CONTENIDO LITERAL

(Fragmento de "2010: Odisea dos", novela de Arthur C. Clarke. Derechos de autor 1982, Arthur C. Clarke)


I LEONOV


1 ENCUENTRO EN EL FOCO

Aun en esta Edad Métrica, seguía siendo el telescopio de mil pies de largo, no el de trescientos metros. El gran plato emplazado entre las montañas ya estaba parcialmente cubierto de sombras, mientras el sol tropical se retiraba rápidamente a descansar, pero la masa triangular del complejo de antenas suspendida sobre su centro todavía resplandecía de luz. Desde el suelo, allá abajo, se hubieran necesitado ojos agudos para distinguir las dos figuras humanas en medio de aquella confusión aérea de vigas, cables de sostén y guías de ondas.
- Ha llegado el momento - dijo el doctor Dimitri Moisevitch a su viejo amigo Heywood Floyd-, de hablar de muchas cosas. De zapatos y naves espaciales y lacre, pero principalmente de monolitos y computadores con disfunciones.
- De modo que es por eso que me sacaste de la conferencia. En realidad no es que me importe; he escuchado tantas veces decir su discurso SETI a Carl que lo puedo repetir de memoria. Además, la vista es ciertamente fantástica; tú sabes, de todas las veces que he estado en Arecibo, nunca subí hasta aquí, a la alimentación de las antenas.
- Deberías avergonzarte. Yo he estado aquí tres veces. Imagínate, estamos escuchando el Universo entero, pero nadie puede oírnos a nosotros. Hablemos, pues, de tu problema.
- ¿Qué problema?
- Para empezar, ¿por qué tuviste que presentar la renuncia como presidente del Consejo Nacional de Aeronáutica?
- No renuncié. La Universidad de Hawai paga mucho mejor.
- De acuerdo, no renunciaste, te adelantaste a ellos. Después de todos estos años, Woody, no puedes engañarme, y deberías evitar intentarlo. Si te volvieran a ofrecer el CNA ahora mismo, ¿dudarías?
- Está bien, viejo cosaco, ¿qué quieres saber?
- Antes que nada, hay muchos cabos sueltos en el informe que finalmente publicaron, después de tanta presión. Pasaremos por alto el ridículo y francamente ilegal secreto con que la gente de ustedes ha desenterrado el monolito de Tycho...
- Eso no fue idea mía.
- Es un placer escucharlo: inclusive te creo. Y apreciamos que estén permitiendo que todo el mundo lo examine -que, por supuesto, es lo primero que debería haber hecho-. No es que haya ayudado mucho...
Hubo un sombrío silencio mientras los dos hombres contemplaban el negro enigma que allá arriba, en la Luna, seguía desafiando desdeñosamente todas las armas que la ingenuidad humana apuntaba contra él. Luego el científico ruso continuó.
- De todos modos, sea lo que fuere el monolito de Tycho, hay algo más importante en Júpiter. Es ahí hacia donde envió su señal, después de todo. Y ahí es donde su gente se metió en problemas. A propósito, lo lamento, aunque Frank Poole era el único a quien conocí personalmente. Lo vi en el Congreso IAF '98, parecía una buena persona.
- Gracias; todos ellos eran buenas personas. Desearía que supiéramos qué les sucedió.
- Sea lo que fuere, seguramente admitirás que ahora concierne a toda la especie humana, no sólo a los Estados Unidos. Ya no pueden tratar de utilizar su conocimiento para beneficio exclusivamente nacional.
- Dimitri, sabes perfectamente bien que los de tu lado hubieran hecho exactamente lo mismo. Y tú hubieras ayudado.
- Estás absolutamente en lo cierto. Pero eso es historia antigua, como tu recientemente concluida gestión, que fue responsable de todo el problema. Con un nuevo presidente, tal vez prevalezcan pareceres más juiciosos.
- Posiblemente. ¿Tienes alguna sugerencia, y es ésta oficial o sólo una esperanza personal?
- Completamente extraoficial por el momento. Lo que los malditos políticos llaman conversaciones tentativas. Y cuya mera existencia rechazaré de plano.
