construcción de esta obra. ¿Cómo es posible colocar tantos elementos? ¿Cómo pueden aparecer tantas ideas? ¿Cómo pueden estar tan bien estructuradas y presentadas? Mucho han aprendido Juan Miguel Aguilera y Javier Redal desde "El escondite". El refugio es una obra muy trabajada, de sólida construcción, de perfecto acabado, una obra más madura. Merece ser un clásico, y, más importante, merece ser leída.