CONTENIDO LITERAL

(Fragmento de "Acero", cuento de Richard Matheson. Derechos de autor, Richard Matheson)

Los dos hombres salieron de la estación empujando un objeto cubierto, montado sobre ruedas. Lo llevaron a lo largo de la plataforma hasta alcanzar uno de los vagones centrales, y allí lo subieron, gruñendo, con los cuerpos empapados de sudor. Una de las ruedas cayó, rebotando sobre los escalones metálicos. La recogió un hombre que venía detrás, para entregársela al que llevaba un traje pardo arrugado.
- Gracias -dijo el hombre del traje pardo, guardando la rueda en el bolsillo lateral de la chaqueta.
Ya en el coche, ambos empujaron al objeto cubierto por el pasillo. La falta de una rueda lo hacía inclinarse hacia un lado; el hombre del traje pardo, cuyo nombre era Kelly, se veía forzado a sostenerlo con el hombro para evitar que tumbara. Respiraba jadeando, y de vez en cuando sacaba la lengua para lamer las pequeñas gotitas de sudor que se le formaban sobre el labio superior.
Al llegar al medio, el que llevaba un traje azul arrugado volteó hacia atrás uno de los respaldos, de modo que quedaran cuatro asientos enfrentados. Después empujaron el objeto hasta colocarlo entre los asientos; Kelly metió la mano por una abertura de la funda y tanteó hasta encontrar cierto botón. El objeto se sentó pesadamente junto a la ventana.
- ¡Oh, Dios!, oye cómo chirría -dijo Kelly.
Pole, el otro hombre, se encogió de hombros y se sentó.
- ¿Qué esperabas? -preguntó, suspirando.
Kelly se estaba quitando la chaqueta. La dejó caer en el asiento de enfrente y se sentó junto al objeto cubierto.
- Bueno, le vamos a comprar algunas cosas en cuanto cobremos -dijo, preocupado.
- Si lo conseguimos -dijo Pole.
Este era muy delgado. Se recostó contra el asiento caliente, mientras Kelly se enjugaba las mejillas sudorosas.
- ¿Por qué? -preguntó, pasándose el pañuelo húmedo bajo el cuello de la camisa.
- Porque no fabrican más -respondió Pole, con la falsa paciencia de quien ha repetido lo mismo demasiadas veces.
- Es una locura -protestó Kelly.
Se quitó el sombrero para secarse la pequeña calva, circundada por pelo de color herrumbre, agregando:
- Todavía hay muchos B-7 en funcionamiento.
- No tantos -observó Pole, apoyando un pie sobre el objeto cubierto.
- ¡No! -exclamó Kelly.
Pole dejó caer el pie, con una suave maldición. Kelly pasó el pañuelo por el forro de su sombrero. Iba a ponérselo otra vez, pero cambió de idea y lo dejó caer encima de su chaqueta.
- ¡Diablos, qué calor! -exclamó.
- Y se pondrá peor -observó Pole.
Del otro lado del pasillo un hombre colocó su maleta en el estante y se sentó, bufando. Kelly le echó un vistazo antes de volverse.
- Así que hará más calor en Maynard, ¿eh? -preguntó.
Pole asintió. Kelly tragó saliva, diciendo:
- Me gustaría tomarme otra de esas cervezas.
Su compañero perdió la mirada más allá de la ventanilla entre las ondas cálidas que se levantaban de la plataforma de cemento.
- Me tomé tres cervezas -continuó Kelly -, y tengo tanta sed como antes.
- ¡Ajá! -dijo Pole.
- Como si no hubiese tomado nada desde que salimos de Fila.
- ¡Ajá!
Por un momento, Kelly fijó la vista en el otro. Pole era de cabellos oscuros y piel blanca; sus manos eran desproporcionadamente grandes en relación con el cuerpo; pero eran tan hábiles como grandes. "Pole es de los mejores", pensó Kelly, "de los mejores."
- ¿Te parece que le irá bien? -preguntó.
- Siempre que no le peguen -gruñó Pole, sonriendo sin la menor alegría.
- No, no, hablo en serio -protestó Kelly.
Los ojos oscuros e inexpresivos de Pole se apartaron de la plataforma para mirar a Kelly.
- Yo también -dijo.
- ¡Vamos!
- Steel, lo sabes tan bien como yo. Lo mandarán al diablo.