- Me parece justo. Continúa.
- Bien, ésta es la situación. Ustedes pondrán en órbita estable a Discovery II tan pronto como puedan, pero no pueden esperar tenerla lista en menos de tres años, lo que significa que perderán la próxima ventana de lanzamiento.
- No puedo confirmarlo ni negarlo. Recuerda que soy sólo un humilde consejero universitario, algo completamente alejado del Consejo de Aeronáutica.
- Y supongo que tu último viaje a Washington fue sólo un paseo para encontrarte con viejos amigos. Continuando: nuestra propia Alexei Leonov...
- Pensé que la iban a llamar Gherman Titov.
- Incorrecto, Consejero. La vieja y querida CIA los ha defraudado nuevamente. Es Leonov, desde enero último. Y no dejes que nadie sepa que yo te dije que alcanzará Júpiter por lo menos un año antes que Discovery.
- No dejes que nadie sepa que yo te dije que lo temíamos. Pero continúa.
- Mis superiores son tan estúpidos y limitados como los tuyos; quieren seguir solos con esto. Lo que significa que cualquier cosa que haya funcionado mal con ustedes puede volver a sucedernos a nosotros, y así regresaríamos todos a fojas cero, o peor.
- ¿Qué creen que falló? Estamos tan perplejos como ustedes. Y no me digas que no tienen todas las transmisiones de Dave Bowman.
- Desde luego que sí. Todo hasta el último: "¡Dios mío, esto está repleto de estrellas!" Inclusive hemos realizado un exhaustivo análisis de la configuración de su voz. No creemos que estuviera alucinado; trataba de describir lo que realmente veía.
- ¿Y qué piensan de su desplazamiento Doppler?
- Completamente imposible, por supuesto. Cuando perdimos su señal, se estaba alejando a un décimo de la velocidad de la luz. Y la había alcanzado en menos de dos minutos. ¡Veinticinco mil gravedades!
- Entonces debe de haber muerto instantáneamente. - No finjas inocencia, Woody. Las radios de sus cápsulas espaciales no están construidas para soportar siquiera una décima de tal aceleración. Si éstas pudieron sobrevivir, también pudo Bowman; cuanto menos hasta que perdimos contacto.
- Sólo estaba poniendo a prueba tus deducciones. De allí en más, estamos tan a ciegas como ustedes. Si es que lo están.
- Apenas jugamos con alocadas conjeturas que me avergonzaría contarte. Aun así, sospecho que ninguna será ni la mitad de disparatada que la realidad.
Las luces de posición pestañeaban alrededor de ellos, como pequeñas explosiones escarlatas, y las tres esbeltas torres de sostén del complejo de antenas comenzaron a brillar como fanales contra el cielo oscurecido. El último atisbo rojizo de sol desapareció tras las colinas circundantes; Heywood Floyd aguardó el Verde Resplandor, que nunca había podido ver. Una vez más se vio defraudado.
- Entonces, Dimitri - dijo-, vayamos al punto. ¿Precisamente adónde quieres llegar?
Debe haber gran cantidad de inapreciable información almacenada en los bancos de memoria de Discovery; y presumiblemente aún continúa registrándola, aunque la nave haya cesado de transmitir. Nos gustaría obtenerla.
- Me parece bien. Pero cuando ustedes lleguen, y Leonov realice el acople, ¿qué les impedirá abordar Discovery y copiar todo lo que quieran?
- Nunca pensé que tendría que recordarte que Discovery es territorio de los Estados Unidos, y que una incursión no autorizada sería piratería.
- Excepto en el caso de una emergencia de vida o muerte, que no sería difícil de preparar. Después de todo, sería complicado para nosotros vigilar lo que hicieran sus muchachos, desde un billón de kilómetros de distancia.
- Te agradezco tu extremadamente interesante sugerencia; la pasaré. Pero aun subiendo a bordo, nos llevaría semanas aprender todos los sistemas de ustedes, y leer todos los bancos de memoria. Lo que propongo es cooperación. Estoy convencido de que es la mejor idea, pero a ambos puede llegar a resultamos trabajoso vendérsela a nuestros respectivos superiores.
