CONTENIDO LITERAL

("La Haya, Glasgow", editorial de Joan Manel Ortiz. Derechos de autor 1995, Joan Manel Ortiz)

Cuando han pasado ya cinco años desde el último congreso mundial de ciencia ficción (WorldCon) celebrado en Europa, Confiction'90, en La Haya (Holanda), nos encontramos a las puertas de Intersection'95, una nueva cita mundial que tendrá lugar en Glasgow (Escocia) del 24 al 28 de agosto de este año, y que, si todo sale como está previsto, se estará celebrando cuando usted esté leyendo estas líneas y de la cual nuestros lectores encontrarán puntual información en los próximos números de BEM.
Ya he hablado en anteriores ocasiones, principalmente a raíz de la EuroCon (Congreso europeo de ciencia ficción) del 93, HeliCon, que tuvo lugar en la normanda isla de Jersey y al que también asistimos, de lo beneficioso que resultaría para el aficionado español salir de las siempre acogedoras fronteras y mirar de estar presente en estas actividades de gran calibre, en las que miles de aficionados de muchos países se reúnen para tratar, durante unos días, de pasárselo bien y hablar sobre el género que más nos gusta a todos. Desgraciadamente, y según mis últimas noticias, este año tampoco se romperá la tendencia y la representación española volverá a ser muy reducida (aunque, por lo menos, será algo superior a la que se desplazó a Jersey); está claro que los aficionados españoles están convencidos que no aprenderían nada viendo como son las cosas fuera de su casa.
Pero, ¿es así, realmente? Definitivamente, no. Mi principal argumento es que, aunque desde hace unos años podemos disfrutar en España de las HispaCones, cuya quinta edición consecutiva (un nuevo récord nacional) se celebrará el octubre próximo en la andaluza ciudad de Cádiz, ya se puede detectar fácilmente que la gente empieza a estar harta de viajar centenares de kilómetros para ver las mismas caras y escuchar las mismas tonterías a las mismas personas. Y es que es lógico; en España somos aún muy pocos y comenzamos a conocernos demasiado, no tenemos experiencia en este tipo de actos y eso conlleva que, tras un par de reuniones, los temas comiencen a sonarnos demasiado repetidos y las fórmulas a demasiado vistas. Pero, a pesar de todo, por lo que parece, nos podemos permitir el lujo de ignorar el resto del mundo. Si no, no encuentro una explicación racional al hecho de que cuando se celebra una WorldCon en Europa, cosa que no pasa sino cada varios años (hemos tenido en el 87, en el 90, ahora en el 95, y no habrán más hasta más allá del cambio de siglo), la indiferencia sea la tónica general entre los aficionados españoles.
Y es que me parece que estamos comenzando a experimentar un peligroso efecto de invernadero y a creernos que con lo que tenemos ya hay bastante para seguir eternamente. Naturalmente, entiendo que son mucho más agradables los congresos donde todos nos entendemos en la misma lengua, la castellana, y en los que no hay que planear viajes a países desconocidos y, encima, mucho más caros que el nuestro. Ese endémico sentimiento de aislacionismo, que pesa como una losa sobre nuestra tierra desde hace siglos, sigue presente en el panorama nacional, y está a la vista de todos los que quieran verlo. Europa no son los Estados Unidos, esto está claro, aquí tenemos nuestros propios problemas, el principal que, contrariamente a ellos, hablamos centenares de lenguas diferentes y debemos buscar nuestras propias soluciones para no estar siempre a merced del amigo americano, pero dando la espalda al problema no se va a resolver nada. Porque las dificultados que tenemos en España no difieren tanto de las que tienen los franceses, los alemanes o los rumanos. Pero si nos empecinamos en no querer saber nada del resto del planeta Tierra, lo que nos terminará sucediendo es que acabaremos ahogando nuestra aún raquítica ciencia ficción y, un buen día, descubriremos con asombro que nos hemos vuelto a quedar sin nada. Si la historia de la ciencia ficción española es la historia de los ciclos, tal vez si aprendiéramos a mirarnos menos el ombligo y a echar una ojeada afuera, ello nos permitiría conocer nuevas ideas que nos ayudarían a no repetir, una y otra vez, los mismos errores.