CONTENIDO LITERAL

("Lo mejor de la ciencia ficción del siglo XIX (I)", comentario de Mónica N. Nicastro. Derechos de autor 1984, Mónica N. Nicastro).

Como todo el mundo sabe Asimov es un autor excelente, prolífico, inteligentísimo, simpático, ocurrente y audaz. Como todo el mundo sabe, es un antologista y comentarista muy apreciado, que con el simple recurso de decir lo que piensa acierta muchas veces con la verdad. Por ejemplo en sus mordaces comentarios sobre la CF en la pantalla en Sobre la ciencia ficción (1). También con el simple recurso de decir irreflexivamente lo que piensa cometa algunas barbaridades como las críticas a 1984 y La gran rueda en el cielo en el libro citado. Asimov tiene una formación estrictamente científica, positivista y pragmática, y es a la luz de ella que hace todos sus juicios. Y aquí, donde enfrenta relatos que han pasado a la historia literaria es donde empieza a fallar su posición de divulgador en tono didáctico. Como cuando afirma: "Julio Verne fue, con mucho, el más grande escritor de ciencia ficción del siglo XIX..." (p. 10). Lo cual es, o una bruta equivocación de palabra, o una bruta afirmación. (Pero recordemos que para Asimov "bueno" es sinónimo de "vendido"). Los cuentos de Hoffmann, Poe, Hawthorne, Mauppasant y London se han publicado en repetidas y diferentes ediciones y comentado ampliamente en todos los niveles. El cuento de Rosny Ainé -magnífico- fue publicado por Nebulae en 1958 (2), con una mala traducción, y el de Wells -muy bueno- en la biblioteca de La Nación en 1909 por primera vez y luego reeditado en varias ocasiones. De los restantes, tres son fantásticos y uno utópico, lo que hace un total neto de cinco cuentos de CF, pero todos muy cortos, nuevos para el lector argentino sobre dos volúmenes.
"El mortal inmortal" es una buena muestra de la literatura fantástica del romanticismo. Para el jovencito que tomó inadvertidamente la poción de inmortalidad del viejo alquimista, la vida, a los trescientos años, es una carga pesada. Se repite la obsesión por las regiones polares, como final, tal como lo encontramos en Frankenstein.
"El reloj que marchaba hacia atrás" es un encantador cuento fantástico del tipo "victoriano" aunque mucho más ágil y menos alambicado que los que conocemos de ese período, mechado con filosofía hegeliana en versión humorística.
"En el sol", junto con "La catástrofe del valle del Támesis", son relatos-catástrofe victorianos. Estos y "El saurio" -acerca de un señor que patea un huevo de dinosaurio- son interesantes más bien como muestras de su época que por su tema o estilo.
El cuento del Wells -"En el abismo"- que podría haber corrido el mismo destino, se jerarquiza gracias a su mayor profundidad -valga el juego de palabras- de tema y tratamiento. Es la crónica de una exploración en batiscafo y de las criaturas inteligente que encuentra en el mar profundo. Muy tétrico y muy desosegante.
"Una historia de gravedad negativa" es un encantador cuento cómico de CF dura. Un señor maduro, padre de familia, inventa un aparatito de antigravedad, y no lo utiliza para nada mejor que para reducir su peso y facilitar ejercicios violentos y largas caminatas. El problema se presenta cuando se lo olvida puesto a doble potencia y se va flotando.
"Los Xipehuz" fue comentado por Pablo Capanna en El sentido de la ciencia ficción. Repito que es una historia excelente, sorprendente para su época, acerca del enfrentamiento de una cultura human neolítica y una especie ¿extraterrestre? No orgánica. Resulta estremecedora la pena final del triunfador que lamenta que una especie no pueda prosperar sin destruir a las otras. ¿Un anticipo de la preocupación ecológica? El relato principal está disfrazado de documento cuneiforme y enmarcado por las palabras preliminares de un erudito antropólogo. La traducción de Nebulae lo había asesinado, así que podemos darlo como relato nuevo.
"El posible camino" es la historia de un naufrago en una isla habitada por telépatas. No tiene un solo diálogo, es pura utopía descriptiva, del tipo que era tan apreciado por los socialistas utópicos del siglo XIX.
"El gran experimento Keinplatz" es un simpatiquísimo cuento cómico fantástico, una especie de homenaje a Hoffmann. Un viejo profesor e investigador -esta antología está llena de ellos- investiga la transmigración de las almas a través de la hipnosis, pero intercambia erróneamente la suya con la de su joven ayudante.
En síntesis, esta antología nos aporta como novedades los cuentos de Allen, Hyne, Milne y Stockton, de los cuales el último y el primero son los mejores; y cuentos de autores a los que tradicionalmente identificamos con otras obras, como los de Shelley, Mitchell, Bellamy, Doyle y Wells; y una joyita, Rosny Ainé. Las introducciones de Asimov son superfluas, algunas de sus biografías-críticas son buenas. Resultan chocantes los juicios que hace de la obra de los clásicos y su tono divulgador, pero los detalles "sabrosos" y poco conocidos que acostumbra intercalar las hacen interesantes.
La traducción de Domingo Santos, como siempre, es correcta pero no excelente. Además sospechamos que tiende a expandir el texto, es decir, a traducir las frases con más palabras que las necesarias.

Notas:
La traducción de "En el abismo" de Santos dice que el batiscafo soportará una presión de una tonelada y media por cm2, mientras que en la vieja edición de La nación habla de 7'5 toneladas. Por favor, ingenieros matemáticos, ¿quieren leer el cuento y verificar los cálculos?
(1) Sobre la ciencia ficción. Buenos Aires: Sudamericana, 1982. 334 p.
(2) La fuerza misteriosa. Barcelona: Edhasa, 1962. 208 p. (Nebulae, 82)