- ¿Tú quieres que uno de nuestros astronautas vuele con Leonov?
- Sí, preferentemente un ingeniero especializado en los sistemas de Discovery. Como los que ustedes están entrenando en Houston para traer la nave a casa.
- ¿Cómo supiste eso?
- Por el amor de Dios, Woody; apareció en un videotexto de Aviation Week hace por lo menos un mes.
- En realidad, estoy desconectado; nadie me informa sobre lo que ha dejado de ser secreto.
- Mayor razón para pasar un tiempo en Washington. ¿Me secundarás?
- Absolutamente. Estoy de acuerdo contigo en un ciento por ciento. Pero...
- ¿Pero qué?
- Pero ambos debemos vérnoslas con dinosaurios con sesos en sus colas. Algunos de los míos dirán: "Dejemos que los rusos arriesguen la cabeza, apresurándose a llegar a Júpiter. De todas maneras nosotros estaremos allí un par de años más tarde y además, ¿qué apuro hay?"
Por un momento reinó el silencio sobre el conjunto de antenas, apenas alterado por el sordo crujir de los inmensos cables que lo mantenían suspendido a cien metros de altura en el cielo. Luego Moisevitch prosiguió, tan suavemente que Floyd debió esforzarse para oírlo:
- ¿Ha revisado alguien la órbita de Discovery.
- Realmente no lo sé, pero supongo que sí. En todo caso, ¿por qué preocuparse? Es perfectamente estable.
- ¿De veras? Dispénsame la descortesía de recordarte un embarazoso incidente de los días de la antigua NASA. La primera estación espacial, Skylab. Se suponía que permanecería arriba una década, pero el rozamiento del aire en la ionosfera fue erróneamente subvaluado, y cayó años antes de lo planeado. Creo entonces que recuerdas este pequeño traspié, aunque tú eras un niño.
- Fue el año en que me gradué, y tú lo sabes. Pero Discovery nunca llega a aproximarse a Júpiter. Inclusive en el perigeo, eh, perijoveo, está demasiado alto para ser afectado por la resistencia atmosférica.
- Ya he revelado lo suficiente como para volver a ser exiliado a mi dacha y podrías no estar autorizado a visitarme la próxima vez. Así que sólo digan a su personal de rastreo que hagan su trabajo con más cuidado, ¿de acuerdo? Y recuérdales que la magnetósfera de Júpiter es la más intensa del Sistema Solar.
- Comprendo a qué te refieres; muchas gracias. ¿Algo más antes de bajar? Estoy comenzando a helarme.
- No te preocupes, amigo. Tan pronto como dejes trascender esto hasta Washington - espera una semana, aproximadamente, para no comprometerme-, la caldera va a comenzar a adquirir mucha, mucha presión.


2 LA CASA DE LOS DELFINES

Los delfines nadaban hasta el comedor cada tarde, justo antes de la puesta del sol. Sólo en una ocasión, desde que Floyd ocupó la residencia del Consejero, habían modificado su rutina. Fue el día del tsunami de dos mil cinco, el que, afortunadamente, había perdido la mayor parte de su poder antes de llegar a Hilo. La próxima vez que sus amigos no llegaran a tiempo, Floyd pondría a su familia dentro del coche y partiría rumbo a tierras altas, aproximadamente en la dirección de Mauna Kea.
Encantadores como eran, tenía que admitir que su tendencia a las travesuras era a veces una incomodidad. Al saludable geólogo marino que había diseñado la casa nunca le había molestado mojarse, porque habitualmente sólo vestía pantaloncitos de baño, o menos. Pero hubo una ocasión inolvidable cuando todo el Cuerpo de Regentes, en atuendo de noche, estaba saboreando unos cócteles alrededor de la piscina mientras esperaban la llegada de un distinguido invitado del continente. Los delfines habían deducido, correctamente, que participarían del homenaje. Así fue que el visitante se encontró con la sorpresa de verse agasajado por un empapado comité de recepción en inadecuados trajes de baño, y el buffet había estado muy salado.