- No es cierto -afirmó Kelly, agitándose en el asiento, incómodo -. No necesita más que algunos arreglos. Un pequeño ajuste y quedará como nuevo.
- Sí un ajuste de trescientos o cuatrocientos dólares -repuso Pole -y con repuestos que ya no se fabrican.
Y volvió a mirar por la ventanilla.
- Vamos..., no está tan mal -protestó Kelly -. ¡Dios mío!, el que te oiga pensará que sólo sirve para chatarra.
- ¿Y no es cierto?
- No -retrucó Kelly, enojado -, no es cierto.
El moreno se encogió de hombros; sus largos dedos blancos tamborilearon sobre las rodillas.
- Todo porque está un poco viejo...
- Viejo... -gruñó Pole -. Caduco, eso es lo que está.
- ¡Oh!
Kelly aspiró una gran bocanada de aire caliente y exhaló por la nariz ancha. Posó los ojos sobre el objeto cubierto, con la expresión de un padre enojado por las faltas de su hijo, pero más enojado aún con quienes las mencionan.
- Todavía le queda para rato -dijo.
Su compañero contempló a la gente que caminaba por la plataforma. Un maletero empujaba un carro repleto de maletas apiladas.
- Bueno, ¿está bien o no? -preguntó Kelly finalmente, como si la pregunta le resultara desagradable.
- No sé, Steel -respondió Pole, volviendo los ojos hacia él -. Necesita reparaciones, y tú lo sabes. El resorte impulsor del brazo izquierdo tiene ya tantas composturas que está casi arruinado. De ese lado no tiene protección. El lado izquierdo de la cara está todo golpeado; la lente del ojo se ha quebrado. Los cables de las piernas están gastados y flojos, y la tensión se ha ido al demonio. ¡Cielos, si hasta el giroscopio anda mal!
Y agregó, apartando otra vez la mirada:
- Para qué hablar de la pasta lubricante que no tiene.
- Se la pondremos- dijo Kelly.
- ¡Sí, después de la pelea, después de la pelea! -estalló Pole -¿Y antes qué? Andará a los chirridos por todo el ring, como una... pala mecánica. Por milagro puede ser que aguante dos rounds. Nos van a emplumar.
Kelly tragó saliva y encontró confianza para afirmar:
- No creo que esté tan mal.
- ¡Que me lleve el diablo si no! Está peor. ¡Ya verá cuando la gente se dé cuenta de lo que es este "Maxo el Luchador", de Filadelfia¡. ¡Oh, Dios!, nos van a matar. Tendremos que darnos por muy conformes si logramos cobrar los quinientos dólares.
- El contrato está firmado -observó Kelly, en tono seguro -. Ahora no pueden echarse atrás. Aquí mismo tengo una copia, en el bolsillo.
Se inclinó para palmear su chaqueta.
- El contrato habla de "Maxo el Luchador" -indicó Pole -. No de esta... pala mecánica que tenemos aquí.
- "Maxo" se portará bien -dijo Kelly, como si tratara de convencerse a sí mismo -. No es tan malo como tú crees.
- ¿Contra un B-siete?
- Es un B-7 principiante. Todavía no tiene mañas.
- "Maxo el Luchador" -dijo Pole, volviéndose hacia otra parte -. "Maxo" el de un solo round. La pala mecánica luchadora.
- ¡Ah, cállate, diablos! -estalló Kelly, súbitamente enrojecido -. Siempre quieres echarlo abajo. Pero lleva doce años portándose bien y seguirá portándose bien. Necesita un poco de pasta lubricante. Necesita una reparación. ¿Y qué? Con los quinientos dólares podremos conseguirle toda la pasta que quiera. Y un resorte impulsor nuevo para el brazo y... ¡y cables nuevos para las piernas! Y todo lo que haga falta.
Se dejó caer contra el respaldo, con el pecho agitado por la respiración, y se frotó las mejillas con el pañuelo húmedo. Echó sobre "Maxo" una mirada de soslayo. De pronto extendió una mano para palmear la rodilla cubierta de "Maxo"; el acero resonó a hueco bajo su palma.
- Vas muy bien -dijo a su luchador.
El tren avanzaba por una pradera recocida por el sol, con todas las ventanas abiertas, sin embargo, el viento que entraba parecía salido de un horno.
