CONTENIDO LITERAL

("Mallorquí, Negrete, Boix y todos los demás", artículo de Luis Pestarini. Derechos de autor 1997, Luis Pestarini)

Variedad en calidad y registros tributan estos seis libros de la nueva ciencia ficción española, a los que sumamos una antología histórica con relatos en su mayoría del siglo pasado. Es evidente que la CF hispana tiene pasado, presente y futuro.
El coleccionista de sellos, de César Mallorquí, novela corta ganadora del premio UPC 1995, está ambientada hacia las postrimerías de la Guerra Civil en 1939. Es una historia policial contada tres veces con finales distintos, merced al recurso de los universos paralelos. A través de la investigación de una serie de crímenes cometidos a víctimas cuyo único nexo es que eran coleccionistas de estampillas, Mallorquí describe el Madrid de fin de guerra, como fue y como pudo haber sido. El autor es un maestro en la definición de personajes (logra que el mismo protagonista esté involucrado en tres historias en distintos mundos con distintos avatares y diferentes reacciones, y en todas ellas resulta verosímil), acompañada por una impecable reconstrucción histórica y un estilo preciso y fluido. No obstante, falla cuando debe justificar la motivación de los crímenes -donde aparece el elemento de CF-, poco convincente y forzado.
Segadores de vida de X. Pacheco y J. A. Bonilla -presentes en el mismo libro por obtener una mención en el premio UPC como miembros de la Universitat- es un relato evidentemente amateur, distante en logros y originalidad de los otros dos del volumen. Tras un comienzo confuso, es posible descifrar una trama derivativa que recorre varios temas de moda (relacionados con la biología), con clichés del cine de CF y numerosas digresiones explicativas que quiebran el ritmo constantemente.
Tanto en Nox perpetua como en Lux aeterna (incluido en Premios UPC 1995), Javier Negrete exhibe los mismos defectos y virtudes: capacidad narrativa, buen uso de los personajes y exigua originalidad argumental. Las historias tienen puntos de contacto: ambas son relatos de aventura y conocimiento, contados a través de la travesía del héroe con la meta -directa o indirecta- de obtener el amor de una mujer. En esa singladura, ambos héroes descubrirán maravillas que no iban a buscar. Nox perpetua cuenta la historia de un equipo de exploradores humanos de una cultura en un estadio anterior al nuestro, que intentan alcanzar al Polo Norte de su mundo, donde descubren la auténtica procedencia de su linaje. La historia, narrada como dos diarios, uno personal y otro de viaje, entremezclados con fragmentos contados a través del narrador omnisciente en tercera persona, alcanza el clímax a poco de pasada la mitad de su extensión, y luego decae hacia un final previsible. Lux aeterna, por otro lado, cuenta sobre el desesperado viaje de un artista para rescatar a la mujer que ama de las manos de un hombre con poderes de Dios. Ambas historias están contadas con buena dosis de imaginación y un estilo muy cuidado, que permite disimular la simplicidad arquetípica de lo narrado. El resultado, en ambos casos, es más que decoroso y confirma a Negrete como el autor más prometedor de la nueva CF española.
El título de "autor prometedor" parecía reservado, en primer lugar, a Rodolfo Martínez, en especial luego de la ingeniosa La sonrisa del gato, pero en Tierra de nadie: Jormungand, nos enfrentarnos con una novela desmesurada, abrumadora y ambiciosa, que escapa de las manos de su autor a poco de superado el prometedor comienzo. No es de extrañar estos defectos, característicos de un autor primerizo, cuando descubrimos que fue escrita antes que La sonrisa del gato, novela más madura. Lo que en ésta es economía narrativa, control del argumento y reducido plantel de personajes, es lo opuesto en Tierra de nadie. Cuenta la historia de un mundo -Jormungand-, que pasa de ser una colonia penal para luego, y con sigilo, desarrollar una cultura independiente y autosuficiente. El nudo de la historia es la visita de una misión enviada por la civilización galáctica con la intención de evaluar la posible integración de Jormungand.