Floyd siempre se preguntaba qué hubiera opinado Marion de esta casa extraña y hermosa sobre la costa del Pacífico. A ella nunca le había agradado el mar, pero el mar había vencido al fin. aunque la imagen se iba borrando lentamente, todavía podía recordar la centelleante pantalla en que leyó las palabras: Dr. Floyd -urgente y personal-. y en seguida las móviles líneas de grafía fluorescente que violentamente marcaron a fuego el mensaje en su cerebro: lamentamos informarle vuelo 452 Londres-Washington cayó Terranova. partida de rescate procede búsqueda pero se teme ningún sobreviviente.
De no haber sido por un accidente del destino, él habría estado en ese vuelo. Por unos días, había casi deplorado el asunto de la Administración Espacial Europea que lo había demorado en París; aquella disputa acerca del gravamen al Solaris le había salvado la vida.
Ahora tenía un nuevo empleo, una nueva casa, y una nueva esposa. También aquí el destino había jugado un papel irónico. Las recriminaciones e investigaciones sobre la misión a Júpiter habían destruido su carrera en Washington, pero un hombre de su capacidad no podía permanecer sin empleo por mucho tiempo.
El ritmo más sosegado de la vida de universidad siempre lo había atraído y, al combinarlo ahora con uno de los más hermosos parajes del mundo, resultó ser irresistible. Había conocido a la que sería su segunda esposa apenas un mes después de haber sido nombrado, mientras miraba las fuentes de fuego del Kilanca junto a una multitud de turistas.
Con Caroline halló el contento, que es tan importante como la felicidad, y más duradero. Había sido una buena madre para las dos hijas de Marion, y le dio a Christopher. A pesar de la diferencia de veinte años que existía entre ellos, comprendía sus estados de ánimo y sabía rescatarlo de sus esporádicas depresiones. Gracias a ella, podía ahora evocar la memoria de Marion sin pesadumbre, aunque no sin una cierta melancolía, que lo acompañaría por el resto de su vida.
Caroline estaba lanzando pescados al delfín más grande -el enorme macho al que llamaban Scarback- cuando un suave cosquilleo en la muñeca de Floyd anunció la entrada de un llamado. Rozó la delgada banda de metal para apagar la alarma silenciosa y evitar la sonora; luego fue hasta el más cercano de los receptores diseminados por toda la sala.
- Aquí el Consejero. ¿Quién llama?
- ¿Heywood? Habla Víctor. ¿Cómo estás?
En una fracción de segundo, un caleidoscopio de emociones atravesó la mente de Floyd. La primera fue de disgusto: su sucesor - y, estaba seguro, principal responsable de su caída- nunca había intentado conectarse con él desde su partida de Washington. Luego vino la curiosidad, ¿de qué debían ellos hablar? La siguiente fue una obcecada determinación de cooperar tan poco como fuera posible; enseguida, vergüenza de su propia infantilidad, y, finalmente una oleada de excitación. Víctor Millson sólo pedía llamar por una razón.
Con la voz más neutral a que pudo apelar, Floyd respondió:
- No me puedo quejar, Víctor. ¿Cuál es el problema?
- ¿Es éste un circuito de seguridad?
- No, gracias a Dios. Ya no los necesito.
- Hum, bien, entonces lo diré de esta manera. ¿Tienes presente el último proyecto que dirigiste?
- No podría olvidarlo, especialmente cuando hace apenas un mes el Subcomité de Astronáutica me ha vuelto a llamar para prestar declaración.
- Por cierto, por cierto. En realidad debería decidirme a leer tus declaraciones, cuando disponga de un momento. Pero he estado muy ocupado con el seguimiento, y ése es el problema.
- Pensaba que todo marchaba según lo programado. - Así es... desgraciadamente. No podemos hacer nada por adelantarlo; la máxima prioridad sólo haría una diferencia de pocas semanas. Yeso significa que llegaremos demasiado tarde.
- No comprendo - dijo Floyd con inocencia-. Por supuesto que no queremos perder tiempo, pero no hay un verdadero límite.
- Ahora sí los hay. Dos.
- Me espantas.
Si Víctor percibió alguna ironía, la obvió.
