I
Estaban juntos en el baluarte, Cogidos por la cintura, la cabeza de ella apoyada en a mejilla de él. Detrás, la amplia y frondosa maleza murmuraba suavemente mecida por el viento. Desde la terraza principal inferior venía música y sonido de risas. La ciudad de Warshaven se extendía ante ellos, edificios blancos alzándose desde los amplios espacios verdes formados por las copas de los árboles, bajo un brillo de coches reflejando los rayos de sol. Coches aéreos. Lejos, las montañas eran violeta en la bruma de la tarde y el enorme y rojo sol colgaba del firmamento tan amarillo como un melocotón maduro.
Los ojos de él captaron un destello a quince kilómetros al sudoeste y durante un instante pareció turbado. Luego frunció el ceño. La luz solar ardía en el globo de seiscientos metros que formaba la nueva nave de Duke Angus, el Enterprise, allá en los muelles Gorram después de su primer viaje de pruebas. No quería pensar en eso, ahora.
En su lugar la apretó con más fuerza y murmuró su nombre:
-Elaine -y luego acariciando cada sílaba- Lady Elaine Trask de Traskon.
-… ¡Oh, no, Lucas -la protesta de ella era medio divertida y medio aprensiva-. Da mala suerte que la llamen a una por su nombre de casada antes de la boda.
-Te llevo llamando así en mi mente desde la noche del baile del duque, cuando acababas de salir del colegio en Excalibur.
Ella le miró por el rabillo del ojo.
-Entonces yo también empecé a llamarme así mentalmente -confesó.
-Hay una terraza al oeste de Traskon New House -le dijo- ....Mañana cenaremos allí y veremos juntos la puesta del sol.
-Lo sé. Ya pensé que éste sería nuestro lugar favorito para las puestas de sol.
-Te has adelantado mucho -la acusó-. Traskon New House debía ser una sorpresa para ti.
-Yo siempre fui curiosa en cuanto a los regalos, los de Año Nuevo y de mis cumpleaños. Pero sólo la vi desde el aire. Me sorprenderá todo su interior -prometió-. Y me sorprenderá agradablemente.
Y cuando ella lo hubiera visto todo y Traskon New House ya no fuera sorpresa, efectuarían un largo viaje espacial. Todavía no se lo había mencionado. Algunos de los otros Mundos de la Espada de Excalibur, claro, y Morglay, y Flamberge, y Durendal. No, Durendal no; la guerra había estado allí de nuevo. Pero se divertirían mucho. Y ella vería otra vez claros cielos azules y estrellas por la noche. El velo nuboso que ocultaba las estrellas de Gram, y Elaine las había echado de menos desde su venida a casa desde Excalibur.
La sombra de un coche aéreo cayó brevemente sobre ellos, que alzaron la vista y volvieron las cabezas a tiempo para verlo descender con graciosa dignidad hacia el piso de aterrizajes de Karvall House. Lucas divisó sus insignias: espada y símbolo atómico, el emblema de la casa ducal de Ward. Se preguntó si era el propio Duke Angus en persona, o alguien de su personal que se le adelantaba. Deberían volver los invitados, supuso. Entonces la tomó en sus brazos y la besó y ella le respondió con ardor.
Una tos ligera tras ellos les hizo separarse y girar sus cabezas. Era Sesar Karvall, digno con su pelo blanco y la pechera de su chaqueta azul reluciendo de ordenes y condecoraciones y el zafiro en el pomo de su daga de vestir centelleando.
-Pensé que os encontraría aquí a los dos -el padre de Elaine sonrió-. Tendréis mañana, y pasado mañana, y al otro para estar juntos, pero es preciso que recuerde que hoy tenemos invitados y llegan más a cada instante.
-¿Quién vino en el coche Ward? -preguntó Elaine.
-Rovard Grauffis. Y Otto Harkaman; no le conoces, ¿verdad, Lucas?
-No, no hemos sido presentados. Me gustaría antes de que salga al espacio -no tenía nada personalmente contra Harkaman; sólo contra lo que él representaba-. ¿Va a venir Duke?
-Oh, seguro. Lionel de Newhaven y el Señor de Northport le acompañarán. Está ahora en el Palace -Karvall dudó-. Su sobrino regresó a la ciudad.
-¡Oh, querido! Espero que no...
-¿Ha estado Dunnan molestando otra vez a Elaine?
-Nada que tener en cuenta. Estuvo aquí, ayer, pidiendo hablar con ella. Le dijimos que se fuese sin mucha ceremonia.
-Tendré que tomarle en cuenta si sigue viniendo después de mañana.
Por su bien y por el de Andray Dunnan confiaba en no tener que tener que llegar a eso. No deseaba disparar contra un pariente de la casa de Ward y era un hombre demasiado salvaje para echarlo a patadas.
-Lo siento mucho por él -decía Elaine-. Padre, debiste permitirme que hablase con Audray. Quizá le hubiera hecho comprender.
Sesar Karvall se mostró sorprendido.
-Criatura, no debías someterte a eso. ¡Ese hombre está loco! -Entonces vio los hombros desnudos de ella y se quedó todavía más sorprendido-: ¡Elaine, tu chal!
Las manos de ella se alzaron y no pudo encontrarlo; miró a su alrededor en confuso embarazo. Divertido, Lucas lo recogió del matorral sobre el que ella lo dejara caer y se lo puso en torno a los hombros, sus manos acariciándola brevemente. Luego hizo un gesto al anciano para que les precediese y entraron en el arbolado paseo. Al otro extremo, en un círculo abierto, una fuente jugaba, chicas de mármol blanco y niños bañándose en la pileta de verde jade. Otra pieza de botín de uno de los planetas de la Antigua Federación; eso era algo que había tratado de evitar al amueblar Traskon New House. Habría mucho material de esa clase que vendría después de que Otto Harkman llevase al Enterprise al espacio.
-Tendré que volver alguna vez y visitarles -le susurro Elaine-, Me echaran de menos..
-Encontrarás a muchos nuevos amigos en tu nueva casa la contestó también susurrante. Espera hasta mañana.
-Voy a decir una palabrita al oido de Duke sobre ese tipo -Sesar Karvall, aún pensando Dunnan, anunció- si le habla, quizás sirva de algún bien.
-Lo dudo No creo que Duke Angus tenga ninguna influencia sobre él.
La madre de Dunnan había sido la hermana menor de Duke. De su padre heredó lo que originalmente fue una baronia próspera. Ahora estaba hipotecada hasta el mástil aéreo de la antena del tejado. El Duke una vez se hizo cargo de las deudas de Dunnan y rehusó repetir su gesto en la segunda ocasión. Dunnan salió al espacio unas cuantas veces, como suboficial en viajes comerciales y de saqueo en la Antigua federación. Se suponía que era un buen astronavegador Esperó que su tío le cediese el mando del Enterprise, lo que fue una esperanza ridícula. Desilusionado, reclutó una compañía de mercenarios y buscaba un empleo militar. Se sospechaba que estaba en correspondencia con el peor enemigo de su tío, el Duke Omfray de Glaspyth.
Y estaba obsesivamente enamorado de Elaine Karvall, una pasión que parecía nutrirse en su propia desesperanza. Quizás sería una buena idea empezar de inmediato ese viaje espacial. Pronto debía zarpar algún navío de Bigglersport hacía uno de los Mundos de la Espada.
Se detuvieron al pie de las escaleras mecánicas: el jardín estaba atestado de huéspedes. Los chales brillantes de las damas y los abrigos de los hombres formaban armonías de color entre los macizos florales en los céspedes y bajo los árboles. Robots de servicio, amarillo llama y negro, colores de Karvall, flotaban por los alrededores creando música y ofreciendo refrescos. Había allí una espiral continua de cambiantes trajes de color en torno a la circular mesa robótica. Las voces sonaban felices como el murmullo de un río montañoso.
Mientras estaban mirando hacia abajo, otro coche aéreo dio una vuelta a poca altura. Con letras verdes y doradas se leía SERVICIO DE NOTICIAS PANPLANETARIO. Sesar Karvall masculló irritado.