El libro le debe mucho a Jack Vance, en particular en el desarrollo de culturas, seres y paisajes extraños, aspectos en donde Tierra de nadie expone sus mejores páginas, pero los elementos que surgen en primer plano en toda narración -trama y personajes- están desdibujados y confusos. El salto de narrador a narrador, las distintas líneas argumentales no siempre convergentes y la recurrencia a temas y recursos abordados hasta el hartazgo en la CF (telepatía, mejoramiento genético de animales, inteligencias planetarias, sociedades utópicas) terminan por herir mortalmente a una novela que ni siquiera tiene conclusión, pues se anuncia inquietantemente una continuación.
El enfrentamiento es la primera y postergada novela de Juan Carlos Planells, anunciada alguna vez por el sello Ultramar, que quebró cuando el libro estaba en imprenta. Es, como El coleccionista de sellos, una historia de universos paralelos ambientada en el pasado reciente español: en uno de los universos, los alemanes ganaron la segunda guerra y ocupan la Península. El otro mundo no es mucho mejor, aunque ofrece ciertas esperanzas: los Estados Unidos dominan políticamente el mundo, imponiendo leyes "internacionales" que rigen en todo Occidente. La historia gira en torno a los efectos de una de ellas: la prohibición de publicar libros nuevos de ficción (y, por consiguiente, de escribirlos). Los mismos personajes viven historias en los dos mundos, conectados por una puerta desarrollada científicamente.
La narración se apoya en los diálogos, elemento que Planells maneja muy bien, definiendo impecablemente a los personajes que resuelven los conflictos dramáticos y la intriga de una manera teatral. No obstante, al avanzar esta historia sin pretensiones, de buen ritmo y cierto ingenio en los planteos, uno puede dejar correr ciertas inconsistencias en los universos planteados y, fundamentalmente, la falta de interacción narrativa entre los dos mundos, que si bien se conectan en un par de ocasiones, parecen desatinadas para sustentar toda la historia. Si bien El enfrentamiento está lejos de ser una historia plenamente lograda y provoca cierta decepción, pues más podía esperarse de su autor, indudablemente pasará a conformar el sedimento de libros de segunda línea que contribuyen a dar forma a una CF nacional.
Así como en El enfrentamiento las mayores virtudes están en los personajes y los diálogos, en Inclinación: 26 grados es allí donde encontramos las carencias: es más, el autor de estas tres historias, un divulgador científico de palmario renombre en su tierra, omite casi todo recurso narrativo ajeno a la descripción ascética de la peripecia del héroe. No hay motivaciones, no hay interrelaciones personales, no hay sentimientos: los relatos son frías especulaciones en torno a una idea de origen tecnológico. En el primero de los cuentos, el que da nombre al libro, se nos presenta un gigantesco edificio capaz de alterar su centro de equilibro para resistir terremotos y otras catástrofes; allí, un grupo terrorista inicia una acción con la voluntad de derribarlo. Dos excelentes elementos que son reducidos a una insustancial persecución. Con "En el ojo del ciclón" sucede algo similar: la idea del control del clima como arma apenas se sustenta en una intriga maniqueísta de ex oficiales soviéticos. "Algo en alguna parte", describe la venganza de un fantasma que se apoya tenuemente en una justificación científica. Los tres relatos son leves representaciones literarias de tres ideas enraizadas en trabajos científicos, que poco dicen en el campo de la literatura.
Visiones 1996 es la última muestra de las antologías anuales preparadas por la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción, en esta ocasión a cargo de Joan Manel Ortiz. Como el mejor libro de la serie, se apoya en un puñado de relatos que, curiosamente, están ambientados en el pasado. "Muerte de ida y vuelta" cuenta con naturalidad el lento descubrimiento, por parte del protagonista, de los límites del deseo. "Wolfgang Amadeus Mozart, tú que estás en los infiernos...", de Armando Boix, da una vuelta de tuerca al pacto con el diablo y nos presenta un inesperado desenlace para la vida de Mozart, en uno de los mejores cuentos de este subgénero de ecos fáusticos que se han escrito. Rodolfo Martínez se mete con Sherlock Holmes y Drácula en "Desde la tierra más allá del bosque", un tema no demasiado original (recuérdese El año de Drácula, de Kim Newman), pero, no obstante, aquí encontramos al buen narrador ausente en Tierra de nadie, capaz de contar una historia entretenida como homenaje y parodia a la vez.