Kelly leía el diario, con la camisa mojada adherida al pecho amplio. Pole también se había quitado la chaqueta; hosco y taciturno, contemplaba la pradera empenachada de pastos, que se prolongaba hasta el horizonte. "Maxo" seguía inmóvil bajo su funda, su pesada estructura metálica se mecía levemente al compás del tren.
- No dicen ni palabra -comentó Kelly, bajando el periódico.
_¿Y qué querías? No cubren la zona de Maynard.
- "Maxo" no es cualquier desconocido de Maynard. En sus tiempos fue de los grandes.
Y se encogió de hombros, agregando:
- Tendrían que acordarse de él.
- ¿Por qué? ¿Por un par de preliminares en el Garden, hace tres años?
- Todavía no hace tres años, compinche -afirmó Kelly.
- Fue en 1977, y ahora estamos en el ochenta.
- Fue a fines del setenta y siete. Antes de Navidad, ¿no recuerdas? Antes de que Marge y yo...
Kelly no terminó la frase. Sus ojos quedaron perdidos en el diario, como si allí vieran la fotografía de Marge, tal como era el día en que lo abandonó.
- ¿Qué diferencia hay? -preguntó Pole -. Nunca se acuerdan. ¿Cómo van a acordarse, si hay como dos mil de éstos por ahí? No mencionan más que a los campeones y a los modelos nuevos.
Y agregó, mirando a "Maxo":
- Me han dicho que este año Mawling saca un B-9.
Kelly levantó la vista.
- ¿Ah, sí? -comentó, sin interés.
- Hiperimpulsores en los dos brazos... y en las piernas. Todo de aluminio acerado. Triple giro. Instalación eléctrica de triple retorcido. Por Dios, deben ser lindísimos.
- Tendrían que acordarse de él -murmuró Kelly, dejando el diario -. No hace tanto tiempo.
Su rostro se aflojó en una sonrisa llena de recuerdos.
- Jamás me voy a olvidar de esa noche: dijo -. Nadie nos pudo tumbar. No se hablaba más que de Dimsy el Duro, Dimsy el Duro; cuarto en el ranking de los medio pesados; estaba en pleno ascenso.
Y rió entre dientes, con un gusto que le venía desde lo hondo del pecho.
- Y con todo eso, nosotros lo desbancamos. ¡Ohhhh! -dijo, con un gruñido de placer salvaje -. Todavía puedo ver ese cross de izquierda. ¡Bang! Bien en la trompa. Y el viejo Dimsy el Duro allí en la lona... duro, ¡claro que sí! ¡Duro!
Y rió, feliz:
- ¡Qué noche, compañero, qué noche! ¡Cómo podría olvidarme de esa noche!.
Pole lo miró con expresión sombría. Después se volvió nuevamente hacia la pradera reseca por el sol.
- Eso es lo que yo quisiera saber- murmuró.
Kelly vio que el hombre del otro lado del pasillo observaba otra vez el bulto cubierto de "Maxo". Captó su mirada y sonrió, señalando a "Maxo" con la cabeza.
- Ese es mi luchador -dijo en voz alta.
El hombre sonrió cortésmente, poniendo una mano tras la oreja, a modo de pantalla
- Mi luchador -repitió Kelly -"Maxo el Luchador". ¿Lo oyó nombrar?
El hombre lo miró fijamente un momento. Después meneó la cabeza Kelly explicó, sonriente:
- Sí, una vez estuvo a punto de salir campeón de los semipesados.
El hombre asintió con amabilidad. Kelly, siguiendo un impulso, se levantó y fue a voltear el respaldo que estaba frente al hombre, para sentarse allí.
- Calor, ¿eh?- dijo.
- Sí -respondió el hombre, sonriendo -. Así es.
- Aquí todavía no hay trenes nuevos, ¿no?
- No -dijo el otro -. Todavía no.
- Todos los nuevos están allá en Fila. De allá venimos, mi amigo y yo. Y "Maxo".
Al decir eso los señaló con la cabeza. En seguida tendió la mano hacia el desconocido.
- Yo soy Kelly -se presentó -. Tim Kelly.
El hombre pareció sorprendido: el apretón con que respondió a su gesto fue poco firme.
- Maxwell -dijo a su vez.
Al retirar la mano, se la limpió disimuladamente en el pantalón
- A mí me llaman "Steel" Kelly. Yo también estuve en este deporte. Antes de la guerra, claro. Era semipesado.