-¿Es que no puede haber ningún lugar en donde reine la intimidad?
-Es una gran noticia, Sesar.
Lo era; más que el matrimonio de dos personas que estaban enamoradas. Era la boda de la baronia granjera de Traskon y de las fábricas de acero Karvall. Era un anuncio público de que los hombres ricos y luchadores de ambas baronías se alineaban ahora tras el Duke Angus de Wardshaven; era una fiesta general. Cada industria había cerrado hoy a mediodía y permanecería así hasta pasado mañana y luego habría bailes en cada parque y fiestas y festines en cada taberna. Los Mundos de la Espada buscaban cualquier motivo para hacer fiesta y la aprovechaban con eficiencia.
-Son nuestro pueblo, Sesar; tienen derecho a pasarlo bien con nosotros. Conozco a todos los Traskon y sé que estarán mirando nuestra fiesta en sus pantallas.
Alzó la mano saludando al vehículo periodístico y cuando giró y alzó un poco de más altura dando la vuelta, volvió a saludar. Luego bajaron por la larga escalera mecánica.
Lady Alvina Karvall era el centro de un grupo de matronas y viudas, en torno a quien las doncellas de mañana revoloteaban como mariposas multicolores. Tomó posesión de su hija y la arrastró al interior del círculo femenino. Vio a Rovard Grauffis, pequeño y taciturno, secuaz de Duke Angus, y a Buró Sardanas, hermano de Lady Alvina. Hablaban y luego un superintendente, su tabardo destellando con la llama amarilla y el martillo negro de las fábricas Karvall, se acercó a su amo con alguna noticia de crisis doméstica y los dos se fueron juntos.
-No conoces al capitán Harkaman, Lucas -dijo Rovard Graulfis-. Desearía que le saludases y bebieras una copa con él. Conozco tu actitud, pero es de buena clase. Personalmente, desearía tener a unos cuantos como él a mi alrededor. Esta era su principal objección. Había cada vez menos hombres de aquella clase en los Mundos de la Espada.
II
Una docena de hombres se apiñaban en torno al robot tabernero. Su primo y abogado de la familia, Nikkolay Trask; Lothar Ffayle, el banquero; Alex Gorram, el constructor de navíos y su hijo Basil; Baron Rathmore; más nobles de Wardshaven a quienes conocía sólo de lejos. Y Otto Harkaman.
Harkaman era un Vikingo Espacial. Eso le habría distinguido incluso si no sobrepasara al más alto de todos por una cabeza. Llevaba una cazadora negra y corta, bordada pesadamente en oro y pantalones también negros cuyas perneras se metían en botas que le llegaban hasta el tobillo; la daga de su cinturón no era un simple ornamento de gala. Su pelo rebelde rojo pardo era lo bastante largo como para proporcionar un acolchado extra a un casco de combate y su barba estaba cortada cuadrada en la parte inferior.
Había estado luchando en Durendal, para una de las ramas de la casa real que peleaba fraticidamente por el trono. Como se equivocó de bando, perdió su nave y la mayor parte de sus hombres y, casi, su propia vida. Fue una ruina de refugiado en Flamberge, poseyendo sólo las ropas que llevaba, sus armas personales y la lealtad de media docena de aventureros tan sin un céntimo como él mismo, cuando Duke Angus le invitó a Gram para mandar el Enterprise.
-Un placer, lord Trask. He conocido a su adorable futura esposa y ahora que le conozco a usted, permítame que les felicite a ambos -luego, mientras bebían juntos, preguntó-: ¿Usted no tiene nada invertido en la aventura Tanith, verdad?
Contestó que no y lo hubiera dejado estar así. Lo malo es que también tuvo que intervenir el joven Basil Gorram.
-Lord Trask no aprueba la Aventura Tanith -dijo desdeñoso-. Piensa que deberíamos quedarnos en casa y producir riqueza, en lugar de exportar el robo y el asesinato a la Antigua Federación.
La sonrisa persistió en el rostro de Otto Harkaman; solo que había desaparecido toda sensación amistosa. Inequívocamente se cambió la copa a la mano izquierda.
-Bueno, nuestras operaciones son definibles como robo y asesinato -asintió-. Los Vikingos Espaciales son ladrones y asesinos profesionales. ¿Y usted se opone? ¿Usted me encuentra personalmente reprobable?
-No le habría estrechado la mano ni bebido con usted si lo considerara así. No me importa cuántos planetas asaltó o ciudades saqueó, ni cuántos inocentes, si es que lo eran, asesinó en la Antigua Federación. Posiblemente no pudo hacer nada peor que esa gente había estado realizando unos contra otros durante los diez pasados siglos. A lo que presento objeciones es al modo en que ustedes atacan a los Mundos de la Espada.
-¡Está usted loco! -estalló Basil Gorram.
-Joven -desaprobó Harkaman-, la conversación era entre lord Trask y yo mismo. Y cuando alguien hace una afirmación que usted no entienda, no le diga que está loco. Pregúntele lo que significa. ¿Qué quiso decir, lord Trask?
-Debiera usted saberlo; acaba de atacar Gram con ochocientos de sus mejores hombres. Me atacó y saqueó llevándoseme cuarenta vaqueros, trabajadores agrícolas, madereros, maquinistas y dudo que sea capaz de reemplazarlos con gente tan experta y buena -se volvió hacia el mayor de los Gorram-. Alex, ¿cuántos te ha hecho perder el capitán Harkaman?
Gorram trató de decir que una docena; acuciado, admitió que eran seis más. Supervisores robóticos y de maquinaría, programadores, un par de ingenieros, un capataz. Hubo un asentimiento reguñón por parte de los otros. Las fábricas de motores de Buró Sardanas habían perdido casi tantos de la misma clase. Incluso Lothar Ffayle admitió la pérdida de un computador y un sargento de la guardia.
Y después de que se fueron, las granjas y ranchos y factorías seguirían adelante, no del todo como con anterioridad. Nada en Gram, nada en ninguno de los Mundos de la Espada, se hacía de manera tan eficiente como tres siglos antes. Todo el nivel de la vida de los Mundos de la Espada se hundía, como la costa oriental de este continente, tan despacio pero de manera evidente según los archivos y monumentos del pasado. Dijo todo eso y añadió:
-Y la pérdida genética. Los mejores genes de los Mundos de la Espada se escapan al espacio, como la atmósfera de un planeta de baja gravedad, cada generación abrumada por padres ligeramente inferiores a los últimos. No era tan malo cuando los Vikingos Espaciales atacaron directamente desde los Mundos de la Espada; volvían a casa de vez en cuando. Ahora conquistan planetas para hacerlos bases en la Antigua Federación y se quedan allí.
Todo el mundo había empezado a relajarse; eso no degeneraría en pelea. Harkaman, que había vuelto a coger la copa con la mano derecha, soltó una risita.
-Está bien. Yo he sido padre para una docena de bastardos en la Antigua Federación, y conozco a Vikingos Espaciales cayos padres nacieron en planetas de la Antigua Federación -se volvió a Basil Gorram-. Mire, el caballero no está loco, en absoluto. Eso es lo que sucedió a la Federación Terrena, de paso. Los buenos hombres todos se fueron para colonizar y las camisas almidonadas y tipos acomodaticios y gregarios y los que buscaban primero su seguridad se quedaron en la Tierra y trataron de gobernar la Galaxia.
-Bueno, quizás sea todo esto nuevo para usted, capitán -dijo sombrío Rovard Grauffis-, pero Lucas Trask ansía la Declinación y Caída de los Mundos de la Espada, y esto resulta una vieja canción fúnebre para el resto de nosotros. Yo tengo demasiado que hacer quedándome aquí y discutiendo con él.
Lothar Ffayle pensaba quedarse y discutir.
-Todos os quedáis, Lucas, y por eso es por lo que nos extendemos. Queréis que nos sentemos aquí y construyamos una presión de población como la Tierra en Siglo Primero, ¿verdad?
