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("Chico amarilo cumple cien aņos [el]", artículo de Armando Boix. Derechos de autor 1996, Armando Boix)

Cuando en la mañana del 25 de octubre de 1896 los lectores de "The New York Journal" abrieron el suplemento dominical y llegaron a su página octava, seguramente no se dieron cuenta de que estaban asistiendo al nacimiento de un nuevo arte. Ese día se publicaba Yellow kid and his new phonograph, historieta gráfica donde un chico de aspecto oriental comenta las palabras de un loro escondido en un fonógrafo. Su carácter distintivo viene dado porque, para hablar, utilizaban un "balloon" o bocadillo y los personajes se movían a través de una serie secuencial de cinco viñetas.
Por separado, ninguno de los elementos que componen el cómic -secuencia narrativa de imágenes y textos integrados mediante bocadillos- era una novedad; durante todo el siglo XIX la prensa humorística ilustrada había hecho uso de ellos habitualmente y aun podríamos rastrear su fuente mucho más atrás en el tiempo, en una erudición que no vendría a cuento. Como en tantos inventos, el mérito no consiste tanto en la originalidad absoluta como en saber conjugar hallazgos ya existentes para obtener una combinación inédita y útil. De muy antiguo se habían contado historias mediante imágenes; pero hasta ese momento a nadie se le había ocurrido unir tales elementos en un todo homogéneo donde texto sin imagen o imagen sin texto resultaran insuficientes para la comprensión del relato.
El autor de la primera historieta se llamaba Richard Felton Outcault y en aquel momento ya tenía a sus espaldas una importante carrera como ilustrador de prensa. Outcault había recibido su formación artística en la McMicken University de Cincinnati, Ohio, el mismo estado donde nació el 14 de enero de 1863. Acabados sus estudios marchó a Nueva York y allí colaboró en los semanarios gráficos "Life" y "Judge". En 1894 fue contratado por el "New York World" para realizar dibujos científicos en uno de los nuevos hallazgos comerciales de la prensa de la época: el dominical en color -el primero de su especie se imprimió en abril de 1893-.
Aquella primera ilustración para el "World", titulada The origin of a new species, or the evolution of crocodile explained, fue sólo el preludio de su trabajo con el color, que acabaría conduciéndole al cómic. El 7 de julio de 1895 inició una serie conocida como Hogan's alley, que consistía en una única viñeta sobre un barrio proletario de Nueva York. Los dibujos de Hogan's alley no pueden ser asimilados de un único golpe de vista; hay que pasearse lentamente por ellos, observando cada uno de los personajes e incidentes que abarrotan cada rincón de los tres cuartos de página asignados. Ahí se juega, se charla, se bebe, se pelea; vemos hombres de aspecto rudo, matronas iracundas, chiquillos cometiendo tropelías, perros, gatos... y loros. Los loros, con su facultad parlanchina, son una constante que se repite en las obras de Outcault y le permite experimentar por primera vez con unos rudimentarios "balloons" transparentes para expresar sus peroratas.
Entre el móvil elenco de Hogan's alley hubo un personaje que empezó a destacarse entre los demás por su presencia constante entrega tras entrega. Era un chico calvo con grandes orejas y vestido con un sempiterno camisón donde aparecían escritas sus reflexiones; se le conoció enseguida como Yellow Kid.
El porqué de su nombre es fácil de columbrar observando el color de la camisa; lo que tal vez no sea tan conocido es que tal elección no respondió precisamente a criterios estéticos del autor. La joven técnica de la impresión con rotativas de cuatro tintas tropezó en un principio con problemas para reproducir con limpieza el color amarillo. Cuando se consiguió afinar el sistema, fue preciso escoger un campo de pruebas que diera testimonio de su eficacia, y éste fue el camisón del personaje de Outcault. La primera plancha a color de Hogan's alley aparecería en el dominical del 16 de febrero de 1896.
La viñeta fue lo suficientemente bien acogida entre los lectores como para que pronto Outcault se convirtiera en un arma más en la guerra comercial entre los dos magnates de la prensa norteamericana: Joseph Pulitzer -dueño del "New York World"- y William Randolph Hearst -propietario del "New York Journal"-. En mayo de 1896 Hearst consiguió atraer al dibujante y a partir de ese momento trabajaría en el "American humorist", suplemento del "Journal", titulando ya sus historietas como Yellow Kid, pues según la legislación de la época Outcault podía llevarse consigo sus personajes pero no el título de la serie, cuya propiedad pertenecía a Pulitzer. Así Hogan's alley continuaría publicándose en el "New York World" en manos de otro dibujante, George B. Luks.
Fue en este período cuando el cómic, tal y cómo lo conocemos hoy, fue alumbrado definitivamente. A instancia del propio Hearst, que quería que Yellow Kid se desarrollara en varias viñetas consecutivas y no en una sola, como se había realizado hasta entonces, Outcault dibujó aquel 25 de octubre la histórica Yellow Kid and his new phonograph, donde el sorprendido chico descubre que la voz que parece salir del cilindro del fonógrafo proviene, en realidad, de un loro encerrado en su interior.
La colaboración de Outcault con Hearst no fue muy duradera, sin embargo. En 1898 abandonó el periódico y su personaje para pasar a trabajar en el "New York Herald". Allí publicó una serie de corta vida sobre un niño negro, Poor Li'l Mose (1901), y a continuación, en 1902, la que será su creación definitiva: Buster Brown.
Aunque hoy recordemos a Richard Felton Outcault por su pionero Yellow Kid, en vida del dibujante Buster Brown fue su criatura más querida por el público y la que le reportaría verdadera fama y dinero. Buster era un niño de largos y dorados rizos, de aspecto un tanto femenil, al que acompañaba siempre su perro bulldog Tige y en bastantes ocasiones su vecinita Mary-Jane. En el polo opuesto a las escenas barriobajeras retratadas en Hogan's alley, Buster Brown se mueve en el ambiente de una familia acomodada, donde la única preocupación aparente es el travieso comportamiento del chicuelo. Aunque se arrepienta en la última viñeta de cada plancha, en la siguiente entrega Buster vuelve de nuevo a las andadas, con una cínica actitud que desmiente la apariencia amable de la serie.
Buster Brown hizo rico a Outcault, aunque, más que por sus cómics, por las múltiples aplicaciones comerciales y publicitarias de la famosa imagen del niño de los ricitos. El dibujante creo una empresa para gestionar su utilización, la Outcault Advertising Company, con sede en Chicago, y tras dejarla en manos de su hijo, en 1920 abandonó la ilustración de prensa para dedicarse en exclusiva a la pintura, su gran vocación.
Outcault murió en Flushing, Long Island, el 25 de septiembre de 1928. Para entonces el cómic se había consolidado como nuevo medio expresivo y un gran número de excelentes dibujantes exploraban todas sus posibilidades. Winsor McCay con Little Nemo, Bud Fisher con Mutt and Jeff, Herriman con Krazy Kat o George McManus con Bringing Up Father crearían en aquellos años inaugurales páginas que aún hoy nos obligan a descubrirnos con admiración. El cómic crecía con la exuberancia de una juventud que aún no ha acabado de marchitarse... Y han transcurrido cien años.