"Dime con quién andas...", de Gallego y Sánchez, es una extensa narración que comienza como una parodia a la manera de Sheckley, con robots haciendo tonterías, pero a poco de avanza se transforma en un policial previsible y poco imaginativo. Rafael Marín, en "Ébano y acero", narra de manera prolija un relato sobre una rebelión que, de mil modos distintos, hemos leído antes. "La mirada del intruso" es una confusa historia que mezcla malamente una descripción costumbrista con descubrimientos científicos. El restante relato, "Un animal en tu estómago", es breve y prescindible.
El último de los libros, también una recopilación de cuentos, tiene un valor muy distinto, pues recoge relatos de ciencia ficción publicados entre 1832 y 1913, con un estudio preliminar a cargo de Nil Santiáñez-Tió. De la Luna a Mecanópolis es un más que encomiable trabajo de investigación literaria, que instala a España, junto a Inglaterra, Estados Unidos y Francia, como una de las naciones cuya literatura visitó con regularidad el terreno de la ciencia ficción durante el siglo pasado.
Lo primero que se advierte tras la lectura de estos textos es cómo los españoles veían al futuro próximo en el siglo pasado, desde una nación que sentía marginalmente los efectos de la Revolución Industrial. Casi todos los cuentos están colmados de artilugios técnicos que hoy parecen ingenuos pero que son, en muchos casos, embriones de otros que se desarrollaron más tarde: el televisor, los automóviles eléctricos, el teléfono, etc. Incluso, ya en el campo de la CF, hay un fragmento de una novela, El anacronópete (1885), de Enrique Gaspar, donde se efectúa un viaje en el tiempo a través de una máquina; el libro es anterior en una década a La máquina del tiempo de Wells. Entre tanta maravilla, es necesario reconocer que De la Luna a Mecanópolis no se puede leer como una novedad más, sino que el lector tiene que aproximarse con un interés distinto: descubrir cuáles son los antecedentes del género en nuestro idioma. Muchos de los cuentos y fragmentos aquí presentados -incluso algunos de los portan nombres célebres- son de lectura árida y exigente, pues están dirigidos a un lector hoy desaparecido: aquel que quería saber cómo sería el siglo XX con sus maravillas tecnológicas. Hay algunos relatos de aventuras -incluso uno, "M. Dasant, médico aerópata", de José Fernández Bremón, que no puede encuadrarse como perteneciente al género, pues es presentado como una farsa armada por el protagonista- y otros, como "Las ruinas de Granada" de Ángel Ganivet, donde la prosa ha mantenido todas sus virtudes a través del tiempo. A través de la mayoría de las historias, como "Una historia de amor en el siglo XXI", de Carrillo Millán, o "La revolución sentimental" de Ramón Pérez de Ayala, es posible ejercer el estudio de costumbres. De la Luna a Mecanópolis es un libro indispensable para todo lector de CF cuyos intereses vayan un poco más allá de la lectura de las novedades del mes y las batallas estelares.

Es curioso descubrir, a partir de la lectura de estos libros, como la ciencia ficción española está alcanzando la madurez con una simetría casi perfecta entre el pasado y el futuro: en aquel, los escritores que merodeaban la CF hacían sus mejores trabajos ambientándose en el futuro. Hoy, las mejores obras de CF española están ambientadas en el pasado. Tal vez se pueda plantear si esta inversión de roles se produce por falta de ideas, pues es más fácil escribir sobre lo que ya se conoce -parcialmente- que especular sobre futuros indeterminados. Cualquiera sea el motivo, parece ser muy saludable para la nueva ciencia ficción española.