-¿Con trescientos cincuenta mil millones de personas extendidas en doce planetas? habían tantos sólo en la Tierra. Y nos costó ocho siglos llegar hasta eso.
Eso había sido desde el siglo noveno de la Era Atómica, al fin de la Gran Guerra. Diez mil hombres y mujeres en Abigor rehusaron rendirse y se llevaron al resto de los navíos de la Alianza del sistema y Estados al espacio, buscando un mundo que la Federación desconociese y que no encontrase durante mucho tiempo. Ese había sido el mundo que llamaron Excalibur. Desde él, sus nietos colonizaron Joyeuse y Durendal y Flamberge, Haulteclere fue colonizado en la siguiente generación desde Joyeuse, y Gram desde Haulteclere.
-No nos extendemos, Lothar; nos contraemos. Dejamos de extendernos hace trescientos cincuenta años, cuando ese navío volvió a Morglav desde la Antigua Federación e informó lo que había estado ocurriendo desde la Gran Guerra. Antes de eso, descubríamos nuevos planetas y los colonizábamos. Desde ello, hemos estado recogiendo los huesos de los muertos de la Federación Terrena.
Algo subía por las escaleras automáticas hacia el rellano. La gente se movía excitada en aquella dirección y el coche aéreo del noticiario circulaba como un buitre sobre una vaca enferma. Harkaman se preguntó como esperanzado si no habría pelea.
-Algún borracho al que despiden -dijo Nikkolay Trask-. Sesar ha dejado que todo Wardshaven esté aquí hoy. Pero, Lucas, esta Aventura de Tanith; no efectuamos un ataque de improviso. Estamos ocupando todo un planeta; habrá otro Mundo de la Espada dentro de cuarenta o cincuenta años. Un poco lejano, quizás, pero...
-Dentro de otro siglo, conquistaremos la Federación entera -declaró el barón Rathmore. Era político y jamás dejaba que la exageración le preocupara.
-Lo que yo no entiendo -intervino Harkaman-, es por qué sostiene a Duke Angus, lord Trask, si cree que la aventura de Tanith va a hacer mucho daño a Gram.
-Si Angus no lo hizo, alguien más lo haría. Pero Angus va a coronarse rey de Gram y yo no creo que otra persona fuera capaz de hacerlo. Este planeta necesita una soberanía única. No sé lo que han visto ustedes fuera de este ducado, pero no acepten Wardshaven como típico. Algunos ducados, como Glaspyth o Didreksburg son literales nidos de víboras. Todos los barones mayores están a punto de lanzarse mutuamente a estrangularse y ni siquiera pueden mantener a sus propios caballeros y sus barones en el debido orden. O, hay una triste guerrita allá en el continente Southmain que sigue durando casi dos siglos.
-Probablemente ahí es donde llevará Dunnan su ejército -dijo un barón fabricante de robots-. Espero que lo barra y Dunnan sea barrido con él.
-No es preciso ir a Southmain; sólo a Glaspyth -dijo otra persona.
-Bueno, si no conseguimos una monarquía planetaria para mantener el orden, el planeta se descivilizará como cualquier cosa de la Antigua Federación.
-¡Oh, vamos, Lucas! -protestó Alex Gorram-. Llevas eso demasiado lejos.
- Sí, por una cosa; no tenemos a los neobárbaros -apuntó alguien-, y si alguna vez vinieran aquí, los barreríamos al EmSeeSquare de un manotazo. También podría ser una buena cosa que lo hiciesen; eso nos impediría destrozarnos mutuamente.
Harkaman le miró sorprendido.
-¿Dónde cree, de todas maneras, que están ahora los neobárbaros? -preguntó-. ¿Alguna raza de invasores nómadas, hunos de Atila en el espacio?
- ueno, ¿no es eso lo que son? -preguntó Gorram.
-¡Claro que no! No hay ninguna docena y media de planetas en la Antigua Federación que sigan poseyendo la hiperimpulsión. Y todos están civilizados, es decir, si consideramos que Gilgamesh se considera civilizado -añadio-. Son bárbaros caseros. Trabajadores y campesinos que se revolucionan para apoderarse y dividir la riqueza y luego se encuentran con que han destrozado los medios de producción y han matado a todos los cerebros técnicos. Supervivientes en planetas atacados durante las Guerras interestelares, desde el décimo primero al siglo decimotercero, que perdieron la maquinaria de la civilización. Seguidores de jefes políticos en planetas con dictaduras locales. Compañías de mercenarios sin empleo y viviendo del pillaje. Fanáticos religiosos siguiendo a profetas autonominados.
-¿Cree que no tenemos abundante material neobárbaro aquí en Gram? -preguntó Trask-. Si es así, eche un vistazo a su alrededor.
-Glaspyth -dijo alguien.
-Esa cosecha de frutos supermaduro que reclutó Andray Dunnan -mencionó Rathmore.
Alex Gorram gruñía diciendo que su astillero estaba lleno de ellos; agitadores buscando jaleo, tratando de organizar una huelga para desembarazarse de los robots.
-Sí advirtió Harkaman al fin-. Sé de cuanto menos cuarenta ejemplos, en docena y media de planetas, en los últimos ocho siglos, de movimientos antitecnológicos. Los tuvieron en la Tierra, allá en el Siglo Segundo Preatómico. Y después de que Venus se separase de la Primera Federación, antes de que se organizara la Segunda Federación.
-¿Le interesa la historia? -preguntó Rathmore.
-Como pasatiempo. Todos los hombres espaciales tienen pasatiempos. Hay muy poco trabajo en una nave del hiperespacio; el aburrimiento es el peor enemigo. Mi oficial de artillería y cohetes dirigidos, Van Larch, es pintor. La mayor parte de sus obras se perdieron con el Corísande en Durendal, pero nos impidió que nos muriéramos de hambre unas cuantas veces en Flamberge pintando cuadros y vendiéndolos. Mi astronavegante hiperespacial, Guatt Kirbey, compone música; trata de expresar las matemáticas de la teoría hiperespacial en términos musicales. Yo no me intereso mucho por eso, personalmente -admitió-. Estudio historia. Ya saben, es raro; prácticamente todo lo que ha ocurrido en cualquiera de los planetas no habitados pasó en la Tierra antes de la primera nave espacial.
El jardín que les rodeaba de inmediato estaba ahora en silencio; todo el mundo se había acercado a las escaleras mecánicas. Harkaman hubiera dicho más, pero en aquel momento vio a media docena de los guardias uniformados de Sesar Karvall corriendo por su lado. Iban con casco y uniformes a prueba de balas; uno de ellos llevaba un auto rifle y el resto portaban aniquiladores con culata de plástico. El Vikingo Espacial dejó a un lado su copa.
-Vamos -dijo-. Vuestro anfitrión llama a sus tropas; creo que los invitados debemos encontrar también nuestros puestos de combate.
III
La engalanada multitud formaba un semicírculo de cara al rellano de las escaleras mecánicas; todo el mundo miraba con embarazada curiosidad, los de detrás estirando el cuello para ver mejor. Las damas se habían subido los chales en frígida formalidad; muchas incluso se habían tapado la cabeza. Habían cuatro coches aéreos del servicio de los noticieros dando vueltas por encima; lo que ocurriese estaba consiguiendo una plena difusión por todo el planeta. Los guardas de Karvall intentaban cruzar la multitud; su sargento decía una y otra vez:
-Por favor, señores y caballeros; perdone, noble señor -sin llegar a ninguna parte.
Otto Harkaman juró disgustado y apartó al sargento.
-!Paso! -bramó-. Dejen pasar a estos guardias -con eso, casi derriba a un caballero gentilmente vestido y echa por los suelos a otro con igual atuendo de gala; ambos se volvieron para mirarle furiosos y luego, rápidamente, le cedieron el paso.
Meditando brevemente sobre la utilidad de los malos modales en un caso de emergencia, Trask le siguió con los demás. El corpulento Vikingo Espacial llegó hasta la parte delantera, en donde Sesar Karvail y Rovard Grauffis y otros varios estaban inmóviles.