- Sí, hay dos límites, uno humano, el otro no. Resulta ahora que no seremos los primeros en regresar al, eh, escenario de la acción. Nuestros viejos rivales se nos adelantarán por lo menos en un año.
- ¡Qué lástima!
- Eso no es lo peor. Aun sin competencia, llegaríamos tarde. Ya no habría nada cuando estuviéramos allí.
- Eso es ridículo. Seguramente me habría enterado si el Congreso hubiese abolido la ley de gravedad.
- Hablo en serio. La situación no es estable, no puedo dar detalles ahora. ¿Estarás en casa el resto de la tarde? - Sí - contestó Floyd, calculando con algún placer que ahora debía ser bien pasada la medianoche en Washington.
- Correcto. Se te enviará un paquete dentro de una hora. Vuelve a llamarme apenas hayas tenido tiempo de estudiarlo.
- ¿No será algo tarde para entonces?
- Sí, lo será. Pero ya hemos desperdiciado demasiado tiempo. Y no quiero perder un minuto más.
Millson cumplió su palabra. Exactamente una hora más tarde un gran sobre sellado le fue entregado, por un mensajero de la Fuerza Aérea, con rango no menor a coronel, que se sentó pacientemente a charlar con Caroline mientras Floyd leía su contenido.
- Temo que tendré que llevármelo cuando usted haya terminado - se había disculpado el mensajero de alta graduación.
- Me agrada saberlo - contestó Floyd, instalándose en su hamaca favorita de lectura.
Eran dos documentos; muy corto el primero. Estaba marcado SECRETO máximo, aunque el máximo había sido tachado, y la modificación legalizada por tres firmas, todas completamente ilegibles. Obviamente, un extracto de algún informe mucho más extenso; había sido muy censurado, y estaba lleno de espacios en blanco, que hacían incómoda su lectura. Por suerte, sus conclusiones podían ser sintetizadas en una sola frase. Los rusos alcanzarían Discovery mucho antes que sus legítimos dueños. Como Floyd ya lo sabía, se volvió sobre el segundo documento, no sin antes advertir con satisfacción que esta vez habían logrado obtener el nombre correcto. Como de costumbre, Dimitri había estado totalmente acertado. La próxima expedición tripulada a Júpiter viajaría a bordo de la nave espacial Cosmonauta Alexei Leonov.
El segundo documento era mucho más largo y meramente confidencial; en efecto, tenía el estilo de un borrador para Science, aguardando su aprobación final antes de ser publicado. El título era escueto: "Vehículo Espacial Discovery: Comportamiento Orbital Anómalo".
Luego seguía una docena de páginas con tablas matemáticas y astronómicas. Floyd las rozó apenas, intentando separar la letra de la música, y tratando de detectar alguna nota de disculpa o incluso de embarazo. Cuando terminó, se vio obligado a esbozar una irónica sonrisa de admiración. Nadie podría adivinar que las estaciones de rastreo y los calculistas de fenómenos astronómicos habían sido tomados por sorpresa, y que se estaba intentando un desesperado encubrimiento. Seguramente rodarían cabezas, y él sabía que Víctor Millson disfrutaría cortándolas, si es que no se encontraba entre las primeras víctimas. Aunque, para hacerle justicia, Víctor se había quejado cuando el Congreso redujo el presupuesto para la red de rastreo. Tal vez eso lo salvaría de caer esta vez.
- Gracias, coronel - dijo Floyd al terminar de hojear el informe-. Documentación clasificada, como en los mejores tiempos. He aquí algo que no extraño.
El coronel volvió cuidadosamente el sobre a su attaché, y activó los cerrojos.
- El doctor Millson querría que usted le devolviera el llamado lo más pronto posible.
- Lo sé. Pero no tengo circuito de seguridad, estoy esperando visitas importantes, y no me atrae conducir hasta su oficina en Hilo sólo para decir que he leído dos documentos. Infórmele que los he estudiado cuidadosamente y que aguardo con interés cualquier otra comunicación.
Por un momento pareció que el coronel iría a replicar. Pero lo pensó mejor, saludó con rigidez, y se alejó malhumorado en la oscuridad.
