CONTENIDO LITERAL

(Fragmento de "Espada de Shannara [la]", novela de Terry Brook. Derechos de autor 1977, Terry Brooks)

I

El sol ya estaba hundiéndose en el verde oscuro de las montañas al oeste del valle; el rojo y gris rosado de sus sombras alcanzaba los rincones de la tierra, cuando Flick Ohmsford empezó su descenso. El camino se extendía desigualmente sobre la ladera norte, serpenteando entre los enormes pedruscos que tachonaban el escarpado terreno en grandes grupos, desapareciendo en los bosques espesos de las tierras bajas para reaparecer brevemente en los pequeños claros y espacios desmochados de los montes. Flick seguía con la mirada el conocido sendero mientras caminaba fatigosamente, con un fardo ligero colgando del hombro. Su rostro ancho, curtido por el viento, mostraba un aspecto tranquilo y decidido, y sólo los grandes ojos grises revelaban la fuerte inquietud que le quemaba bajo la calma exterior. A pesar de que era joven y de complexión corpulenta, el cabello castaño, levemente canoso y unas muy pobladas cejas, le hacían parecer mucho mayor. Vestía las ropas de trabajo poco ajustadas de las gentes del valle, y dentro del fardo llevaba distintos utensilios metálicos que se movían chocando unos con otros.
En el aire nocturno se notaba cierto frío, y Flick se agarró el cuello de la camisa de lana para ceñírselo. Le esperaba un viaje a través de los bosques y las ondulantes llanuras, aún no visibles desde el lugar en que se encontraba, y la oscuridad de los altos robles y los sombríos nogales llegaba hasta arriba solapándose y eclipsando el despejado cielo nocturno. El sol se había puesto, dejando sólo el azul oscuro del firmamento salpicado por miles de estrellas. Los enormes árboles ocultaban incluso a éstas, y Flick se encontraba solo en la silenciosa oscuridad mientras avanzaba lentamente por el sendero tantas veces recorrido. Debido a esto, advirtió inmediatamente la extraña tranquilidad que parecía haberse apoderado de todo el valle aquella noche. Los zumbidos y chirridos habituales de los insectos normalmente presentes en la quietud nocturna, los cantos de los pájaros que se despertaban con la puesta del sol para volar en busca de alimento; todos estaban ausentes. Flick escuchó intentando percibir el sonido de la vida, pero su fino oído no pudo detectar nada. Sacudió su cabeza de un lado a otro, con inquietud. El profundo silencio resultaba perturbador, especialmente por los rumores de que sólo unos días antes una aterradora criatura de alas negras había sido vista en el cielo al norte del valle.
Se esforzó en silbar y volver sus pensamientos hacia su trabajo en la región que estaba justo al norte del valle, donde las familias cultivaban la tierra y cuidaban animales de granja. Todas las semanas viajaba hasta allí, para aprovisionarlas de distintos artículos necesarios y llevarles alguna noticia sobre los sucesos del valle y de las ciudades distantes de la Tierra del Sur, cuando le era posible. Pocas personas conocían los alrededores tan bien como él y menos aún se molestaban en viajar más allá de la relativa seguridad de sus casas en el valle. En esos días, los hombres se inclinaban más a permanecer en sus comunidades aisladas y dejar que el resto del mundo se las arreglara como pudiese. Pero a Flick le gustaba viajar fuera del valle de vez en cuando, y en los hogares alejados necesitaban de sus servicios y estaban dispuestos a pagarle por las molestias. El padre de Flick no era una persona que dejase pasar una oportunidad de ganar dinero, y el arreglo parecía funcionar bien para todos los implicados.
Una rama que colgaba baja rozó la cabeza de Flick haciendo que se sobresaltase y diera un salto hacia un lado. Disgustado, se irguió y se volvió para mirar el frondoso obstáculo antes de continuar su camino a paso un poco más rápido. Ahora se había adentrado en los bosques de las tierras bajas, y sólo los rayos de luz de la luna eran capaces de encontrar el camino a través de las espesas ramas para iluminar tenebrosamente el ondulante sendero. Estaba tan oscuro que a Flick le resultaba difícil orientarse; y mientras examinaba el relieve del terreno que tenía delante, se sorprendió de nuevo al hacerse consciente del silencio. Parecía como si de repente da la vida se hubiera extinguido, dejándolo solo mientras se abría paso a través de la cripta que era el bosque. Otra vez recordó los extraños rumores. Se sentía un poco nervioso a pesar suyo y miraba preocupado a su alrededor. Pero todo estaba inmóvil en la vereda que se extendía ante él y en los árboles que le rodeaban, y se sintió un poco aliviado.