Frente a los cuatro hombres con capas negras daban la espalda a las escaleras. Dos eran vulgares esbirros; pistoleros alquilados para ser exactos. A duras penas mantenían sus manos claramente a la vista y parecían desear tenerlas en otra parte. El individuo de delante llevaba una salida de sol diamantífera en su bonete y la capa estaba forrada de seda azul pálido. Su rostro delgado y puntiagudo tenía profundos surcos en la boca y quedaba recortado por un mostacho negro. Los ojos mostraban el blanco en torno a las pupilas y de vez en cuando su boca se retorcía en una mueca involuntaria. Andray Dunnan; Trask se preguntó brevemente lo que tendría que tardar en tener que mirarle a veinticinco metros desde el punto de mira de su pistola. La cara del hombre ligeramente mayor que se encontraba junto a Dunnan estaba blanca como el papel e inexpresiva, pese a la barba negra. Se llamaba, Nevil Ormm: nadie estaba seguro de cuándo apareció y si se sabía que era compañero constante de Dunnan y su lugarteniente.
-¡Miente! -gritaba Dunnan-. Miente condenadamente con sus malolientes dientes y todo su ser. Usted interceptó cada mensaje que ella intentó enviarme.
-Mi hija no le ha enviado ningún mensaje, lord Dunnan -contestó Sesar Karvall, con forzada paciencia- ninguno, excepto el que acaba de entregarle y que dice que no quiere tener nada que ver con usted.
-Y piensa que me lo voy a creer. Usted la retiene prisionera; Satán sabe como la habrá torturado para obligarla a contraer este abominable matrimonio.
Hubo agitación entre los presentes; eso era algo más de lo que las personas bien educadas podían soportar. Saliendo del murmullo de voces incrédulas, una mujer exclamó en forma perfectamente audible:
-¡Vaya, realmente! Ese está loco!
Dunnan, como cada cual, lo oyó.
-¿Que estoy loco? -bramó-. ¿Porqué puedo ver a través de este hipócrita complot? Aquí tenemos a Lucas Trask... desea un interés en las fábricas Karvall; y aquí está Sesar Karvall... ansía acceso a los depósitos de hierro de la tierra de Traskon. Y mi adorable tío... quiere la ayuda de ambos para robar el ducado a Omfray de Glaspyth. Y aquí está este tiburón prestamista de Ffayle, tratando de arrebatarme mis tierras con sus zarpas, y Rovard Graulfis, el sabueso de mi tío que no alzaría un dedo por salvar a su pariente de la ruina, y este extranjero de Harkaman, que me birló el mando del Enterprise. Todos intrigando en mi contra.
-Sir Nevil -dijo Grauflis-, ya puede ver que lord Dunnan no es dueño de sí. Si es usted buen amigo suyo, lléveselo de aquí antes de que llegue Duke Angus.
Orm se inclinó y habló apremiante al oído de Dunnan. Dunnan colérico le apartó a un lado.
-Gran Satán, ¿también estás contra mí? -demandó.
Ormm le cogió del brazo.
-Estúpido, ¿quieres estropearlo todo ahora? -bajó la voz; el resto fue inaudible.
-No, maldito, no me iré hasta que haya hablado con ella, cara a cara...
Hubo otra agitación entre los espectadores; la multitud se apartó y Elaine cruzó por entre ella, seguida por su madre y Lady Sardanas, con cinco o seis otras matronas. Todas se habían subido los chales por encima de sus cabezas, las puntas de la derecha sobre los hombros izquierdos; todos se detuvieron excepto Elaine, que dio unos cuantos pasos más hacia adelante y se plantó ante Andray Dunnan. El jamás la había visto más hermosa, pero era la helada belleza de una daga que apuntase el corazón.
-Lord Dunnan, ¿qué desea decirme? -preguntó ella-. Dígalo pronto y váyase; aquí no es usted bien recibido.
-¡Elaine! -gritó Dunnan, dando un paso adelante-. ¿Por qué te tapas la cabeza; por que me hablas como a un desconocido. Soy Andray, que te ama. ¿Por qué dejas que te obliguen a este perverso matrimonio?
-Nadie me obliga; me caso con lord Trask voluntaria y felizmente, porque le quiero. Ahora, por favor, váyase y no arme mas escándalos en mi boda.
-¡Eso es mentira! ¡Te obligan a decirlo! No tienes que casarte con, él; no pueden obligarte. Vente conmigo ahora. No se atreverán a detenerte. Te apartare de esta gente cruel y codiciosa. Tú me amas, siempre me amaste, me has dicho que me quieres una y otra vez.
Si en su particular mundo de ensueños, un mundo de fantasía que había cobrado realidad dentro de Andray Dunnan, una tal Elaine Karvall creada por su imaginación existía sólo para amarle. Enfrentando a la verdadera Elaine, simplemente Andray rechazó la realidad.
-Nunca le amé, lord Dunnan, y nunca se lo dije. Nunca le odié, tampoco, pero hace muy difícil para mí que no experimente hacia usted ese sentimiento. Ahora váyase y que no le vuelva a ver jamás.,
Con eso, se dio media vuelta y comenzó a retroceder por la multitud, que se apartó para dejarle paso. Su madre y su tía, y las otras damas, la siguieron.
-Me mentiste -le gritó Dunnan-. Mentiste todo el tiempo. Eres tan mala como los demás, todos intrigando y obrando en mi contra, traicionándome. Sé de qué se trata; todos queréis despojarme de mis derechos y mantener a mi tío usurpador en el trono ducal. Y tú, tú, hipócrita ramera, eres la peor de todos.
Sir Nevil Orm le cogió del hombro y le hizo girar en redondo, empujándole hacia las escaleras mecánicas. Dunnan forcejeó, gritando de manera inarticulada como un lobo herido. Ormm maldecía furioso.
-¡Vosotros! Gritó-. Ayudadme. Sujetadle..
Dunnan aún estaba aullando cuando le obligaron a subir a la escalera, los dorsos de las capas de los dos secuaces. con la insignia del sol creciente de Dunnan, azul claro sobre negro, le taparon. Al cabo de poco un coche aéreo con el mismo emblema alzó el vuelo y se alejó.
-Lucas, está loco -insistió Sesar Karvall-. Elaine no ha hablado cincuenta palabras con él desde que volvió de su último viaje.
Lucas soltó una carcajada y puso la mano en el hombro de Karvall.
-Lo sé, Sesar. ¿No creerá que necesito seguridades?
-Loco, yo diría que está loco -intervino Rovard Granffis-. ¿Oyeron lo que dijo sobre sus derechos? Esperen hasta que su Gracia se entere.
-¿Acaso reclama el trono ducal, sir Rovard? -preguntó Otto Harkaman aguda y seriamente.
-Oh, pretende que su madre nació un año y medio antes que el Duke Angus y, que la verdadera fecha de su nacimiento se falsifico para conceder a Angus la sucesión. Oh, su presente Gracia tenía tres años de edad cuando nació ella. Yo fui antiguo caballero de Duke Fergus y llevé a Angus en mi hombro cuando la madre de Andray Dunnan fue presentada a los señores y varones al día siguiente de nacer.
-Pues claro que está loco -asintió Alex Gorram-. No se por qué el Duke no le coloca bajo tratamiento psiquiátrico
-Yo le hubiese puesto bajo tratamiento -dijo Harkaman, pasándose el dedo por debajo de la barba-. Los locos que pretenden ocupar los tronos son bombas que deberían ser desactivadas antes de que estallen.
-No podemos hacer eso -contestó Grauffls-. Despues de todo, es el sobrino del Duke Angus.
-Yo sí podría -dijo Harkaman-. Sólo tiene trescientos hombres en su compañía. Sólo Satán sabe por qué le dejaron ustedes reclutarlos -hizo una especie de paréntesis-. Yo tengo ochocientos; quinientos buenos combatientes de tierra. Me gustaría ver cómo se comportan en combate antes de que salgamos al espacio. En dos horas puedo tenerlos listos para la acción y todo habría pasado a la media noche.