- Ahora sí, ¿qué significa todo esto? - preguntó Caroline-. No esperamos visitas esta noche, importantes o no.
- Odio ser mandado de aquí para allá, particularmente por Víctor Millson.
- Apuesto a que te llamará apenas se reporte el coronel.
- Entonces debemos desconectar el vídeo y simular ruido de reunión. Pero la verdad es que todavía no tengo nada importante que decir.
- Sobre qué, si se me permite preguntar.
- Discúlpame, cariño. Parece que Discovery está jugando con nosotros. Pensábamos que se encontraba en órbita estable, pero podría estar a punto de estrellarse.
- ¿Contra Júpiter?
- Oh, no, eso es imposible. Bowman la estacionó en el punto interior de Lagrange, sobre la línea entre Júpiter e lo. Allí debería haber permanecido, más o menos, aunque las perturbaciones de las lunas externas la habrían hecho oscilar hacia adelante y hacia atrás. Pero lo que está sucediendo ahora es algo muy raro y no conocemos la explicación completa. Discovery está derivando cada vez más velozmente hacia lo, aunque a veces acelera y otras incluso retrocedo. Hará impacto en dos o tres años.
- Pensé que eso nunca podía suceder en astronomía. ¿No se supone que la mecánica celeste es una ciencia exacta? Por lo menos eso es lo que siempre nos dijeron.
- Es una ciencia exacta, cuando se toma todo en cuenta. Pero en lo pasan cosas muy extrañas. Además de sus volcanes, hay enormes descargas eléctricas, y el campo magnético de Júpiter está completando un giro cada diez horas. De modo que la de gravedad no es la única fuerza que actúa sobre Discovery; deberíamos haberlo pensado antes, mucho antes.
- De todos modos, eso ya no es problema tuyo. Deberías estar agradecido por ello.
"Problema tuyo"; la misma expresión usada por Dimitri. Y Dimitri -¡ese viejo zorro mañoso!- lo conocía desde mucho tiempo antes que Caroline.
Podría no ser su problema, pero seguía siendo su responsabilidad. Aunque habían intervenido muchos otros, en el análisis final era él quien había aprobado los planes para la Misión Júpiter, y supervisado su ejecución.
Ya en ese momento había tenido escrúpulos; sus apreciaciones como científico se contraponían con sus deberes como burócrata. Podría haber e pronunciado en contra de las medidas de poco alcance de la antigua administración, aunque todavía no se sabía con certeza hasta qué punto habían contribuido al desastre.
Tal vez sería mejor que cerrara aquel capítulo de su vida, y localizara todo su pensamiento y energía en su nueva carrera. Pero sabía que era imposible. Había sangre en sus manos, y no sabía cómo lavarlas.


3 SAL 9000

El doctor Sivasubramanian Chandrasegarampillai, profesor de Ciencias de Computación en la Universidad de Illinois, Urbana, también tenía un constante sentimiento de culpa, aunque diferente del de Heywood Floyd. Aquellos alumnos y colegas que a menudo dudaban que el pequeño científico fuera humano, no se hubieran sorprendido al saber que nunca pensaba en los astronautas muertos. El doctor Chandra sólo se afligía por su niño perdido, HAL 9000.
Después de todos estos años, y de infinitas revisiones a los datos radiados desde Discovery, todavía no sabía con certeza qué es lo que había fallado. Sólo podía formular teorías; los hechos concretos que necesitaba estaban congelados en los circuitos de HAL, allá lejos entre Júpiter e lo.
La secuencia de hechos había sido claramente establecida, justo hasta el momento de la tragedia; de ahí en más, el comandante Bowman había aportado sólo unos pocos detalles extra durante las breves ocasiones en que había restablecido el contacto. Pero saber qué había sucedido no explicaba por qué.
La primera insinuación de problemas había aparecido ya avanzada la misión, cuando HAL comunicó una falla inminente en la unidad que mantenía la antena principal de Discovery alineada con Tierra. Si la onda portadora, de quinientos millones de kilómetros de longitud, erraba el blanco, la nave quedaría ciega, sorda y muda.