- ¿Sí?
- Sí. Así es. Me llamaban Steel porque nunca lograron voltearme. Ni una sola vez. Llegué a estar en el noveno puesto del ranking. Sí.
- ¡Ajá! -musitó el hombre, paciente.
- Mi... mi luchador -continuó Kelly, señalando a "Maxo" con la cabeza- él también es semipesado. Esta noche pelearemos en Maynard. ¿Va hasta allí?
- Ejem..., no. No, me bajo en... Hayes.
- Lástima. Va a ser un buen combate.
Dejó escapar un fuerte suspiro y continuó:
- Sí, "Maxo" estuvo... cuarto en el ranking, una vez. Y lo hará de nuevo. A fines del 77... eh,... noqueó a Dimsy el Duro. A lo mejor usted lo leyó en los diarios.
- Me parece que no.
- ¡Oh, ajá! Bueno, salió en todos los diarios de la costa atlántica. Ya sabe: Nueva York, Boston, Fila... Sí, tuvo... tuvo bastante fama La revelación del año.
Se rasco la coronilla calva.
- Es un B-2, ¿sabe?, pero...
Ante la expresión del otro, explicó:
- Eso quiere decir que es el segundo modelo de Mawling. Salió en... a ver..., en el sesenta y siete, creo que fue. Sí, en el sesenta y siete.
Hizo chasquear los labios:
- Un modelo buenísimo. El mejor que hay. "Maxo" es fuerte todavía.
Y se encogió de hombros, agregando:
- No me interesan los nuevos modelos, ¿sabe? Esos de aluminio acerado con todos los chirimbolos.
El hombre seguía mirando a Kelly inexpresivo:
- Demasiado... ostentosos, pero débiles. Nada...
Agitó el puño cerrado contra el pecho, para dar énfasis a sus palabras.
- Nada sólido, ¿me entiende? No, Nawling ya no fabrica más modelos como "Maxo".
- Comprendo -dijo el hombre.
- Sí -prosiguió Kelly, sonriendo -. Yo también estaba en este deporte. Cuando sobraban hombres, claro está. Antes de las prohibiciones.
Meneó la cabeza y esbozó una sonrisa fugaz.
- Bueno, ya nos haremos cargo de ese B-7. Ni siquiera sé cómo se llama.
Rió con ganas, pero en seguida se puso serio y tragó saliva.
- Nos haremos cargo de él -repitió.
Más tarde, cuando el hombre se hubo bajado, Kelly volvió a su asiento. Apoyó los pies en el asiento opuesto y reclinó la cabeza hacia atrás, cubriéndose la cara con el periódico.
- Voy a dormir un ratito -dijo.
Pole gruñó
Kelly permaneció inmóvil, con la vista fija en el diario que tenía ante los ojos. "Maxo" le golpeaba levemente el costado; se podía oír el chirrido de sus articulaciones.
- Se portará bien -murmuró para sí.
- ¿Qué? -preguntó Pole.
- No dije nada -respondió Kelly, tragando saliva.
Esa tarde, a las seis y media, bajaron del tren y llevaron a "Maxo" por la estación, hasta la acera. Desde el otro lado de la calle, un hombre sentado al volante de un taxi les ofreció sus servicios.
- No tenemos plata para taxis- dijo Pole.
- Pero no podemos llevarlo por la calle -afirmó Kelly -. Además ni siquiera sabemos dónde está el Estadio Kruger.
- ¿Y con qué vamos a comer?
- Después de la pelea estaremos bien provistos- prometió Kelly -. Te pagaré un bistec bien grande.
Pole, con un suspiro, ayudó a Kelly, y ambos cruzaron la calle empujando la pesada mole de "Maxo", el pavimento estaba aún tan caliente que se lo podía sentir a través de las suelas. Kelly volvió a sudar y a lamerse el labio superior.
- ¡Dios!, ¿cómo hacen para vivir aquí? -preguntó. Mientras sentaban a "Maxo" en el coche, la rueda de la base volvió a desprenderse. Pole, con una exclamación de cólera, la apartó de un puntapié.
- ¿Qué haces? -exclamó Kelly.
- ¡Ohi m...!
Pole subió al taxi y se dejó caer contra el cuero caliente del tapizado, mientras Kelly corría por el alquitrán blando del pavimento para recoger la rueda.