-No, capitán Harkaman; su Gracia nunca lo permitiría -prohibió Graufis-. Usted no tiene idea del daño político que haría entre los señores independientes en quienes contamos para su apoyo. Usted no estaba aquí en Gram cuando Duke Ridger de Didreksburg hizo que el segundo marido de su hermana Sancia fuese envenenado.
IV
Se detuvieron bajo la columnata; más allá, la terraza interior principal estaba atestada y un putpurri de antiguas canciones de amor se alzaba desde los puntos sonoros, por sexta u octava vez consecutiva. Lucas consultó su reloj; eran noventa segundos más tarde de la última vez que hizo lo mismo. Si se le daban quince minutos más para empezar y otros quince para marcharse después de los brindis matrimoniales y las felicitaciones, habría bastante. Y ningún matrimonio, por pomposo que fuese, duraba más que media hora. Una hora, pues y el y Elaine estarían en el coche aéreo, disparados hacia Traskon.
Las canciones de amor cesaron bruscamente; al cabo de un momento de silencio una trompeta, considerablemente amplificada sonó; el Saludo Ducal. La multitud dejó de agitarse, el murmullo de las voces se suspendió. Al pie de la escalera mecánica hubo un fulgor colorista y el grupo ducal empezó a moverse descendiendo. Un pelotón de guardas, de rojo y amarillo con relucientes cascos y pulidas alabardas. Un caballero portando la Espada del Estado. El Duke Angus con su consejo, Otto Harkaman entre ellos; la duquesa Flavia y sus damas de compañía. Los caballeros del séquito y sus esposas. Más guardas. Hubo una gran ovación; los aerocoches del servicio de los noticiarios se colocaron encima de la comitiva. El primo Nikkolay y unos cuantos más salieron de entre las columnas a la luz del sol; hubo un movimiento similar a la otra parte de la terraza. La comitiva ducal llegó al extremo del paseo central, se detuvo y se desplegó.
-Está bien; despejemos -dijo el primo Nikkolay, adelantándose.
Diez minutos desde que llegaron al exterior; otros cinco para situarse en sus puestos. Quince minutos, ahora, hasta que él y Elaine, Lady Elaine Trask de Traskon, de verdad y para siempre, empezasen la marcha hacia su casa.
-¿Seguro que el coche está preparado? -preguntó por centésima vez.
Su primo le aseguró que sí. Figuras con el uniforme negro y amarillo llama de Karvall aparecieron por la terraza. La música tornó a sonar, esta vez la obligatoria Marcha Nupcial de los Nobles, arrogante y al mismo tiempo tierno. El caballero secretario de Sesar Karvall, y el abogado de los Karvall, los directivos de las factorías de acero, el capitán de la guardia de Karvall. El propio Sesar, llevando a Elaine del brazo; ella vestía un chal negro y amarillo. Lucas miró en su torno asustado súbitamente.
-¡Por amor de Satán, dónde tienes el chal! -exigió y luego se relajó cuando uno de sus caballeros lo exhibió, con los colores de Traskon. Las damas de honor, conducidas por Alvina Karvall. Finalmente se detuvieron, a diez metros de distancia, delante del Duke.
-¿Quién se nos acerca?, pregunto el Duke Angus al jefe de su guardia.
Tenía un rostro delgado y puntiagudo, sensitivo casi femeninamente y una barbita también puntiaguda. Iba destocado excepto la diadema estrecha de oro que trató durante casi toda su vida de convertir en una corona real. El capitán de la guardia repitió la pregunta.
-Soy Sir Nikkolay Trask; traigo a mi primo y coseñor, Lucas, lord Trask, barón de Traskon. Viene a recibir a la dama señorita Elaine, hija de lord Sesar Karvall, barón de Karvallmills, y la sanción de su Gracia al matrimonio entre ellos.
Sir Maxamon Zhorgay, lugarteniente de Sesar Karvall, se llamó a sí mismo y a su señor; ellos trajeron a dama señorita Elaine a la boda ante lord Trask Traskon. El Duke, satisfecho de que fuesen personas, a quienes pudiera dirigirse directamente, preguntó si los términos del acuerdo matrimonial habían sido aprobados; ambas partes así lo afirmaron. Sir Maxamon entregó un pergamino al duque; el Duke Angus comenzó a leer la rígida y precisa fraseología legal. Los matrimonios entre casas nobles no eran cosa de dejarse abiertos a cualquier disputa -se había derramado mucha sangre y quemado pólvora en exceso por la ambigüedad en algunos puntos de la. sucesiones o herencias o derechos accesorios. Lucas lo soportó con paciencia; no quería que sus nietos y los de Elaine se enzarzaran a tiros por alguna coma mal situada.
-¿Y esas personas ante nos aceptan libremente este matrimonio? -preguntó el Duque, al término de la lectura. Avanzó mientras hablaba y su caballero le entregó el mandoble que se llamaba la Espada del Estado, lo bastante pesada como para partir por medio a una persona. Trask también se adelantó; Sesar Karvall trajo a Elaine. Los abogados y del séquito se hicieron más a un costado.
-¿Qué dice usted, lord Trask? -preguntó, casi en tono de observación.
-Con todo mi corazón, vuestra Gracia.
-Y usted, lady señorita Elaine?
-Es mi deseo más caro, vuestra Gracia.
El duque tomó la espada por la hoja y la extendió; los jóvenes posaron sus manos en el enjoyado pomo.
-¿Y vosotros, y vuestras casas me juráis a mí, Angus, Duque de Wardshaven, como vuestro príncipe soberano, y afirmáis fidelidad a nos y a nuestros legítimos sucesores?
-Juramos -no sólo lo dijeron él y Elaine, sino cuantos les rodeaban y toda la masa en el jardín, respondió, los espectadores a gritos. Muy claramente, por encima de todo, alguien, con más entusiasmo que discreción, vociferó:
-¡Viva Angus I, de Gram!
-Y nosotros, Angus, os conferimos a vosotros dos y a vuestras casas el derecho de llevar nuestra insignia, como concierne, y me obligo a mí mismo a mantener vuestros derechos contra algo o alguien que pueda tratar de arrollarlos. Y nosotros declaramos que este matrimonio entre vosotros dos y este acuerdo entre vuestras respectivas casas, nos complacen, y os juramos a los dos, Lucas y Elaine, que estáis legalmente casados y quien objete este matrimonio nos desafía a nos, en nuestros dientes y a nuestro pesar.
Esa no era exactamente la fórmula autorizada por un señor ducal en Gram. Era la empleada por un rey planetario como Napolyon de Flamberge o Rodolf de Excalibur. Y, ahora que lo pensaba, Angus consistentemente utilizó el plural real en primera persona. Quizás el tipo que gritase lo de Angus I de Gram había estado únicamente haciendo el trabajo para el que se le pagó. Esto estaba siendo teledifundido y Omfray de Glaspyth y Ridgerd de Didreksburg estarían escuchando; desde ahora empezarían a contratar a mercenarios. Quizás eso serviría para desembarazarse de Dunnan indirectamente.
El duque devolvió la Espada a su caballero. El joven que portaba el chal verde y pardo se lo entregó y Elaine dejó caer el negro y amarillo de sus hombros, la única vez que una mujer respetable lo hacía en público y su madre lo tomó y lo plegó. El avanzó y colocó los colores detrás sobre los hombros de la muchacha y luego la tomó en sus brazos. La ovación volvió a estallar y algunos de los guardas de Sesar Karvall comenzaron a disparar salvas.
Costó algo más de lo que se había esperado acabar con los brindis y los apretones de manos de la gente que se apiñaba a su alrededor. Por último, la comitiva empezó recorriendo el largo pasillo hasta el rellano de las escaleras y el Duque y su séquito se alejaron por la parte de atrás para prepararse para el festín de bodas en el que todo el mundo, excepto los novios, celebrarían el acontecimiento. Una de las damas de honor dio a Elaine un ramo enorme de flores, que ella tenía que arrojar desde la escalera mecánica; Elaine lo sostuvo con el brazo doblado y se agarró al de su marido con el otro.
-¡Cariño, realmente lo logramos! -susurraba ella como si fuese todo demasiado maravilloso para ser creído.
