CONTENIDO LITERAL

("Ozymandias", comentario de Rodolfo Martínez. Derechos de autor 1995, Rodolfo Martínez)

Reconozco que abrí este libro con cierto miedo. Los últimos berrinches de Rafa contra los aficionados me habían hecho temer que estuviera malgastando su tiempo en hacerse mala sangre y se estuviera echando a perder como escritor.
Por suerte no es así, y Ozymandias es la confirmación de que Rafael Marín sigue siendo el mejor escritor español del género. Claro que más de uno diría que eso es como ser el rey en el país de los ciegos. Si es así solo necesita leer este libro para darse cuenta de que Rafa es, también, un excelente escritor sin más calificativos.
Componen este Ozymandias (y dejo que ustedes mismos aprecien la ironía del título, que no es el monumento a la egolatría que parece) doce relatos, de intenciones y estilos bien dispares, aunque la primera persona esta presente en buena parte de ellos. El dominio estilístico de Rafa Marín es, en todos, impecable y, si hubiera que ponerle un pero a su forma de narrar, ese sería quizá la distancia que toma casi siempre respecto a lo que nos cuenta, lo que hace que pocas veces logremos implicarnos emocionalmente en los relatos y que el placer que obtengamos de su lectura sea más intelectual que otra cosa. Eso no es, por supuesto, un defecto, si bien a más de un lector esa frialdad puede producirle un cierto rechazo.
Por lo demás, y salvo "De un tiempo a esta parte" (una historia de viajes en el tiempo absolutamente previsible a la que ni siquiera salva el chistecito final) y "Navajas y caramelos" (un cuento pretencioso que se queda en el relato de una anécdota truculenta por más que su autor intente darle otra trascendencia) todas las historias del libro son excelentes. Algunos cuentos parecen haber sido escritos para un público más reducido del habitual (por más que el prologuista diga, hablando de "Esperando a Skywalker", que convierte en universal lo particular): pocos serán los que compartirán las zozobras del grupo de fans asistiendo al estreno de El retorno del Jedi y menos quizá los que comprendan el enorme y divertido guiño de "El hombre que no quería ser Spiderman". Por suerte o por desgracia me encuentro entre esos pocos y la angustia de la espera, la decepción por el resultado y, finalmente, la redención del autor por un detalle magistral me resultan tan cercanos como si yo hubiera formado parte del grupo que acompaña al narrador en "Esperando a Skywalker". Si encima uno es aficionado a los cómics de superhéroes desde crío no puede evitar el regocijo ante la habilidad con la que Rafa salva uno de los aspectos más espinosos del universo Marvel.
Claro que esos no son, ni con mucho, sus mejores cuentos en este volumen: no pasan de ser anécdotas más o menos simpáticas contadas con garra y cierta gracia. Donde verdaderamente Rafa se muestra como un escritor que sabe lo que quiere y, sobre todo, como llevarlo a cabo, es en obras maestras como "De entre la niebla" o "Cuando el ámbar asomaba", donde consigue darle una dimensión mítica a los aspectos más cotidianos y grises de la vida, demostrando además que es un autor que sabe fijarse en el mundo que le rodea y trasladarlo al papel con una enorme sensibilidad (sin por eso perder la mirada distante de la que hablaba hace un momento).
Cierra el volumen "Autor, autor", que sin ser en absoluto un mal relato, nos muestra quizá con demasiada claridad, la amargura de Rafa ante el escaso reconocimiento que ha merecido su obra. No puedo menos que compartir en buena medida esa amargura (sus libros merecerían sin duda venderse más, ser más leídos y apreciados), pero la falta de pudor con la que Rafa nos desvela su frustración, la mezquina venganza que su personaje/alter ego planea contra el sistema que le ha ignorado me ha producido cierto rechazo. Cierto, hay días en que el escritor puede levantarse con el convencimiento de que todos sus esfuerzos son inútiles pero siempre he creído que quejarse de ello (y más de una forma tan transparente y, en cierto modo, infantil como en este cuento) es más inútil todavía. Ante la falta de reconocimiento uno puede abandonar o puede seguir intentándolo. Las otras opciones no dejan de ser un desahogo momentáneo que, aparte de soltar un poco de bilis y quedarse más tranquilo, para poco sirven.
Del resto de los cuentos poco hay que decir, salvo que todos han sido inteligentemente concebidos e impecablemente llevados a cabo; ninguno, creo, defraudará al lector que se acerque a ellos buscando una buena lectura.
¿El libro tiene algún defecto? Desde luego, es demasiado corto. ¿Para cuando otra novela, Rafa?