COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Susana Vallejo publicado en el volumen Gigamesh 6, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 6, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Todo lo contrario ocurre con El pueblo de Zenna Henderson. Es una obra tan llena de lecturas y sentimientos de la que sólo puedo empezar diciendo que si en su momento unos cuantos tíos lo consideraron ñoño y sensiblero, por aquello de haberlo escrito una mujer, más nos valía cercenarles con una sencilla operación (no tiene por qué ser indolora, por cierto), aquello de lo que tanto se presume, para ver si así, se convertían en seres humanos y dejaban ese estado de animales camuflados. Claro que en la época que se publicaron los relatos, era mucho más moderno hablar de la Nueva Ola y hacer experimentos tipo Ellison, que escuchar el corazoncito de cada uno. (Vamos a ponernos un poco burros y sembrar polémica para ver si así recibimos cartas emocionantes y acabamos vendiendo más revistas.)
Porque El pueblo es un libro en el que los sentimientos -Dios, el amor, los niños, las maestras (Zenna era maestra)- están presentes en cada línea, en cada historia, en cada personaje. Porque la inocencia y la magia de los niños ha sido captada con todo su realismo, su crueldad y su dulzura. Por eso la Comunidad, y su sentimiento de pueblo unido, hacía pensar a estos individuos (los que decían que estos cuentos eran ñoñerías) en una comuna de hippies entre margaritas hablando de hacer el amor y no la guerra, y en sensiblerías lejanas a las naves espaciales dándose paseos por las galaxias y a los experimentos literarios de intelectuales de moda.
Y eso que El pueblo es un conjunto de relatos de ciencia ficción de verdad de la buena; todos ellos son historias de un pueblo extraterrestre (más elevado a nivel moral y con facultades PSI, en la línea de Expediente X), que tuvo que abandonar su planeta con urgencia y muchos de sus miembros acabaron cayendo en la Tierra. Aquí han tenido que adaptarse al medio y esconder sus poderes, que siempre usan para hacer el bien... En fin, cada historia narra la experiencia de algunos de estos extraterrestres del Pueblo. Y, si vale la tontería, en su vertiente más humana: no le interesan a la autora tanto los datos científicos como analizar ese "que pasaría si...", buscando casi toda posible consecuencia del encuentro entre terrestres y extraterrestres en ejemplos concretos y vidas reales de americanos normales y corrientes de esa "América profunda" que tan acostumbrados estamos a ver en el cine y la televisión.
Por otro lado la estructura de los relatos se acerca al de los cuentos tradicionales, por su transmisión oral, lo que da calor especial a cada historia. La autora ha sabido además recrear el ambiente de los exiliados que guardan la querida memoria del Hogar, que cuentan sus historias con toda la magia de los recuerdos de la infancia, del amor, la esperanza de la humanidad, las enseñanzas de los niños, la familia, los ciclos eternos de vida-muerte... De sentimientos que Zenna Henderson tiene la capacidad pasmosa de transmitir con una facilidad envidiable. Y por eso poco me importa que, puestos a criticar, esos extraterrestres sean tan parecidos a los humanos: que celebren su Recolección como si se tratase del americano día de Acción de Gracias (para tener el retrato calcado sólo faltaba en la mesa el mantel de cuadritos y el pavo).
Lo hermoso de El pueblo es cada historia con su magia especial, y por supuesto, la emoción. Emocionante, sí, en el sentido de no poder abandonar la lectura. Creo que este libro puede considerarse todo un clásico de la ciencia ficción, y que los años, lejos de hacer que pase de moda o acumule polvo (como quizás le haya ocurrido a esas otras novelas de modernos de hace más de veinte años) ha hecho apreciarla como lo que es: un gran libro de ciencia ficción. Para quienes ya tenían parte de los relatos en su edición de Minotauro, que no duden en comprar esta extensión, ya que la mayor parte de los cuentos (salvo los dos últimos, relacionados sólo parcialmente con el ciclo) merecen la pena tanto como los que formaban Peregrinación.