- Por el amor de Dios -murmuró al subir-, ¿Qué?
- ¿Adónde jefe? -preguntó el conductor.
- Al Estadio Kruger -respondió Kelly.
- En seguida.
El taxista oprimió el botón del rotor, y el coche se deslizó suavemente, alejándose de la acera.
- ¿Qué diablos te pasa? -preguntó Kelly a su compañero, en voz baja -. Hace más de seis meses que tratamos de conseguir una pelea, y ahora que la tenemos te pones más fastidioso que un dolor de barriga.
- Vaya pelea -respondió Pole -. En Maynard, Kansas: el centro nacional de lucha.
- Buen comienzo, ¿no? Nos mantendrá la panza llena por un tiempo, ¿eh? Y servirá para que "Maxo" recupere la forma. Y si ganamos podría llevarnos a...
Pole levantó la vista, disgustado.
- No te entiendo -dijo Kelly, sin levantar la voz -. "Maxo" es nuestro luchador. ¿Por qué lo desprecias así? ¿No quieres que gane?
- Soy mecánico de clase A. Steel -dijo Pole, con su falso tono de paciencia -. No soy un muchachito soñador. Esto es un pedazo de hierro viejo, no un B-7. Mecánica elemental Steel, nada más: sería bastante suerte que "Maxo" volviera del ring con la cabeza puesta.
Kelly miró hacia otro lado, furioso.
- Ese B-7 es un principiante -murmuró -. Lleno de defectos.
- Claro, claro.
Por un rato guardaron silencio, y se limitaron a mirar por la ventanilla. Entre ambos, "Maxo" se balanceaba ligeramente, golpeándolos con sus anchos hombros de acero Kelly contemplaba los edificios, cerrando y abriendo las manos en el regazo, como si se preparara para luchar quince rounds.
- ¿Eso que llevan es un luchador B? -preguntó el conductor, por sobre el hombro.
Kelly, sorprendido, miró hacia adelante y se las compuso para sonreír.
- Así es, -respondió.
- ¿Va a pelear esta noche?
- ¡Ajá! "Maxo el Luchador". A lo mejor usted lo oyó nombrar.
- No.
- Llegó a ser casi campeón de los semipesados.
- ¿De veras?
- Sí, señor. Sabe quién era Dimsy el Duro, ¿no?
- Creo que no.
- Bueno, Dimsy el Dur...
Kelly se interrumpió para echar una mirada a Pole, quien se agitaba en el asiento, irritado.
- Dimsy el Duro tenía el tercer puesto en el ranking de los semipesados. Todos decían que se iba para arriba. Y mi muchacho lo volteó en el cuarto round. Un cross de izquierda, ¡bang! Dimsy casi va a parar a las sogas. Fue magnífico.
- ¿De veras? -preguntó el conductor.
- Sí señor. Si tiene oportunidad, pase esta noche por el estadio. Verá una buena pelea.
De pronto, Pole intervino para preguntar:
- ¿Ha visto a ese Rayo de Maynard?
- ¿Al Rayo? ¡Por supuesto! Ese sí que es un luchador. Ha ganado siete como si nada y pronto estará primero, apostaría cualquier cosa. A propósito, pelea esta noche. Con un montón de hierro viejo que mandan del este, un modelo B-2, según me han dicho.
Y el conductor soltó una risita burlona.
- El Rayo lo hará pedazos -dijo.
Kelly clavó la vista en la nuca del conductor; la piel de sus pómulos se había puesto muy tensa.
- ¿Sí? -dijo inexpresivamente.
- Por supuesto, hombre, si...
De pronto, el taxista se interrumpió para mirar hacia atrás.
- Oiga, ¿usted no será?...
Volvió a mirar hacia adelante, agregando:
- Disculpe, yo no sabía. Hablaba en broma.
- Está bien -dijo Pole -. De cualquier modo, tiene razón.
Kelly envió una mirada fulminante a la cara sombría de Pole.
- Cállate -dijo, en voz baja..
Se recostó contra el asiento para contemplar la ciudad a través de la ventanilla.
- Le voy a comprar un poco de pasta lubricante -dijo- una manzana más allá.
- Muy bien -exclamó Pole -. Nos comeremos las herramientas.
- ¡Vete al diablo! -respondió Kelly.

[...]