Uno de los coches de la televisión, naranja y azul, correspondiente a la empresa «Westlands Telecast & Teleprint», había flotado por delante de ellos y bajaba hacia el rellano. Durante un momento él se enfureció; eso quedaba más allá de los limites orbitales de la libertad periodística, incluso para la «Westlands T & T». Entonces soltó la carcajada; hoy se sentía demasiado feliz para enfadarse por nada. Al pie de las escaleras, Elaine se quitó las relucientes zapatillas, había otro par en el coche; de eso se había encargado personalmente, y subieron a los peldaños y dieron media vuelta. Las damas de honor se precipitaron hacia adelante y comenzaron a forcejear por coger las zapatillas, estropeando y desarreglándose sus vestidos y cuando estuvieron a mitad de camino, Elaine lanzó el ramo que se rompió sobre ellas como una bomba de colorada fragancia y las chicas cogieron las flores, gritando de delicia. Elaine se quedó plantada, enviando besos a todo el mundo y él estrechaba las manos que se le tendían por encima de la cabeza hasta que estuvieron en lo alto.
Cuando se volvieron y bajaron del aparato, el vehículo aéreo naranja y azul había descendido directamente delante suyo, bloqueándoles el paso. Ahora estaba realmente furioso y empezó una maldición. Entonces vio lo que había en el coche.
Andray Dunnan, su rostro fino descompuesto y su estrecho mostacho vibrando; tenía una rendija junto a la ventana abierta y estaba apuntando el cañón de una ametralladora hacia él.
Gritó y al mismo tiempo empujó a Elaine haciéndola caer. Se lanzó a sí mismo hacia adelante para cubrirla cuando se oyó la múltiple detonación. Algo le golpeó en el pecho; su pierna derecha se le dobló. Cayó.
Cayó y cayó y cayó, sin fin, por la oscuridad, fuera de toda consciencia.
V
Estaba crucificado y coronado de espinas. ¿A quién se lo habían hecho? A alguien hacía mucho tiempo, en la Tierra. Tenía los brazos extendidos rígidamente y le dolían; los pies y las piernas también le hacían daño y no podía moverlos y estaba aquello de su frente. Y se notaba ciego.
No; tenía los ojos cerrados, los abrió y había una pared blanca ante él, con una especie de dibujo en forma de cristal de nieve y se dio cuenta que era un techo y estaba acostado de espalda.. No podía mover la cabeza pero cambiando la dirección de su mirada advirtió que estaba del todo desnudo y rodeado por un laberinto de tubos y cables, lo que le turbó brevemente. Luego, supo que no estaba en una cama, sino en un robomédico y los tubos serían para medicación, drenaje de las heridas y alimentación intravenosa, y los cables serían electrodos incrustados en su cuerpo para diagnosis, y la corona de espinas no serían más que los electrodos de un encefalógrafo. Había estado antes en una de esas cosas, cuando fue corneado por un bisonoide en los prados ganaderos.
Eso es lo que era; seguía en tratamiento. Pero le pareció hace tanto tiempo; tantísimas cosas parecían haber ocurrido que creyó haberlas soñado.
Luego recordó e inútilmente forcejeó para levantarse.
-¡Elaine! -llamó-. Elaine, ¿dónde estás?
Hubo una agitación y alguien penetró en su limitado campo de visión, su primo, Nikkolay Trask.
-Nikkolay -dijo- ¿Qué le pasó a Elaine?
Nikolay parpadeó, como si algo que esperaba que le hiriese le hubiera hecho un daño mas profundo de lo calculado.
- Lucas -tragó saliva-. Elaine. Elaine ha muerto.
Elaine ha muerto. Eso no tenía sentido.
-Murió en el acto, Lucas. Recibió seis impactos; no creo que notase ni siquiera el primero. No padeció.
Alguien gimió y luego Lucas se dio cuenta de que había sido él mismo.
-Te hirieron dos veces -le decía Nikkolay-. Una en la pierna; el fémur destrozado. Y otra en el pecho. Esa no te alcanzó el corazón por dos centímetros.
-Lástima -ahora comenzaba a recordar claramente-. La hice caer y traté de taparla. Debí meterla directamente en la ráfaga y yo sólo recibí los últimos proyectiles, pero había algo más; oh, sí. Dunnan, ¿lo derribaron?
Nikkolay sacudió la cabeza.
-Escapó. Robó el Enterprise y partió del planeta.
-Quiero capturarlo yo mismo.
Otra vez comenzó a levantarse; Nikkolay hizo un gesto a alguien fuera de la vista. Una mano fría le tocó la barbilla y olió el perfume de una mujer, completamente distinto al de Elaine. Algo como un insecto pequeño le mordió en el cuello. La habitación pareció oscurecerse.
Elaine estaba muerta. Ya no existía Elaine, en absoluto. Oh, eso significaba que ya no había más mundo. Por eso empezaba a oscurecerse tanto.
* * * *
Volvió a despertar, decidido y de haber habido luz diurna hubiese distinguido el cielo amarillo por la ventana abierta, o ser de noche estarían encendidas las paredes luminosas. Siempre habría alguien con él. La esposa de Nikkolay, dama Cecilia; Rovard Grauffis; lady Alvina Karvall. Debía haber dormido mucho tiempo; porque ella era mucho más vieja de lo que la recordaba... y su hermano, Buró Sardanas. Y una mujer con el pelo negro, una bata blanca con un caduceo de oro en el pecho. Una vez, la duquesa Flavia, y una vez el propio Duke Angus.
Preguntó dónde estaba, sin importarle demasiado. Se lo dijeron, en el palacio ducal. Deseó que todos se fuesen y que le dejaran marchar a donde estaba Elaine.
Luego volvería a la oscuridad y él trataría de encontrarla, porque había algo que él deseaba desesperadamente enseñarle. Estrellas en el firmamento por noche, eso era. Pero no había estrellas, no había Elaine, no había nada y él deseaba que tampoco hubiese Lucas Trask.
Pero allí estaba un tal Andray Dunnan. Podía verle plantado con su capa negra en la terraza, los diamantes de su joya del bonete reluciendo diabólicos; podía ver el rostro enloquecido mirándole por encima del cañón de la metralleta. Y luego le cazaría sin encontrarle, a través de la fría oscuridad del espacio.
Los períodos de lucidez se hicieron mayores y durante ellos su cerebro quedó claro. Le quitaron su corona de espinas electrónicas. Le despojaron de los tubos de alimentación y le dieron tazas de caldo y jugo de frutas. Quería saber por qué le habían llevado al palacio.
-Era lo único que podíamos hacer -le contesté Rovard Grauffis-. Tuvieron muchas dificultades en Karvall House tal y como estaban las cosas. Mira, Sesar también fue baleado.
-No -por eso Sesar no había venido a verle-. ¿Le mataron?
-Herido; está peor que tú. Cuando se inició el tiroteo, subió volando por la escalera. No llevaba nada excepto su daga de gala. Dunnan le dirigió una rápida ráfaga; creo que por eso no tuvo tiempo de acabar contigo. Para entonces, los guardas habían estado disparando salvas y la rapidez del ataque les desconcertó, por lo que tardaron cierto tiempo en contestar al fuego. Se fue lo más de prisa que pudo. Tienen a Sesar en un robot médico como el tuyo. Ya no está en peligro.
Los tubos de drenaje y de medicación le fueron desconectados; la tela de araña de cables que le rodeaba fue quitada y con ellos los electrodos. Le vendaron las heridas y le vistieron con una túnica suelta y le quitaron del robomédico para llevarle a un diván en donde podía estar sentado cuando así le viniera en gana; empezaron a darle alimento sólido, vino para beber y le permitieron fumar. La doctora dijo que lo había pasado muy mal, como si él no lo supiera. Se preguntó Lucas si ella esperaba que le diese las gracias por mantenerlo vivo.
-Estará en condiciones de salir dentro de unas pocas semanas -añadió su primo-. Ya he procurado que todo lo de Traskon New House esté preparado para recibirte.
