CONTENIDO LITERAL

("Pastores de estrellas" comentario de Francisco M. Mancera Romero. Derechos de autor 1995, Francisco M. Mancera Romero)

La novela corta Pastores de estrellas del madrileño Daniel Mares Martin nos propone un interesante drama griego. Acorde con la estructura clásica asumida para esta narración, puebla el Olimpo con los escasos hombres transformados en dioses, gracias a unos poderes mentales ilimitados que les compensan de la pérdida de sus capacidades físicas. Pero como buenas deidades grecorromanas, en los hombres persisten la vanidad y la ambición. Por encima de todos ellos, el Emperador loco (prototipo a lo Nerón o Calígula), que da coherencia y cordura a los demás dioses. Fiel a la tradición helénica, el personaje mortal conoce su inmutable destino y sus acciones no le liberan del fin predicho por el aburrido Emperador. Fin que nos recuerda al ideado por el Gran Hermano para Winston Smith en 1984 de George Orwell. La construcción del protagonista Gadir, un gigantesco batracio, es uno de esos escasísimos ejemplos donde la no humanidad del personaje le confiere una característica determinante en sus acciones. La historia nos presenta el viaje iniciático de Gadir, que varía su personalidad según la tarea que desempeña.
La creación de este sugerente universo permite la reflexión sobre dos temas estrechamente relacionados con la mitología: la última motivación divina y la existencia o no del destino. Si a la primera pregunta, Mares nos muestra el señuelo del amor por las criaturas que los dioses crean, luego comienza a coquetear con las posiciones magistralmente expuestas por Albert Camus en su Calígula; pero finalmente todo tenderá a explicarse por la funesta entropía. Dado el esquema de drama griego, la narración fuerza a que el determinismo se plantee más colateralmente; aun así la rebeldía ante el poder divino del protagonista, recuerda la actitud de la humanidad en El fin de la infancia de Arthur Clarke. Sin embargo, esta línea argumental será desarrollada por el coprotagonista divino: Galion. Pero si la discusión sobre el libre albedrío del individuo causó, hace siglos, un cisma en la Iglesia protestante, no menos fundamental será el papel que desempeñe en el sorprendente final de la novela. Sin duda, lo mejor de la novela son los cinco minutos posteriores a la lectura; esos minutos donde el lector se sumerge en sus reflexiones sobre las propuestas que hace Mares.
De obligado comentario es el trato que se da a la burocracia. Ésta, la inventaron los romanos para gobernar su Imperio; pero fue con Felipe II de España cuando adoptó su configuración moderna. Y si Kafka plasmó magistralmente los aspectos más alienantes para el ser humano en su angustiante El castillo, es Mares el que captura su verdadera esencia protectora del sistema, que impide a las variaciones coyunturales modificarlo. Así, los cambios en el sistema deben revolucionar previamente la burocracia, siendo una tarea de verdaderos héroes mitológicos.
El contexto de la obra está muy bien cuidado, con una brevísima introducción al lector y un glosario que predispone a la inmersión en un Universo totalmente personal. La estructuración del texto, la exquisitez de los detalles dentro y fuera de la narración y el intercalado de informes con diferente tipo de letra y estilo narrativo, evoca necesariamente la obra de Redal y Aguilera, avalista de Pastores de estrellas.
La recomendable novela corta se complementa con un estimulante relato largo: "Tal vez soñar". En esta ocasión Mares nos propone reflexionar sobre la soledad del individuo desde posiciones cercanas al solipsismo de un esquizofrénico. Al igual que en la novela corta anterior, el autor respeta la inteligencia de sus lectores, planteándonos una cuestión y abordándola en el planteamiento y nudo de una forma clara, para que una vez en el desenlace, nos plantee su propuesta de solución, en el más estricto fair play. Además, los recursos literarios de David le permiten hacer creer al lector que el enigma se puede resolver de una determinada manera, para que su solución sea sorpresiva.
En esta ocasión, el escritor ha escogido narrarnos la historia en forma de psico-thriller con connotaciones de novela negra. Todo ello en un universo cyberpunk; sin embargo, el argumento y la forma que toma el desenlace es ciencia ficción en su más pura expresión. Afortunadamente, el cyberpunk que cautiva Mares en esta ocasión no requiere la iconografía desarrollada por William Gibson en su trilogía (1). Si al cyberpunk se le despoja de las aberraciones sobre informática de un ignorante en la materia, lo que nos queda es simple y llanamente un universo dickiano con la imaginería de Ridley Scott en su magistral Blade Runner. En este sentido, "Tal vez soñar" acepta abiertamente la deuda contraída con Dick y escoge para el protagonista la misma profesión: cazador de recompensas, que la del protagonista de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. En la historia acompañamos al protagonista, un medio cyborg, en su descenso a los infiernos de la sociedad de un futuro cercano donde las grandes empresas imponen su ley.
La implantación de un artilugio que graba los pensamientos del protagonista permite a Mares hacer experimentos literarios de forma natural, ya que la interrupción de las frases por interferencias o la superposición de pensamientos del protagonista en una conversación, queda completamente justificada.
En resumen, nos encontramos con un autor que tiene una interesante voz propia y que se atreve con los temas más clásicos y trascendentales de la ciencia ficción. La apuesta de abordar la narración de las historias desde el experimentalismo literario se salda con una excelente nota, gracias a la inteligente integración en el argumento del método literario empleado.

(1) Neuromante, Conde Cero y Mona Lisa acelerada. Sólo decir en favor de Gibson que en Luz virtual abandona esa línea, pues la historia es atrayente por sí sola y ya no necesita que la parafernalia pseudo-informática sea la protagonista.