COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Francisco José Súñer Iglesias publicado en el volumen Pórtico 21, ediciones AEFCF, colección Boletín informativo, número 21, edición de 1997. Derechos de autor 1997, Francisco José Súñer Iglesias)
Es francamente reconfortante que, aparte del mundo de los fanzines, donde se analizan los entresijos de género, se desgrana la actualidad y se da cabida a relatos cortos de autores de variada condición, existan colecciones como ésta, Espiral Ciencia Ficción que, partiendo de las mismas premisas de independencia y mucho entusiasmo, den cabida a las óperas primas de autores noveles. Bueno, en algunos casos quizá no tan desconocidos y no tan inexpertos, pero al fin y al cabo autores que por uno u otro motivo no encuentran cabida en las cada vez más escasas colecciones comerciales que se pueden encontrar en las librerías. La orientación que de siempre han tenido estas colecciones hacia las traducciones del mercado americano, ha conseguido formar (o deformar) a los aficionados en el gusto por la ciencia ficción que se crea en los Estados Unidos.
Como mayor productor del mundo del género, es lógico que nos hagan llegar sus mejores obras, que no son pocas, pero al tiempo, también se induce al aficionado a creer que sólo es buena la ciencia ficción americana. De este modo, hace años resultaba impensable para un editor que los autores se pudieran llamar Javier, Ángel, Eduardo, Juan Miguel, Guillermo o Rafael, por poner algunos supuestos, y mucho debía ser el interés y la calidad de las obras de los autores españoles (o argentinos, o mexicanos, ¡o polacos!) para salirse de la inercia y arriesgarse a dar a la luz libros en los que no hubiera duda de la nacionalidad del autor.
Este estado de cosas parece que no ha cambiado; no tengo muy claro si es a causa de que los derechos de publicación más los costes de traducción resultan más económicos que pagar a un autor autóctono, o porque el editor piensa que los aficionados siguen creyendo que sólo lo americano es bueno.
Los editores deberían darse cuenta de una vez que hace años que se acabaron los tiempos de A. Thorkent y George H. White; los apellidos Redal, Arjona, Torres, Marín, Bermúdez, Planells, Negrete... no asustan a sus potenciales clientes, es más ¡los buscan! y es grande la desilusión al no poder acceder a ellos cómodamente.
Y si esta situación se da con los autores consagrados, qué no sucederá con los que intentan, en la medida de sus posibilidades, colar de rondón su primer relato o (¡impensable!) la primera novelita en el mundo editorial.
Aquí es donde entran a jugar su papel los editores independientes, eso que en el mundo de la música se llama el Indie también se ha reproducido en la literatura. El único criterio que siguen es el del propio gusto del editor, y los únicos medios con los que cuentan la ilusión y la buena voluntad.
Juan José Aroz es uno de esos apasionados de la ciencia ficción. Su trayectoria oficial como autor, editor y articulista se extiende desde el fanzine IF, en los años 70, hasta la pista de lanzamiento que supone hoy día la colección Espiral Ciencia Ficción, que se inauguró nada menos que con Nina, de Eduardo Gallego Arjona y Guillem Sánchez.
No puedo extenderme excesivamente sobre Juan José Aroz o sobre la Colección Espiral puesto que Reflejo en el agua es el primer volumen que ha llegado a mis manos, y todo lo que sé de él lo he sacado de lo que Juan José Parera ha recopilado en Términus Trántor y de mis primeros contactos con el propio editor (¡ejem! también estoy intentando que se convierta en mi primer editor).
En cualquier caso la edición de Reflejo en el agua está francamente conseguida, con un formato y un tamaño de letra muy agradables (esto va para el responsable de dar a la imprenta el próximo Visiones) y una portada verdaderamente bonita. La tosquedad de la composición es un detalle superfluo, y más teniendo en cuenta que no he detectado ni una sola errata (¿os acordáis de algunas ediciones de Ultramar?) y lo descansado de la lectura (otra vez, esa letra de Visiones...) La única pega que se me ocurre es que el cartón utilizado en las tapas, demasiado rígido para mi gusto, hace que el manejo del volumen sea, al menos en un principio, engorroso.
