CONTENIDO LITERAL

("Engaño Hemingway [el]", comentario de Julián Díez. Derechos de autor 1995, Gigamesh)

Rafael Marín me preguntaba el otro día si yo había entendido el final de El engaño Hemingway. Cuento esto porque Rafa, que no es tonto, se tuvo que leer con bastante cuidado esta historia, puedo garantizarlo: la tradujo. Y si el traductor no entendió el final, ya me dirán ustedes cómo voy a entenderlo yo. La gran pregunta que se abre después es la de si alguien, incluido el propio autor, entendió ese final.
El engaño Hemingway no es, tomado globalmente, un mal relato. El problema está en que el libro viene enmarcado dentro de unas circunstancias que resultan poco gratas. Dado que Ediciones B tiene la política de no publicar en su colección de ciencia ficción ningún libro de menos trescientas páginas (o ese es el argumento, al menos, que se ha dado para no admitir determinadas novelas o para incluir basuras engordadoras en las antologías de los premios UPC), cabe preguntarse por qué se ha dado cobijo a una historia a la que no se le entiende el final y que ocupa 220 páginas después de colocarle el cuerpo de letra más grande de que disponían en su programa de edición, sin contar las páginas en blanco para que cada uno de los treinta minicapítulos empiece en página impar o los márgenes de 2,5 cms.
Todo ello nos remite a considerar entre las razones de la publicación de este libro otro hecho: el que Joe Haldeman tiene la sana costumbre de visitar de vez en cuando España, cosa que le convierte en un autor especialmente admirado entre los lectores que se mueven más estrechamente en el círculo de aficionados a la ciencia ficción. De hecho, según anuncia Miquel Barceló en el prólogo, Haldeman volverá por Barcelona dentro de unos meses para la entrega de premios de la UPC. Será una estupenda ocasión para que se le haga otra entrevista sobre el Vietnam.
Cabe supone que estos últimos motivos de simpatía y relación personal son las verdaderas razones para la publicación de este libro de una manera tan irregular, según los propios parámetros de la colección. Y como no se trata de un libro publicado por razones literarias, creo que no es necesario realizar un análisis literario. En cuanto a las simpatías, he de decir que a mí también me cae bien Joe Haldeman, que me parece un tío muy majo y en absoluto responsable de mi disgusto por este libro, que por lo demás es por momentos interesante. Aunque me gustaron más sus libros en que sí entendía el final.
(Maledicencias aparte, no puedo evitar la sensación de que El engaño Hemingway es una obra menor de un autor interesante, el tipo de historia que uno escribe para divertirse y que, oh maravilla, el llamarse Haldeman convierte en éxito. Las escenas de sexo modernillas no vienen mucho a cuento y la obra en general no pasa del aprobadete raspón, destinado a impresionar una vez más a los cegatos que alucinan ante cualquier inclusión de la Gran Literatura en Nuestro Humilde Mundo, independientemente del hecho de que venga o no a cuento).