Frank Poole había salido de la nave para reemplazar la unidad sospechosa, pero al ser probada resultó, para sorpresa de todos, encontrarse en perfecto estado. Los circuitos de chequeo automático no habían registrado nada malo en ella. Tampoco lo había hecho la gemela de HAL, SAL 9000, allá en Tierra, cuando la información fue transmitida a Urbana.
Pero HAL había insistido en la precisión de su diagnóstico, haciendo claras alusiones a un "error humano". Había sugerido que se repusiera esa unidad de control en la antena hasta que finalmente fallara, y así la falla podría ser localizada. A nadie se le ocurrió ninguna objeción, ya que la unidad en cuestión podría ser reemplazada en minutos, aun si llegara a romperse.
Sin embargo, Bowman y Poole no habían quedado conformes; ambos sentían que algo andaba mal, aunque ninguno podría establecer qué. Durante meses habían aceptado a HAL como el tercer integrante de su pequeño mundo, y conocían todos sus estados de ánimo. Luego la atmósfera a bordo de la nave se alteró sutilmente; había una sensación de tirantez en el aire.
Sintiéndose traidores -como un aturdido Bowman había informado más tarde a Control de Misión- los dos tercios humanos de la tripulación habían discutido sobre qué se debería hacer si su colega realmente estuviera funcionando mal. En el peor de los casos, HAL debería ser relevado de sus responsabilidades superiores. Esto implicaría desconexión; en computación, el equivalente a la muerte.
A pesar de sus dudas habían comenzado el programa acordado. Poole había volado fuera de una de las cápsulas de Discovery, usadas como transporte y talleres móviles, en actividades extravehiculares. Ya que el reemplazo, vano tal vez, de la unidad de antena no podía ser realizado por los manipuladores de la cápsula, Poole había comenzado a efectuarlo él mismo.
Lo que sucedió después no había sido registrado por las cámaras exteriores, algo que constituía un detalle sospechoso en sí mismo. El primer aviso de desastre para Bowman fue un alarido de Poole; luego, silencio. Un momento más tarde vio a Poole, dando vueltas y vueltas, alejándose en el espacio. Su propia cápsula lo había embestido, y ahora salía disparada fuera de control.
Como Bowman admitió más tarde, había cometido una serie de errores; todos excusables, menos uno. Con la esperanza de rescatar a Poole, si es que estaba vivo, Bowman se embarcó en otra cápsula, dejando a HAL el mando absoluto de la nave.
La excursión EVA fue en vano; Poole estaba muerto cuando Bowman llegó hasta él. Aturdido en su desesperación, había conducido el cadáver de regreso a la nave, sólo para que HAL le negara la entrada.
Pero HAL había subestimado la ingeniosidad y determinación humanas. Aunque había dejado el casco de su traje espacial en la nave, arriesgándose así a la exposición directa al espacio, Bowman forzó su entrada por una esclusa de emergencia no controlada por el computador. Luego procedió a lobotomizar a HAL, extirpando sus bloques de memoria uno a uno.
Cuando recuperó el control de la nave, Bowman hizo un descubrimiento aterrador. Durante su ausencia, HAL había desconectado los sistemas de mantenimiento vital de los tres astronautas en hibernación. Bowman estaba solo, como no lo había estado ningún hombre en toda la historia humana.
Otros podían haberse abandonado a la desesperación, pero Bowman confirmó a quienes lo habían seleccionado que su elección había sido acertada. Consiguió mantener a Discovery operando; y logró, incluso, restablecer un contacto intermitente con Control de Misión, orientando toda la nave de tal manera que la inmóvil antena apuntara a Tierra.
En su trayectoria preestablecida, Discovery finalmente había llegado a Júpiter. Allí, Bowman había encontrado, en órbita entre las lunas del planeta gigante, una placa negra de forma exactamente igual a la del monolito desenterrado en el cráter lunar Tycho, pero cientos de veces mas grande. Había salido al espacio en una cápsula para investigar, y había desaparecido dejando este último, confuso mensaje: ¡Dios mío, esto está repleto de estrellas! "
Otros debían preocuparse por ese misterio; la obsesión del doctor Chandra era HAL. Si había algo que su mente odiaba, era la incertidumbre. Nunca se sentiría satisfecho hasta no conocer la causa del comportamiento de HAL. Incluso ahora, rehusaba hablar de disfunción; a lo sumo era una "anomalía".