Por cierto, la mejor forma de conseguir estos libros es abrir una Cuenta Espiral. Por su importe Juan José Aroz se encarga de enviar los tres próximos volúmenes de la colección a un coste muy inferior a su precio nominal, además de la comodidad que supone el que te los lleven hasta el buzón de casa.
Eso en la parte del járguar; el responsable del sófguar es Juan Antonio Fernández. En la introducción que el propio Juan José Aroz hace del libro se nos dice que es barcelonés, nacido en 1957, que se inició en esto de la ci-fi con Verne, Wells, ¡George H. White!, Asimov y que poco a poco, fue extendiendo su interés hacia Ray Bradbury, Van Vogt, Jack Vance, Orson Scott Card y, finalmente, su favorito, Philip K. Dick. En 1990 ya se presentó al premio Salvat-Ultramar con la novela Democracia cibernética y ya en 1995 consiguió ser finalista nada menos que del Premio UPC con esta novela, Reflejo en el agua.
Reflejo en el agua presenta un mundo en el que la oveja Dolly no sería el fenómeno que es hoy día. Prácticamente todo ser humano (que se lo pueda permitir, esas cosas cuestan dinero) tiene uno o más duplos, clónicos que se encargan de trabajar por su dueño descargándole de la pesada rutina de los madrugones, los jefes incompetentes y las tareas pesadas. Juan Antonio no extiende este estado de cosas por todo el mundo. Una Iglesia Católica ligeramente renovada sigue arrogándose la exclusiva de la autoridad ética y moral, y ha sido capaz de imponer sus tesis acerca de la clonación en buena cantidad de países, donde es casi ilegal la posesión y creación de duplos porque, sencillamente, no tienen alma.
Pero desde Inglaterra, uno de los pocos reductos donde se ignoran las férreas recomendaciones éticas de la Iglesia, se pide a la Apostólica Corrección, una especie de Santa Inquisición rediviva encargada de mantener la integridad ética, que intervenga para demostrar la verdadera identidad de varios individuos entre los que se sospecha que se ocultan duplicados y originales, sin que nada ni nadie sea capaz de averiguar quién es quién.
Hecho este planteamiento se inicia la intriga que en ocasiones mantiene al lector atento a la lectura, sin poder despegarse del libro, y otras sorprende desagradablemente haciéndose preguntar al lector: ¿como es que éste sabía esto si no estaba allí y éste otro, que si estaba, se acaba de despertar y aún no ha contado nada? Con todo, el argumento es interesante y casi siempre esta bien llevado.
Otra cuestión es el estilo. No me ha gustado. Es muy común confundir la calidad literaria con la densidad literaria, y el estilo de Reflejo en el agua y del relato que la acompaña, "Soplo mágico", es denso, espeso más bien. Un exceso de adjetivación y un afán es describir las cosas hasta el último detalle hace que en ocasiones sea trabajoso avanzar en la lectura; sin embargo, en los momentos en los que el autor parece agarrar bien el hilo del argumento y divertirse con la escritura, la lectura se hace más ligera y entretenida.
En "Soplo mágico", un relato sobre amores eternos y científicos febriles, este defecto no lo es tanto, puesto que se trata de un relato a la manera de Poe (o Lovecraft), y el estilo recargado y anticuado que Juan Antonio Fernández utiliza en él no desentona en absoluto.
En definitiva, una buena idea, Reflejo en el agua, llevada con corrección pero irregularmente y acabada de una forma convencional, y "Soplo mágico", un homenaje a Poe (o Lovecraft, y si me hago el rebuscado, hasta al propio Arthur Conan Doyle) buceando en las raíces estilísticas de finales del siglo XIX.