-Mientras viva jamás entraré en esa casa y desearía no existir dentro de un minuto. Aquello iba a ser el hogar de Elaine. No entraré en él a solas.
Los sueños le turbaban mientras dormía cada vez menos y menos mientras se fortalecía. A menudo tenía visitantes, trayéndole regalitos diversos y Lucas encontré que disfrutaba con su compañía. Deseaba saber lo que había sucedido en realidad y como Dunnan escapó.
-Abordó como un pirata el Enterprise -le contó Rovard Grauffis-. Le acompañaba su compañía de mercenarios y sobornó a unos cuantos del muelle Gorram. Creí que Alex mataría a su jefe de seguridad cuando se enteró de lo ocurrido. No pudieron probar nada... lo intentamos con ahínco... pero estamos seguros de que Omfray de Glaspyth proporcionó el dinero. Lo han negado demasiado enfáticamente.
-¿Entonces todo el asunto fue planeado con anticipación?
-Apoderarse del navío sí; debió prepararlo durante meses, antes de que empezase a reclutar esa compañía. Creo que pensaba hacerlo la víspera de la boda por la noche. Luego intenté convencer a lady señorita Elaine para que se fugara con él... parece ser que lo creyó posible... cuando ella le humilló, decidió mataros a ambos antes -se volvió a Otto Harkaman, que le acompañaba-. Mientras viva, lamentaré no haberle aceptado a usted, y a su palabra y también aceptado su oferta de entonces.
Cómo logró apoderarse del coche aquel de la «Westlands Telexas & Teleprint»?
-Oh. La mañana de la boda se presentó en la oficina editorial de la Westlands les dijo que tenía la historia interna del matrimonio y de por qué lo patrocinaba el duque. Lo hizo sonar como si hubiese algún escándalo; insistió en que fuese un repórter a Dunnan House para una entrevista cara a cara. Enviaron a un hombre y esa fue la última vez que le vieron vivo; nuestra gente encontró su cuerpo en Dunnan House cuando buscábamos por el lugar después de los disparos. Hallamos el coche en el muelle; había recibido un par de impactos de las armas de Karvall House, pero ya sabes lo que pueden soportar esos coches de prensa. Se dirigió derecho al muelle, en donde sus hombres ya se habían apoderado del Enterprise; en cuanto llegó, la nave zarpó.
Miró al cigarrillo que tenía entre los dedos. Era tan corto que casi le quemaba. Con un esfuerzo u. inclinó hacia adelante para apagarlo.
-Rovard, ¿cuándo estará terminado el segundo navío?
Grauffis rió con amargura.
-Construir el Enterprise nos costó cuanto teníamos. El duque está al borde de la bancarrota ahora. Hace seis meses que dejamos de trabajar en la segunda nave porque no teníamos dinero suficiente para seguir con ella y terminar el Enterprise. Esperábamos que el Enterprise consiguiese bastante de la Antigua Federación para acabar el segundo navío. Luego, con dos naves y una base en Tanith el dinero comenzaría a venir en lugar de salir. Pero ahora...
-Eso me deja donde estaba yo en Flamberge -añadió Harkaman-. Peor. El rey Napolyon iba a ayudar a los elmersanos y me hubiesen dado el mando en eso. Ahora ya es demasiado tarde.
Lucas cogió su fusta y la utilizó para ponerse en pie. La pierna rota había sanado, pero todavía se sentía débil. Dio unos cuantos pasos dubitativo, se detuvo para apoyarse en el bastón y luego se encaminó hasta la ventana abierta y se quedó un momento mirando hacia afuera. Después se volvió.
-Capitán Harkaman, puede que aún consiga usted un alto mando, aquí en Gram. Es decir si no le importa estar bajo mis órdenes como propietario a bordo. Voy a cazar a Andray Dunnan.
Ambos le miraron. Al cabo de un momento, Harkaman dijo:
-Sería un honor, lord Trask. ¿Pero de dónde sacara un navío?
-Está ahora a medio acabar. Usted ya tiene su tripulación. El Duke Angus puede acabarlo por mí y pagar subastando su nueva baronia de Traskon.
Conocía a Rovard Grauffis toda la vida; hasta este momento nunca había visto al lugarteniente del Duke Angus tan sorprendido.
-¿Quieres decir, que cambias Traskon por esa nave? preguntó.
-Terminada, equipada y preparada para el espacio, sí.
-El duque aceptará -se apresuró a decir Grauffis-. Pero, Lucas, Traskon es tu única propiedad. Tu título, tus ingresos...
-Si tengo un navío, no necesito ingresos. Lo voy a convertir en Vikingo Espacial.
Eso hizo que Harkaman se pusiera en pie con un rugido de aprobación. Grauffis le miró, la boca entreabierta.
-Lucas Trask... Vikingo Espacial -dijo. Ahora ya no me queda nada por oír.
Bueno, ¿por qué no? Había deplorado los efectos de los ataques vikingos en los Mundos de la Espada, porque Gram era un Mundo de la Espada y Traskon estaba en Gram, y Traskon iba a ser el hogar en donde Elaine y él vivirían y nacerían sus hijos, y los hijos de sus hijos. Ahora el diminuto punto en que todo se basó había desaparecido.
-Ese fue otro Lucas Trask, Rovard. Ahora ha muerto.
VI
Grauffis se excusó diciendo que tenía que hacer una llamada y cuando regresó volvió a excusarse. Evidentemente Duke Angus había dejado cuanto estaba haciendo nada más se enteró de lo que su lugarteniente tenía que decirle. Harkaman guardó silencio hasta después de que hubo salido de la habitación, entonces dijo:
-Lord Trask, esto es algo maravilloso para mí. No ha sido agradable para un capitán sin navío estar viviendo de la bondad de un desconocido. Sin embargo, me sabría mal que usted pensase, alguna vez, que yo había progresado en mi propia fortuna a expensas de la suya.
-No se preocupe por eso. Si alguien debe aprovecharse, que sea usted. Necesito un capitán espacial y su desgracia es mi propia buena suerte.
Harkaman empezó a llenar de tabaco su pipa.
-¿Ha estado alguna vez fuera de Gram? -preguntó.
-Unos cuantos años en la universidad de Camelot, en Excalibur. Por lo demás, no.
-Bueno, ¿tiene usted alguna concepción de la clase de cosa a la que se va a dedicar? -El vikingo espacial encendió su encendedor y fumó- Usted sabe, claro, lo grande que es la Antigua Federación. Conoce las cifras, es decir, ¿pero significan algo para usted? Sé que no lo significan ni siquiera para un buen número de grandes hombres espaciales. Hablamos a la ligera sobre de diez a cien energías, pero imaginalmente seguimos contando: "uno, dos, tres, muchos". Un navío en el hiperespacio marcha a un año luz por hora. Se puede ir de aquí a Excalibur en treinta horas. Pero uno podría enviar un mensaje por radio anunciando el nacimiento de un hijo y éste sería padre cuando fuera recibido. La Antigua Federación, donde usted piensa cazar a Dunnan, ocupa un volumen espacial de doscientos billones de años luz cúbicos. Y en eso usted quiere buscar a un hombre y a un navío. ¿Cómo va a lograrlo, lord Trask?
-No he empezado a pensar en el cómo; todo lo que sé es que tengo que hacerlo. Hay planetas en la Antigua Federación en donde los vikingos espaciales van y vienen; bases de ataque y comercio, como la que el Duke Angus planeaba establecer en Tanith. En una u otra de ellas, tendré noticias de Dunnan, tarde o temprano.
-Nos enteraremos de dónde estaba hace un año y para cuando lleguemos allí, se habrá ido para de año y medio a dos años- Hemos estado asaltando la Antigua Federación por casi trescientos años, lord Trask. En el presente, yo diría que hay cuanto menos doscientos navíos de vikingos espaciales en funcionamiento. ¿Por qué no lo hemos intentado hace tiempo? Bueno, la respuesta es: distancia y tiempo del viaje. Ya sabe, Dunnan podría morir de viejo... lo que no es una causa ordinaria de muerte entre los vikingos espaciales... antes de que se le alcanzase. Y su grumete más joven podría morir de viejo antes de enterarse
-Bueno, puedo seguir persiguiéndole hasta que me muera entonces. Ninguna otra cosa significa algo para mí.