El pequeño recinto que usaba como santuario interior estaba apenas equipado con un sillón giratorio, una consola-escritorio, y una pizarra franqueada por dos fotografías. Pocos miembros del público ordinario podrían haber identificado los retratos, pero cualquiera que hubiese sido admitido hasta tan lejos habría reconocido instantáneamente a John Neumann y Alan Turing, los dioses gemelos del panteón de la computación.
No había libros, ni siquiera papel y lápiz en el escritorio. Chandra podía acceder a todos los volúmenes de todas las bibliotecas del mundo con sólo un toque de sus dedos, y la pantalla visora era su borrador y cuaderno de notas. Inclusive la pizarra era utilizada para los visitantes; el último diagrama, a medio borrar, tenía fecha de tres semanas atrás.
El doctor Chandra encendió uno de los venenosos cigarros que importaba de Madrás, considerados por la mayoría, y correctamente, su único vicio.
La consola no se apagaba nunca; verificó que no hubiera algún mensaje importante brillando en el visor, y habló por el micrófono.
- Buenos días, Sal. ¿Así que no tienes ninguna novedad para mí?
- No, doctor Chandra. ¿Tiene usted algo para mí?
La voz podría haber pertenecido a cualquier culta dama hindú educada en los Estados Unidos, o en su propio país. El acento de Sal no había sido así al comienzo, pero con los años había asimilado muchas entonaciones de Chandra.
El científico tecleó un mensaje en el panel, cargando la memoria de Sal con el más alto grado de seguridad. Nadie sabía que él hablaba con la computadora en este circuito como nunca podía hacerlo con un ser humano. No importaba que Sal apenas comprendiera una fracción de lo que él decía; sus respuestas eran tan convincentes que a veces engañaban hasta a su creador como él realmente deseaba que fueran; estas comunicaciones secretas le ayudaban a mantener su equilibrio mental; quizás también su cordura.
- A menudo me has dicho, Sal, que no podemos resolver el problema del comportamiento anómalo de HAL sin más información. ¿Pero cómo podemos conseguir esa información?
- Es obvio. Alguien debe regresar a Discovery.
- Exactamente. Ahora parece que eso es lo que va a suceder, antes de lo que esperábamos.
- Me agrada saberlo.
- Sabía que te gustaría - contestó Chandra y hablaba en serio.
Hacía tiempo que había roto relaciones con el menguante cuerpo de filósofos que argumentaban que las computadoras no podían sentir emociones reales, sino que sólo las aparentaban.
("Si puede probarme que usted no está simulando enojo, había contestado desdeñosamente una vez a uno de esos críticos, "lo tomaré en serio".) Su oponente acababa de representar una perfecta imitación de ira.
- Ahora quiero explorar otra posibilidad - continuó Chandra-. El diagnóstico es sólo el primer paso. El proceso es incompleto a menos que lleve a la curación.
- ¿Cree usted que HAL puede ser restaurado a un funcionamiento normal?
- Eso espero. No lo sé. Pueden haberse producido daños irreversibles, y seguramente una importante pérdida de memoria.
Se detuvo pensativamente, aspiró varias bocanadas, y luego soltó un perfecto anillo de humo que dibujó un ojo de buey sobre la lente gran angular de Sal. Un ser humano no hubiera tomado esto como un gesto amistoso; esa era otra más de las muchas ventajas de las computadoras.
- Necesito tu cooperación, Sal.
- Por supuesto, doctor Chandra.
- Puede haber ciertos riesgos.
- ¿A qué se refiere?
- Propongo desconectar algunos de tus circuitos, en particular aquellos que involucran tus funciones superiores. ¿Te preocupa?
- Soy incapaz de contestar a eso sin información más específica.
- Muy bien. Déjame decirlo así. Tú has operado continuamente, desde la primera vez que fuiste encendida, ¿no es así?
- Correcto.

[…]