Deteniéndose un momento en un claro iluminado por luna, observó la plenitud del cielo antes de adentrarse bajo los árboles que tenía ante él. Caminaba lentamente, con cautela, por el sendero tortuoso que se había estrechado después del claro y ahora parecía acabar en un muro de árboles y arbustos. Sabía que sólo se trataba de una ilusión, pero no obstante se descubrió escudriñando con inquietud uno y otro lado. Momentos más tarde, estaba otra vez en un camino más ancho y podía distinguir fragmentos de cielo asomando a través de la densa arboleda. Estaba casi en el centro del valle y a unos tres kilómetros de su casa. Sonrió y empezó a silbar una vieja canción tabernaria mientras aceleraba paso. Estaba tan absorto en el camino que tenía delante y en la tierra despejada al otro lado del bosque que no advirtió la enorme sombra negra que pareció alzarse repentinamente; surgiendo de detrás de un gran roble situado a su izquierda, se dirigió con rapidez hacia e camino para interceptarlo. La negra figura estaba sobre el hombre del valle sin que éste se hubiera apercibido de su presencia. De pronto, apareció ante él como una gran piedra oscura que amenazaba con aplastarlo. Sobresaltado, dio un grito de terror y se apartó de un brinco, dejando caer el fardo sobre el camino con el consiguiente estrépito de las herramientas de metal. Con la mano izquierda sacó de golpe la larga y delgada daga enfundada en la cintura. A pesar de que se agachó para defenderse, un brazo autoritario se alzó para detenerlo y una voz fuerte, aunque tranquilizadora, le habló inmediatamente.
- Espera un momento, amigo. No soy tu enemigo, ni tengo intención de hacerte daño. Sólo deseo que me orientes, te estaría muy agradecido si me indicases el camino adecuado.
Flick relajó un poco la guardia e intentó escrutar la oscuridad de la figura que tenía delante, esforzándose por encontrar algún parecido con un ser humano. No pudo ver nada. Se desplazó hacia la izquierda con pasos cautelosos en un intento de ver las facciones de la figura bajo la luz de la luna ensombrecida por los árboles.
- Te lo aseguro, no quiero hacerte daño -continuó la voz, como si estuviese leyendo en la mente del hombre del valle-. No quería asustarte, pero no te vi hasta que estuviste muy cerca de mí, y me alarmó que pudieras pasar a mi lado sin verme.
La voz se interrumpió y la enorme figura negra quedó sumergida en el silencio, pero Flick pudo sentir los ojos que le seguían mientras se acercaba al borde del camino para dar la espalda a la luz. Lentamente, la pálida luz de la luna empezó a revelar los rasgos del extraño con líneas vagas y sombras azules. Durante un momento los dos permanecieron frente a frente, callados, estudiándose el uno al otro. Flick trataba de averiguar qué era lo que tenía ante él, el extraño parecía tranquilo.
Entonces, de repente, la enorme figura se lanzó con una terrible rapidez, inmovilizando con sus potentes manos las del joven, a quien levantó bruscamente del suelo. Mientras lo mantenía alzado, el cuchillo cayó de los dedos impotentes de Flick, mientras la profunda voz se reía burlonamente de él.
- Bueno, bueno, mi joven amigo. Me pregunto qué vas a hacer ahora. Podría, si quisiera, arrancarte el corazón ahora mismo y dejar tu cuerpo a los lobos, ¿no lo crees?
Flick forcejeaba violentamente para liberarse, mientras el terror borraba de su mente cualquier otro pensamiento que no fuese el de escapar. No tenía ni idea de a qué tipo de criaturas pertenecía la que lo apresaba, pero era bastante más fuerte que cualquier hombre normal y, al parecer, estaba dispuesta a despacharlo sin perder tiempo. Entonces, bruscamente, su captor lo separó de sí a la distancia de un brazo y la voz burlona se volvió helada y recriminatoria.
- ¡Se acabó, muchacho! Nos hemos divertido con este jueguecito y todavía no sabes nada de mí. Estoy cansado, tengo hambre y no quiero quedarme en el bosque, soportando el frío de la noche, mientras decides si soy un hombre o una bestia. Te pedí antes que me indicases el camino. Te lo aviso, no intentes evadirte de mí o será peor para ti. -La potente voz se desvaneció y el tono de recriminación con ella, pero la burla retornó en una breve carcajada-. Además -dijo con voz grave, mientras los dedos de acero aflojaban su presa y Flick se deslizaba hacia abajo-, puedo ser mejor amigo de lo que crees.
La figura dio un paso hacia atrás mientras Flick se enderezaba, frotándose las muñecas cautelosamente para restablecer la circulación de sus entumecidas manos. Deseaba salir corriendo, pero era cierto que el extraño podía apresarlo de nuevo y esta vez acabar con él sin pensarlo dos veces. Se inclinó hacia delante con cuidado y recogió la daga caída, volviendo a colocarla en su cinturón.
Ahora Flick pudo ver al sujeto con más claridad, y un rápido escrutinio le reveló que era humano sin lugar a dudas, pero mucho más alto que cualquier hombre que él hubiera visto con anterioridad. Medía al menos dos metros, pero le pareció muy delgado, aunque era difícil estar seguro. Llevaba puesta una amplia capa negra, con una holgada capucha que le cubría la cabeza. Su rostro, ensombrecido por ésta, era alargado y marcado por profundas arrugas, que le daban un aspecto tenebroso. Sus ojos estaban hundidos y casi totalmente ocultos por sus pobladas cejas, que se fruncían ferozmente sobre una larga nariz plana. Una corta barba negra perfilaba la boca ancha que únicamente era una línea en la cara, una línea que parecía no moverse nunca. Su aspecto en general era aterrador, y su oscuridad y su estatura. Flick tuvo que vencer el impulso que crecía dentro de él de salir huyendo por los límites del bosque. Miró directamente a los ojos hundidos y duros del extraño, aunque con dificultad, y logró esbozar una tenue sonrisa.

[...]