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COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN
(Comentario de Rodolfo Martínez publicado en el volumen Máser boletín informativo 11, ediciones Juan José Parera, colección Boletín informativo, número 11, edición de 1988. Derechos de autor 1988, Rodolfo Martínez)
Al fin, siete años después de su primera publicación en inglés, nos llega la segunda parte de Ringworld. Más vale tarde que nunca, sobre todo si la edición es tan cuidada como la que hace Martínez Roca en su colección Gran superficción. Vaya para ellos mi aplauso, aunque se echa de menos aquí la bibliografía del autor que suele aparecer al final de los libros de Superficción (segunda época).
Uno se acerca a esta novela con cierto cuidado, y más después de haber leído la dedicatoria del autor, en la que confiesa que una de sus mayores preocupaciones al escribir esta segunda parte ha sido la de reparar algunos aspectos estructurales del Mundo anillo y describir otros en más detalle. Cuando escribes con ese deseo el resultado es, a menudo, desastroso: te preocupas de dejar aclarados detalles, pero al no haber otra motivación, la historia suele quedar coja, cuando no resultar un verdadero coñazo.
Por suerte, este no es el caso. La acción nos atrapa desde el primer momento y nos lleva de un lado a otro del Mundo anillo (en realidad una porción mínima del gigantesco mundo), sin darnos un respiro. Niven ha encontrado el nexo perfecto para enlazar este libro con el anterior: la inestabilidad del Mundo anillo, cuyo centro másico va dejando de coincidir con el del sol, lo que lo llevará al desastre en un par de años. A parecer no fue el autor quien se dio cuenta de esta posibilidad, como nos explica en la dedicatoria, pero una vez asumida la utiliza estupendamente.
Los personajes, dos de ellos, son los mismos de la primera parte: Luis Wu e Interlocutor-de-animales, aquí conocido bajo su nombre kzinti: Chmee. Aparece un titerote de Pierson, que no es Nessus, sino su pareja, y que será quien lleve a Wu y Chmee al Mundo anillo al borde del desastre. Tenemos aquí una fugaz aparición de Teela Brown, quien se había quedado allí en el libro anterior.
Mientras Wu (acuciado por el complejo de culpa motivado por la muerte de Halrloprillalar a la que él sacó del Mundo anillo) intenta salvarlo desesperadamente, va descubriendo una serie de sociedades y razas, todas ellas curiosamente humanoides. La conclusión, entonces, parece obvia: los ingenieros del Mundo anillo fueron los Protectores de Pak, raza de la que descienden los hombres, de la que en realidad son una mutación, al no existir en la Tierra el árbol de la vida que les llevaría al último grado de la evolución. Lo mismo parece haber ocurrido en el Mundo anillo: el árbol de la vida (droga de la inmortalidad) se ha perdido y los Protectores de Pak han ido mutando hasta formar distintas especies humanoides.
Todos los esfuerzos para salvar al Mundo anillo de la destrucción parecen inútiles: los reactores destinados a corregir su posición han sido desmontados y utilizados para propulsar naves espaciales, algunas de las cuales se han perdido en el espacio, y otras han vuelto. Estas últimas son desmontadas de nuevo, y sus motores puestos de nuevo en los reactores, en un intento final para corregir la posición del Mundo anillo. No son Wu y sus compañeros quienes están haciendo esto (esfuerzo por lo demás inútil, pues no hay suficientes reactores para devolver al Mundo anillo a su posición correcta, sino sólo para prolongar lo inevitable), sino una raza a la que los anillícolas llaman magos: ¿Protectores de Pak que aún quedan vivos?
Al final, el Mundo anillo puede ser vuelto a su posición original, aunque para ello han de acabar con el cinco por ciento de la vida del planeta, y precisamente ese cinco por ciento es el que Luis Wu ha ido conociendo a lo largo de sus viajes.
La novela funciona: los fundamentos tecnológicos del Mundo anillo y la forma de salvarlo están bien pensados y la trama es ágil. No hay, quizá, esa frescura, esa novedad que encontrábamos en la primera parte, pero eso es, supongo, inevitable. Sin embargo, hay algún que otro defecto, como el hecho de que Luis Wu, adicto al cable, se desenganche enseguida de su adicción, o la inesperada aparición de Teela Brown que recibe una explicación, a mi entender, algo traída por los pelos. Por otro lado, es curioso el machismo que parece imperar en las razas alienígenas, pues tanto las hembras kzin como las titerotes carecen de inteligencia, siendo poco más que instrumentos de placer. Un detalle muy bien planteado es el del olor del árbol de la vida, que llena a quien lo percibe de unos irrefrenables deseos de probarlo, del que Wu se salva gracias a su reciente experiencia como cableta (adicto a la corriente), no sin un gran esfuerzo de voluntad. Los ciclos sexuales, tanto de las razas humanoides como los de los alienígenas kzin y titerotes, están bien descritos y bien pensados, encontrándonos con una gran variedad de relaciones: de todo como en botica, vamos. (Es curiosa la afición que parece tener la última producción americana de CF por los procesos sexuales extraterrestres.)
Quien haya leído Titán o su segunda parte La hechicera, tal vez encuentre más de un punto de contacto entre ambos mundos. La culpa (si de culpas se puede hablar) no será de Niven, desde luego, quien, a mi entender, sale mejor parado que Varley en la comparación (odiosa, eso sí, como toda comparación).
En fin. Poco más hay que decir. Quienes disfrutaron de Ringworld se encontrarán aquí con un escenario y nos personajes que le son familiares, y una historia que funciona bien y no desmerece de la de la obra anterior.
Por cierto, y antes de acabar: en la cubierta del libro, y entre el nombre del autor y el título de la novela nos encontramos con la siguiente frase: "Ganador de los premios Hugo y Nebula". ¿Se refiere a Niven en general o a Los ingenieros del Mundo anillo en concreto? Comprendo que la política de una editorial debe ser la de cuanto más vendas mejor, pero a ver si no jugamos al despiste con los lectores.
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