-Ya me imagino que sería una cosa así. Yo no estaré en su compañía toda la vida. Deseo un navío propio, como el Corisande, que perdí en Durendal. Algún día lo tendré. Pero mientras usted pueda mandar su nave, yo mandaré la mía a sus órdenes. Se lo prometo.
Alguna nota de ceremonia parecía indicada. Avisando a un robot, hizo que le sirviese vino y los dos hombres brindaron en silencio.
Rovard Grauffis había recuperado su aplomo para cuando regresó acompañado por el duque. Si Angus lo había perdido alguna vez, no daba señales de ello. El efecto en los demás fue literalmente sísmico. El punto de vista generalmente aceptado era que la razón de lord Trask había sido perturbada por su trágica pérdida; él admitía que podía haber algo de verdad en eso. Al principio, su primo Nikkolay se puso furioso por allanar la varonía del seno de la familia y cuando se enteró de que el Duke Angus le nombraba varón-vicario y le daba como residencia Traskon New House, comenzó a actuar inmediatamente como el que está en el lecho de muerte de una rica abuela. Los varones financieros e industriales de Wardshaven a quienes conociera muy de lejos, por otra parte, vinieron en rebaño en su torno, ofreciendo ayuda y saludándole como el salvador del ducado. El crédito del Duke Angus, casi anulado por la pérdida del Enterprise, quedó felizmente restablecido y el suyo con él.
Hubo una conferencia en la que abogados y banqueros discutieron de manera interminable; atendió unos cuantos al principio, se encontró por entero desinteresado y así se lo dijo a cada cual. Cuanto quería era una nave; la mejor nave posible, lo antes posible. Alex Gorram había sido el primero en ser notificado; comenzó el trabajo en el navío gemelo del Enterprise, no terminado, inmediatamente. Hasta que estuvo lo bastante fuerte para ir en persona a los astilleros, vigiló el trabajo en el esqueleto globular de setecientos metros de diámetro por la pantalla y conferencio, bien en persona o bien por dicha pantalla con ingenieros y capataces de astillero. De la noche a la mañana sus habitaciones en el palacio ducal se convirtieron de clínica en oficinas. Los doctores, que recientemente le apremiaron para que hallase nuevos intereses y actividades, ahora le prevenían de los peligros del agotamiento. Finalmente Harkaman añadió su voz a la de ellos.
-Cálmate, Lucas -habían abandonado toda formalidad y se tuteaban uno a otro-. Estás mal averiado; deja que la brigada de control de daños trabaje en ti y no fuerces la maquinaria hasta que esté arreglada. Tenemos tiempo en abundancia. No iremos a ninguna parte persiguiendo a Dunnan. El único modo de que le capturemos es por interceptación. Cuanto más se mueva por la Antigua Federación antes de que se entere de que le perseguimos, más rastros dejará. Una vez podamos es hacer un sistema de sus movimientos predecible, tendremos la gran posibilidad. Entonces, alguna vez, saldrá del hiperespacio en alguna parte y nos encontrará esperándole.
-¿Crees que se fue a Tanith?
Harkaman se levantó y recorrió trasteando la habitación durante unos minutos, luego volvió a sentarse.
-No. Eso era idea del Duke Angus, no suya. De todas maneras no podría instalar una base en Tanith. Ya sabes la clase de tripulación que tiene.
Había habido una investigación extensa en los socios y cómplices de Dunnan; el Duke Angus aún esperaba una prueba positiva que implicase en el acto de piratería a Omfray de Glaspyth. Dunnan llevaba consigo a docena y media de empleados de los astilleros Gorram a quienes sobornara. Había cierta habilidad técnica entre ellos, pero en su mayoría eran agitadores, alborotadores y trabajadores incompetentes. Bajo todas las circunstancias, Alex Gorram se alegraba de no verlos más. En cuanto a los propios mercenarios de Dunnan, era un atajo de antiguos hombres del espacio con un resto que comprendía desde bandidos, pasando por ladrones y cacos hasta criminales de la peor especie. El propio Dunnan era astrogador, no ingeniero.
-Esa pandilla no es ni siquiera buena para el ataque de rutina -dijo Harkaman-. Bajo ninguna circunstancia será capaz de instalar una base en Tanith. A menos que Dunnan esté completamente loco, lo que dudo, irá a algún planeta normal vikingo básico, como Hoth o Nergal o Dagon o Xochitl, para reclutar oficiales e ingenieros y hombres espaciales capaces.
-Toda esa maquinaria y equipo robótica, etc., que iba a ir a Tanith; ¿estaba a bordo cuándo tomó la nave?
-Sí, y ese es otro motivo del porqué tiene que ir a algún planeta como Hoth o Nergal o Xochitl. En un planeta ocupado por vikingos de la Antigua Federación, ese género casi valdrá su peso en oro.
-¿Cómo es Tanith?
-Casi por entero del tipo Tierra, el tercero de un sol clase G. Muy parecido a Haulteclere o Flamberge. Fue uno de los últimos planetas que colonizó la Federación antes de la Gran Guerra. Nadie sabe lo que pasó exactamente. No hubo ningún conflicto interestelar; por lo menos, no se encuentran grandes ruinas en donde debieron estar las ciudades. Probablemente lucharon mucho entre sí, después de salirse de la Federación. Hay algunos rastros de daños de combate por doquier. Han empezado a descivilizarse, bajando hasta el nivel premecánico. La energía la toman del viento, del agua y de los animales. Tienen bestias de tiro que parecen como carabaos terrestres introducidos en el planeta, y unos pocos barquitos de vela y canoas grandes en los ríos. Poseen la pólvora, lo que parece ser la última cosa que pierde todo pueblo.
"Estuve allí, hace cinco años. Me gustó Tanith como base. Hay una luna, casi como de níquel y de hierro sólidos, y depósitos de material nuclear. Luego, como un loco, me contraté para los elmersanos en Durendal y perdí mi navío. Cuando vine aquí, su duque pensaba en Xipototec. Le convencí que Tanith era un planeta mejor para sus propósitos.
Dunnan podía ir allí, a eso. Quizás pensase que estaba adelantándose al Duke Angus. Después de todo, tiene el equipo necesario.
-Y nadie que lo sepa usar. Si yo fuese Dunnan, iría a Nergal o a Xochitl. Allí, en cada uno de esos mundos, hay siempre un par de miles de vikingos espaciales, gastándose el botín o descansando entre ataques. Podría contratar en cualquiera de los dos a una tripulación completa. Yo sugiera que vayamos primero a Xochitl. Quizás, cuando menos, tengamos noticias de él.
Estaba bien, probarían primero Xotcliitl. Harkaman conocía el planeta y estaba en buenas relaciones con el noble Hautecler que le gobernaba. El trabajo prosiguió en los astilleros Gorram; se había tardado un año en construir el Enterprise, pero los altos hornos y las fábricas de maquinaria habían sobrepasado el trabajo preparatorio y el material y el equipo fluían en una corriente seguida. Dijo que le convencieran de descansar más y día a día se fortaleció. Pronto pasaba la mayor parte de su tiempo en el astillero, mirando como montaban los motores... ascensión y marcha Abbot para el espacio normal, y por motor Dillingham, convertidores de energía, seudogravedad, todo en el centro del navío globular. Los, alojamientos y talleres siguieron después, todos blindados con planchas de acero vibrado. Luego la nave se alzó hasta una órbita de mil seiscientos kilómetros de distancia del planeta, seguida por oleadas de naves de trabajo blindadas y transportadores de carga; el resto de la tarea, se hacía con mayor facilidad en el espacio. Al mismo tiempo, las chalupas de setenta metros que serían instaladas a bordo estaban siendo acabadas. Cada una de ellas tenía sus propios motores de hiperimpulsión y podía viajar tan lejos y tan deprisa como el propio navío.
[...]